Las dos caras de la humanidad

Hace unos pocos días se hicieron públicas las primeras imágenes del cosmos obtenidas con la cámara digital más grande del mundo, el telescopio instalado en el nuevo observatorio Vera Rubin, construido en la cumbre del cerro Pachón, en el desierto de Atacama, al norte de Chile. En las primeras imágenes captadas por el Large Synoptic Survey Telescope (LSST) del Rubin se observaron asteroides que aún no habían sido vistos. En el futuro próximo la profundidad del campo que capta su lente permitirá ver explosiones de supernovas, nebulosas, cometas, estrellas pulsantes y penetrar en miles de millones de galaxias… y todo ello en movimiento y en imágenes fijas, en color y con una resolución de 3.200 megapíxeles.
Para darnos una idea de la calidad de las imágenes del LSST, el nuevo iPhone 16 de Apple tiene 48 mpx. Un megapíxel es la medida equivalente a un millón de píxeles, el componente más pequeño de la imagen digital. Si en algún momento hemos estado cerca del universo es ahora.
Pero resulta paradójico que esta puerta que hemos abierto al infinito coincida con el uso de otras tecnologías, también muy sofisticadas, que permiten detectar la trayectoria de misiles balísticos hipersónicos o crear un avión como el Northrop Grumman B-2 Spirit, capaz de volar sin ser detectado y lanzar bombas de alta destrucción y precisión como la antibúnker de 14.000 kilos GBU-57MOP, que EE.UU. utilizó en su ataque a Irán.
Después de miles de años de desarrollo, el gen de la maldad sigue latente en el ADN de la humanidadLa información científica obtenida en Chile y las consecuencias del conflicto de Oriente Medio nos dan una idea de lo que somos capaces de desarrollar, pero, a la vez, desnuda al ser humano y muestra sus dos caras y que algo no funciona en nuestra civilización.
Después de miles de años de desarrollo, el gen de la maldad sigue latente en el ADN de la humanidad. Incluso hoy mismo, cuando la inteligencia artificial nos muestra que la creación del conocimiento aún tiene un larguísimo recorrido, somos incapaces de controlar el instinto de la maldad.
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Pero volvamos al desierto de Atacama. El observatorio Rubin, que recibe el nombre de Vera C. Rubin, la astrofísica estadounidense que desveló que las galaxias están inundadas de una materia invisible a nuestros ojos, ha sido posible gracias a la creación de un consorcio formado por 49 universidades estadounidenses y socios internacionales. El camino de la ciencia es el que hay que seguir para combatir la maldad. Una tarea que se antoja difícil, sino imposible.
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