La tesis del erudito: «El Estado italiano nació en Cerdeña el 19 de junio de 1324»

Según el profesor Francesco Cesare Casùla, académico de la Universidad de Cagliari, que durante más de 30 años dirigió el Instituto de Historia de la Europa Mediterránea del CNR, el Estado italiano nació mucho antes del 17 de marzo de 1861.

Su nombre es Francesco Cesare Casùla. Hoy tiene 92 años y es un historiador de larga trayectoria, habiendo dirigido durante más de 30 años el Instituto de la Europa Mediterránea, vinculado al CNR. Su teoría, fruto de profundos estudios, es más que una provocación: el Estado italiano nació mucho antes del 17 de marzo de 1861. Según Casùla, Italia tendría sus raíces en el Reino de Cerdeña y habría surgido legal y territorialmente el 19 de junio de 1324 en la colina de Bonaria, en Cagliari. «Es increíble pensar que un pueblo pueda vivir sin saber en qué olla está», afirma Casùla, destacando cómo la historia del Estado italiano se ha contado a menudo de forma fragmentaria y convencional, sin un verdadero estudio de sus orígenes.

Su doctrina, denominada doctrina de la Estatalidad, combina la historia con la jurisprudencia y propone una visión científica de la historia, una visión que, según Casùla, debería difundirse no solo en Italia, sino también en Europa. «Mi doctrina es científica; si se la presento a un chino o a un estadounidense, el resultado es el mismo», explica. El impacto de esta nueva perspectiva en la sociedad podría ser significativo. Comprender los verdaderos orígenes del Estado italiano podría generar una mayor conciencia histórica e identitaria entre los italianos, un paso importante en una época en la que las identidades nacionales a menudo se cuestionan. «Todos los hombres del mundo nacen, voluntaria o involuntariamente, dentro de un Estado», enfatiza Casùla, destacando la importancia de reconocer y comprender las propias raíces históricas.

De cara al futuro, la doctrina de Casùla podría abrir nuevas perspectivas en el mercado de la cultura y la educación cívica. Podría estimular un renovado interés por la historia italiana, no solo entre los académicos, sino también entre el público en general. «Quisiera, antes de morir, que mi Estado se introdujera en el panorama social italiano», afirma el historiador, con la esperanza de que su visión sea bien recibida y difundida. Sus ideas, aunque revolucionarias, podrían encontrar terreno fértil en una Italia que intenta redescubrir y fortalecer su identidad. «No quiero ganar, solo quiero que la gente sepa que existe una historia de la ciencia y no de la conveniencia», concluye Casùla, haciendo un llamamiento para que su pensamiento sea conocido, recibido y también debatido.