Siegfried déjà-vu: vaso medio lleno (o medio vacío) en La Scala


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en el teatro
El "Siegfried", actualmente en escena en Milán, con la didáctica dirección de McVicar, transforma a Wagner en pura fantasía. Buena compañía, con un Volle y un Vogt en evidencia, pero la dirección de Young carece de originalidad.
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Si necesitas forjar una espada casera en la cocina (nunca se sabe), el "Sigfrido", actualmente en escena en La Scala, podría ser un excelente tutorial. En el final del primer acto, el héroe realiza diligentemente todos los pasos para reconstruir las piezas de Notung, el arma del difunto (en la "Walküre") padre Siegmund, entre abanicos, piezas fundidas y moldes de terracota. A estas alturas, está claro: este "Anillo" de La Scala dirigido por Sir David McVicar es de lo más didáctico, casi un Wagner para principiantes, aunque, de hecho, el gigante Fafner transformado en dragón se transforma a su vez en un esqueleto XXL, la única licencia del libreto, pero acertada, junto con una petulante "madre" Mime que recuerda a las "buenas" milanesas que van a recoger a su hijo a la guardería de Via della Spiga. Todo el zoológico wagneriano está completo, desde el oso hasta el caballo, interpretado por mimos corpulentos con el torso desnudo (mientras que el Pajarito del Bosque —un pajarito, es soprano— luce una cresta punk); las pieles están ahí, el cuerno también, fuegos y llamas también, tantos bosques como se deseen, e incluso bosques antropomórficos. En resumen, estamos en pura fantasía, respaldada por una actuación bastante precisa que solo en el dúo final desciende a los gestos operísticos estándar . A McVicar no le preocupa si, quizás, con su "Juego de Tronos" Wagner no quiso decirnos algo sobre la sociedad, el mundo y la historia, y si ese algo aún tiene significado. La renuncia a decodificar la metáfora y el rechazo a la complejidad, para la cual la fábula es una fábula y ya está, son características muy contemporáneas. Es pues sorprendente que con cada título de su “Ring” el director sea criticado, y cada vez más, aunque el viernes McVicar debía tener los oídos zumbando, dado que no apareció en escena.
La dirección de Simone Young también avanza tranquilizadoramente por los caminos de un Wagner bien hecho, bien interpretado, bien calibrado y completamente desprovisto de interés. Todo un déjà-vu, o mejor dicho, un déjà-écouté. Si el vaso de esta rutina de alto nivel debe considerarse medio lleno o medio vacío es tema de debate. En general, buena compañía. Cuando está en forma, Michael Volle juega en otra liga, y su Wanderer destaca. Lo mismo ocurre con Wolfgang Ablinger-Sperrhacke: personalmente, no estoy muy seguro de que la tradición del formato Mimo Spieltenor sea la única correcta, pero en su categoría él también es un campeón. Como Brunilde, Camilla Nylund exhibe algunas limitaciones vocales, pero también varias sutilezas: por supuesto, el "Crepúsculo" es algo especial. Finalmente, el héroe. Klaus Florian Vogt sigue teniendo un físico y un timbre sorprendentemente adolescentes. Le falta un poco de fuerza vocal, por ejemplo en la forja, pero llega al final cansado, pero no exhausto, como casi siempre ocurre, y en general, este joven Siegfried con una voz fresca y clara resulta interesante. ¡Bravo!
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