Los elementos anticientíficos del gobierno de Meloni


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Editoriales
El escepticismo sobre las vacunas es un hilo conductor que atraviesa decisiones institucionales cruciales. Desde el nombramiento de Frajese y Donzelli, quienes en los últimos años se han consolidado como figuras clave del movimiento antivacunas, hasta la reconstrucción del Grupo Nacional de Asesoramiento Técnico sobre Vacunación.
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En la gestión de la política de vacunación, las recientes acciones del gobierno de Meloni sugieren un tema recurrente: el escepticismo sobre las vacunas es un hilo conductor en decisiones institucionales clave. En primer lugar, llama la atención el nombramiento de Giovanni Frajese y Alberto Donzelli como consultores de la comisión parlamentaria de investigación sobre la COVID-19: en los últimos años, ambos se han consolidado como figuras clave del movimiento antivacunas, impulsando posturas que cuestionan tanto la génesis de la pandemia (creada en un laboratorio) y su gestión, como el propio uso de las vacunas. Posteriormente, se reconstituyó el Grupo Técnico Asesor Nacional sobre Vacunas ( GNA ). Aquí también encontramos figuras como Eugenio Serravalle y Paolo Bellavite, conocidos por su escepticismo sobre las vacunas. Bellavite, partidario de la homeopatía, volvió recientemente al tema, afirmando que las vacunas «han igualado a las del virus de la COVID-19 en cuanto a número de muertes».
Estas decisiones plantean serias preocupaciones: ¿es aceptable confiar el liderazgo de las políticas de vacunación a quienes cuestionan las vacunas o promueven teorías alternativas controvertidas? Al mismo tiempo, el nuevo Plan Pandemia, durante casi dos años, ha permanecido rehén de las controversias internas de la mayoría con respecto al papel de las vacunas y las restricciones hipotéticas a las libertades personales que se desencadenarían en caso de futuras pandemias. Mientras tanto, la cobertura de vacunación, comenzando con la COVID-19, sigue disminuyendo, especialmente entre los mayores de 80 años, el grupo de mayor riesgo . Italia se está acercando ahora a las estadísticas de Europa del Este sin ninguna reacción aparente del Ministerio de Salud. La combinación de estas circunstancias habla por sí sola. No se trata de anomalías aisladas, sino más bien de la convergencia de recomendaciones, decisiones y omisiones a través de las cuales parece operar el gobierno: un escepticismo institucional hacia las vacunas y, de forma más general, hacia la ciencia.
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