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Emilia Delfino: “La vida para Villarruel es una guerra que hay que pelear”

Emilia Delfino: “La vida para Villarruel es una guerra que hay que pelear”

“Entender más y mejor a Victoria Villarruel completa el cuadro de poder dentro de La Libertad Avanza”, dice Emilia Delfino (1983), reconocida periodista de investigación que ganó numerosos premios durante los últimos veinte años, con un recorrido que la llevó por las redacciones del diario Perfil, de la CNN en Español y elDiarioAR; también, a integrar el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).

Delfino ha lidiado con investigaciones globales complejas, como “Panama Papers”, casos locales sensibles, como el “triple crimen” que desnudó las conexiones entre la mafia de los medicamentos y la recaudación de la campaña kirchnerista, y sobre pesos pesados como Hugo Moyano, al que retrató en su libro El hombre del camión.

‘Villarruel viene del conservadurismo católico, de la derecha, del ámbito militar, y sirvió de contrapeso a Milei’, sostiene Delfino

Ahora Delfino, editora adjunta de Mongabay Latam, medio que cubre las historias ambientales más importantes de Latinoamérica, publicó La Generala. Biografía no autorizada de Victoria Villarruel, la vicepresidenta que desafía a los Milei (Planeta), con un objetivo preciso. “Investigarla me tomó mucho tiempo, 60 entrevistas, desarchivar expedientes judiciales de los 70 y analizar legajos. Todo ese trabajo me fue confirmando que faltaba esta investigación para comprender cómo Villarruel y otros aportaron al ascenso de Milei al poder, y cómo es la estructura de poder actual”.

–¿Qué encontraste durante la investigación?

–Una historia profunda que nos permite abordar un tramo de la historia reciente de la Argentina. Villarruel viene del conservadurismo católico, de la derecha, del ámbito militar, y sirvió de contrapeso a Milei. Ayudó a equilibrar la fórmula presidencial. Hablamos de una mujer con una elocuencia demoledora y un claro manejo de la agresividad en la oralidad que le ha permitido imponerse muchas veces, como al enfrentarse a exlíderes guerrilleros como [Luis] Mattini, del ERP, y [Roberto] Perdía, de Montoneros.

¿Cuáles son sus ambiciones políticas?

–Llegó a la política para quedarse. Y está buscando el lugar donde cobijarse tras el destierro de La Libertad Avanza que dictaron los Milei. Todavía no lo encontró, pero lo está tratando de construir, aunque le cuesta tomar decisiones. Porque detrás de toda esa fortaleza aparente, de ese “tanque” que vemos, de esa “francotiradora de las palabras”, hay una persona que muestra dificultades para decidir, para armar equipos o para justificar por qué se rodeó durante años de hombres vinculados al terrorismo de Estado, como Alberto “Gato” González. Es, en suma, una mujer con contradicciones, que muestra ambición política, pero que está aprendiendo a hacer política desde el poder, que tiene buena imagen en un sector de la sociedad, pero genera mucho miedo en otros sectores.

Victoria Villarruel en Tucumán, por el día de la Independencia

También despierta la desconfianza o el desprecio de los Milei. ¿Qué pasó entre ellos?

–La relación con Javier empezó bien y perduró así mientras fueron diputados, con un cariño real, pero Victoria nunca pudo congeniar con Karina. A eso se sumó que la sociedad entre ambos estuvo mal diseñada desde el principio, con muy pocos intereses en común, como su oposición a la despenalización del aborto. Ella viene del conservadurismo católico y Milei es anarcocapitalista, y los problemas comenzaron a evidenciarse cuando Villarruel no logró colar siquiera un candidato a concejal en las listas de 2023 que Karina armó con Carlos Kikuchi.

‘Santiago Caputo le confió a quien era la mano derecha de Villarruel que ella es el mejor cuadro que tiene el Gobierno, pero que aun siendo hija de un militar era muy indisciplinada’, sostiene la biógrafa

Milei decía que Villarruel controlaría Seguridad, Defensa y la SIDE, pero luego…

–Protagonizaron un tira y afloje permanente donde ella siempre reclamó más poder y participación, pero los Milei consideran que no le corresponde. Esa tensión se encuadra, en parte, dentro de la pelea eterna entre presidentes y vicepresidentes, que en este caso se agudiza por sus personalidades, porque ambos son muy impulsivos y chocan. De hecho, Santiago Caputo le confió a quien era la mano derecha de Villarruel que ella es el mejor cuadro que tiene el Gobierno, pero que aun siendo hija de un militar era muy indisciplinada.

Dado su rol al frente del Centro de Estudios Legales sobe el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), ¿ella evolucionó en su forma de pensar o solo lo maquilló?

