Tour, última ascensión. Arensman gana la etapa, Wingegaard se queda con el segundo puesto. Pero Pogacar es el rey.

Entre dos ciclistas en disputa, el tercero se alegra. Y gana. En la última etapa de montaña, la que podría haber aportado algo a un Tour dominado por Pogačar, casi no ocurre nada.
Y así, las dos únicas emociones vienen de la nueva victoria del holandés Thymen Arensman, apodado el “Pelícano” por su complexión larga y esbelta (192 cm x 60 kg) y del atrevido enfrentamiento en la meta entre un fuerte guardia de seguridad y su majestad Tadej Pogacar.
Un choque absolutamente fortuito, casi cómico a lo Laurel y Hardy, que añadió un toque de humor a una etapa realmente aburrida y casi siempre controlada por el maillot amarillo y Vingegaard, los dos eternos rivales, que ahora viajan cada día en este Tour en parejas como la policía.
Con el combustible escaseando (incluso Pogacar mostró su lado humano), ninguno se sintió capaz de desatar una pelea. Así que, en esta etapa, acortada en 35 km de los 130 previstos debido a un brote de peste bovina, los dos líderes optaron por una tregua tóxica. Que dice algo así como: No puedo ganar esta etapa, pero tú tampoco. Arensman lo entendió claramente y, a mitad de la subida final a La Plagne, se atrevió a tomar la iniciativa, alejándose de los primeros por unos treinta segundos.
Los dos rivales, junto con el alemán Lipowitz y el escocés Onley (esencialmente los que subieron al podio en este Tour), se miraron por enésima vez y decidieron que era lo correcto. La victoria de Arensman, su segunda en este Tour, resolvió un delicado asunto diplomático entre el maillot amarillo y su amenazante sombra.
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