Congelar óvulos

La bomba P se titulaba un libro que causó sensación en 1968, y que alertaba de la hambruna que el aumento de la población provocaría. Se equivocaba. El hambre en el mundo disminuyó, a pesar del crecimiento demográfico. Que ha ido a más y más… hasta que ha empezado a descender en medio mundo. En España está ahora en 1,16 hijos por mujer, muy por debajo de la tasa de reemplazo, que es de 2,1. Y eso que la mayoría de las mujeres, según las encuestas, desearía tener dos hijos por lo menos. Es lógico que el Partido Popular, que celebra su congreso este fin de semana, tenga propuestas al respecto.
No son los únicos. Muchos países se están sacando de la chistera políticas natalistas, a cuál más imaginativa. Rusia multará a quien difunda, por cualquier medio, una visión positiva de la vida sin hijos. Hungría exime del IRPF de por vida a las madres de dos o más. Turquía ha prohibido las cesáreas, a fin de reducir el tiempo entre embarazos (y porque “del parto con dolor nacen hijos valientes”). En Estados Unidos, donde el aborto ya no es un derecho federal (ahora lo regula, o prohíbe, cada estado), la Administración Trump está en pleno brainstorming natalista: ¿premios a las madres de seis o más hijos?, ¿educación sexual centrada en la fertilidad?, ¿5.000 dólares por parto?...
En síntesis, tres políticas: incentivos económicos, restricción del aborto, ideología. Las tres tienen algo en común: no funcionan. El cheque bebé de Zapatero no aumentó la natalidad, aunque sí la compra de electrodomésticos. En EE.UU. hay ahora más abortos y ligaduras de trompas. En cuanto a los discursos… como escribe Anna Sussman ( The New York Times , 15/VI/2025), “es poco probable que las mujeres estén dispuestas a renunciar a su reciente acceso a la educación, la independencia financiera y la autonomía reproductiva para tener ocho hijos, un marido inútil y una medalla del gobierno”.
¿Hay algo que funcione? Hasta hace poco se podía contestar: bajas de maternidad y paternidad, guarderías, jornadas laborales cortas…, responsables de una fecundidad más alta en los países nórdicos. Pero en los últimos años ha caído también allí.
Y el PP, ¿qué propone? “Mecanismos de conciliación para evitar que uno de los progenitores renuncie a parte de su desarrollo profesional”, “reivindicar el papel del padre”, “gratuidad de las escuelas de 0 a 3 años”... Propuestas loables: pretenden ayudar, no imponer, y buscan la igualdad. Pero la medida que la prensa ha destacado es otra: la gratuidad de la congelación de óvulos, no solo (como ahora) por motivos médicos, sino para retrasar la maternidad.
Necesitamos empleo, vivienda, reducción de jornada y conciliación también para los padresLas que hemos sido madres a los treinta y tantos, justo cuando estábamos despegando profesionalmente, sabemos el coste que eso ha tenido para nuestra carrera, economía y futuro. ¿Y si hubiéramos congelado nuestros óvulos?
Parece una solución sencilla. Pero no lo es. Requiere, primero, hiperestimulación para producir diez o veinte ovocitos (en un ciclo natural se produce uno solo), y años después, fecundación in vitro, con solo un 30% de éxito.
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Que procrear penalice a las madres no es algo inevitable, sino el resultado de un modelo profesional (que prima la disponibilidad y el trabajo presencial) y de familia (en el que cuidan las mujeres). Las razones que dan las españolas para tener menos hijos de los que querrían son económicas, laborales, y no encontrar la pareja adecuada. Necesitamos, pues, empleo, vivienda, reducción de jornada y conciliación también para los padres (“la pareja adecuada” es, entre otras cosas, la que asume su parte de cuidados), camino en el que ya estamos avanzando, con la instauración, en el 2021, de permisos de paternidad y maternidad iguales, intransferibles y remunerados.
Congelar óvulos no es más que un parche. Beneficiará a la industria medicofarmacéutica y a las ejecutivas; al común de las mujeres les convendrían mucho más las guarderías gratuitas. ¿Qué hará el Partido Popular cuando gobierne?... Una pista: congelar óvulos cuesta entre 3.000 y 6.000 euros, y lo hacen (por motivos no médicos) unas cuatro mil mujeres cada año. Calculen cuánto costaría su gratuidad, compárenlo con la de las guarderías… y comprendan por qué la congelación es su propuesta estrella.
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