¡INCREÍBLE ENGAÑO! Campeona paralímpica Shahana Hajiyeva NO ES CIEGA

El deporte paralímpico, bastión de superación, sacudido por un engaño monumental. Shahana Hajiyeva, medallista de oro en judo en Tokio 2020, fue suspendida de por vida tras descubrirse que NO cumple los criterios de discapacidad visual. ¡Una farsa que clama al cielo!

El nombre de Shahana Hajiyeva, una judoca azerbaiyana de 24 o 25 años, оставил una marca imborrable en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 al colgarse la medalla de oro en la categoría de -48 kg (clase J2). Su triunfo no solo fue una hazaña personal, sino que la catapultó como una de las figuras más destacadas y un símbolo del deporte adaptado en su país natal, Azerbaiyán. Su éxito continuó en agosto de 2023, cuando se coronó campeona de Europa en Rotterdam, compitiendo nuevamente en la clase J2.

Sin embargo, el pedestal sobre el que se erigía su figura se ha derrumbado estrepitosamente. De ser considerada una heroína nacional y un ejemplo de superación, Hajiyeva ha pasado a encarnar uno de los fraudes más sonados en la historia reciente del movimiento paralímpico. El daño a su reputación, y por extensión, a la credibilidad de los controles de elegibilidad, parece irreparable.

La impactante noticia de su inhabilitación permanente se conoció en mayo de 2025. La decisión fue tomada después de que Hajiyeva no superara un nuevo y riguroso proceso de evaluación médica, realizado en el marco del Campeonato Mundial de Para Judo de la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IBSA) que tuvo lugar en Astaná, Kazajistán.

Una exhaustiva revisión llevada a cabo por el Comité Médico de la IBSA concluyó de manera inequívoca que la agudeza visual de Shahana Hajiyeva estaba por encima del umbral permitido para competir en la clase J2, la categoría en la que había construido todos sus éxitos. Algunas fuentes, como su página de Wikipedia que cita a Oxu.az, van incluso más allá, afirmando de manera contundente que durante la clasificación médica se reveló que Hajiyeva «no tiene ninguna discapacidad visual».

Como resultado de estos hallazgos, fue descalificada inmediatamente de la competición y se le impuso una prohibición permanente para competir en la división de discapacitados visuales. La pregunta que resuena con fuerza es: ¿cómo logró superar los controles de clasificación en el pasado, incluyendo los que le permitieron competir y ganar en Tokio? ¿Hubo negligencia por parte de los evaluadores, posible corrupción, o fue un cambio drástico y reciente en los criterios de clasificación lo que finalmente «desenmascaró» la situación?

Ante el escándalo, el Comité Paralímpico Nacional de Azerbaiyán emitió un comunicado en defensa de la atleta, atribuyendo la descalificación a una modificación en los criterios médicos y de calificación implementados por la IBSA.

Según esta versión, las categorías de discapacidad visual B1, B2 y B3, vigentes en Tokio 2020, fueron reorganizadas y simplificadas en solo dos categorías para los Juegos de París 2024: J1 (para atletas ciegos) y J2 (para atletas con discapacidad visual).

Argumentan que, como resultado de estos cambios, muchas condiciones visuales que previamente eran aceptadas dentro de la clase J2 ahora han sido excluidas de la clasificación.

Sin embargo, la contundencia de algunos reportes que afirman que Hajiyeva «no tiene ninguna discapacidad visual» debilita enormemente el argumento de que todo se debe a un simple desajuste por un cambio normativo. Si la ausencia de discapacidad es total, la defensa del comité azerí suena más a un intento de control de daños que a una explicación plausible.

Este caso se produce, además, en un momento en que el sistema de clasificación paralímpico está experimentando una profunda reforma con el objetivo de hacerlo más riguroso, justo y transparente. Desafortunadamente, este no es el primer escándalo de este tipo que mancha la reputación del deporte paralímpico.

El infame caso del equipo español de baloncesto en los Juegos de Sídney 2000, que fue descalificado por incluir a jugadores sin ningún tipo de discapacidad intelectual, sigue siendo una herida abierta.

Este escándalo, que involucra a una medallista de oro y cuestiona la premisa más fundamental de la elegibilidad paralímpica –la existencia de una discapacidad genuina–, erosiona gravemente la confianza del público en la integridad de todo el movimiento.

Va un paso más allá del dopaje, ya que pone en duda la legitimidad misma de la competición si se percibe que los atletas pueden fingir o exagerar discapacidades para obtener una ventaja competitiva. La reacción en las redes sociales, donde algunos usuarios no tardaron en etiquetar a la judoca como «tramposa», demuestra el daño inmediato a la percepción pública y la dificultad de restaurar la fe una vez que se siembra la duda.

El caso de Shahana Hajiyeva, independientemente de si se trata de un fraude deliberado o de una desafortunada víctima de la evolución de las normativas, pone de manifiesto la inherente complejidad y las potenciales fallas de los sistemas de clasificación de discapacidad en el deporte paralímpico.

Surge inevitablemente la pregunta de si estos sistemas son lo suficientemente robustos y a prueba de manipulaciones para prevenir el fraude y, al mismo tiempo, si son lo suficientemente justos y transparentes para los atletas que se encuentran en el límite de los criterios, especialmente cuando las reglas cambian. Si Hajiyeva engañó al sistema, ¿cómo pudo superar los controles previos durante tanto tiempo?

Y si, por el contrario, fue simplemente «atrapada» por un cambio en las reglas, ¿fue la comunicación de estas modificaciones y el proceso de transición adecuados y justos para todos los atletas afectados? La necesidad de «protocolos más estrictos para prevenir el fraude» es evidente, pero también lo es la necesidad de una comunicación clara y un entendimiento profundo de las directrices por parte de todas las partes involucradas.