–Creo que maquilló su pensamiento porque le convino un cambio estratégico de discurso. Ella sostuvo hasta 2006 o 2007 que los delitos cometidos por los militares durante el terrorismo de Estado y por las organizaciones armadas en los 70 estaban prescriptos, por lo que los militares debían ser absueltos y excarcelados. Pero el grupo de la derecha que estaba detrás de ella comprendió que ese discurso no llevaba a ningún lado. Ella comenzó entonces a plantear que también fueron delitos de lesa humanidad los cometidos por las organizaciones armadas. Y se convirtió en una ferviente defensora de ese discurso.

¿Cuál es el peso real de su padre y su abuelo en ella?

–Muy pesado. El padre le inculcó una visión casi mística de su vida. La convenció de que tiene una misión, que tenía que formarse, ocupar un lugar público, ser diputada. Y su abuelo también fue muy importante. Marino, historiador, vinculado a la dictadura, fue uno de los intelectuales de un sector del Proceso. Y aquella forma de ver y vivir los 70 de su familia tiene mucho que ver con cómo es ella hoy. Explica su manejo del poder y sus equipos, está siempre rodeada por personas de la inteligencia militar, a la defensiva, envuelta en la desconfianza permanente. ¿Un ejemplo? Ella no dice dónde vive por razones de seguridad. Es muy reservada. Tanto, que gente que la trata hace años siente que no la conoce del todo.

¿Hasta qué punto se construyó a sí misma?

–Ella sostiene que se construyó sola. Pero los entrevistados cuentan otra historia, y algunos admiten haberla ayudado, hombres poderosos del conservadurismo y de la élite económica, con apellidos como Martínez de Hoz, Massot, Grondona, Aramburu, Pérez Alati, García Belsunce… Hombres que eligieron impulsar su agenda con un rostro nuevo y decidieron financiar a una mujer joven y elocuente. Así fue que ellos y ella se ayudaron mutuamente, en una alianza que resultó muy beneficiosa para ambas partes.

Destacás su don de la palabra, su capacidad para debatir y su sonrisa amplia y natural, pero también una personalidad “cortante”, “ruda”, “enigmática”…

–Tiene esas dos caras. En estado puro es un tanque que demolió a Agustín Rossi durante el debate entre los candidatos a vicepresidente. Pero al mismo tiempo, trata de amigarse con su propia facilidad para la agresión verbal.

¿Cómo interpretás su visita a Estela Martínez de Perón?

–Ella planteó que respondió a algo que le inculcó su padre. Porque su padre, conservador, fue crítico de las políticas más liberales del Proceso y rescataba que Isabelita les hubiera permitido a los militares iniciar una guerra contra la guerrilla con el Operativo Independencia de 1975, que abrió las puertas a la represión durante la dictadura. Eso escuchó ella en su casa. A eso se suma el mensaje político que ella quiso transmitir. Porque en algunas cosas puede verse en el espejo de Isabelita.

Acabás de dar un título…

-[Sonríe] Isabelita es una figura maldita y a ella desde el Gobierno la quieren convertir en una figura maldita por su forma de enfrentar a los Milei. Le achacan que hace su juego, sin acatar los deseos de los hermanos Milei. Ella tiene entonces dos caminos: se convierte en una figura maldita, como Isabelita y tantos otros vicepresidentes, o hace su propio camino, porque el camino con el Presidente ya está roto.

Pero una constante en ella es su dificultad para armar equipos.

–Sí, le cuesta liderar y generar lealtades. Los equipos le duran muy poco, la gente se le va, como Guillermo Montenegro o Emilio Viramonte Olmos, que renunció en cuestión de días; aunque a veces vuelve, como Claudia Rucci, que se fue en enero y volvió en mayo. A veces parece que el poder fuera un juego para Villarruel, con una dinámica de prueba, ensayo y error. Da la sensación de que no es un animal político, sino una persona donde la ambición es más fuerte que su capacidad de construir políticamente.

¿Podrá construir un camino político propio bajo la sombra –y con la oposición– de Milei?

–Ella está pensando en 2027 o más allá, por fuera de La Libertad Avanza, porque no tiene otra posibilidad. Dependerá de cómo acomode sus fichas y de si logra construir un equipo que la ayude a crecer. Su situación es difícil: debe quedarse como vice para construir desde allí, pero deberá hacerlo en silencio. Por eso no da entrevistas, ni hace recorridas públicas por el territorio, aunque algunos le dicen que quizá no deba esperar hasta 2027 porque Milei podría no completar su mandato.

–¿Hay alguna pregunta que no planteé y que creas relevante?

-[Calla durante unos segundos] Villarruel es una persona que vive del conflicto y en el conflicto permanente. La vida para ella es una guerra que hay que pelear. Por donde pasa deja conflicto, enemistades, puertas cerradas. Le pasó en la derecha, le pasó en el Celtyv, con los Milei… le pasó con todos los espacios con los que coqueteó. Se alimenta del conflicto. Es su forma de ser: una mujer conflictiva y conflictuada porque siempre mamó el conflicto.

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