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El búnker de Zuckerberg: ¿sabe algo que nosotros no sabemos?

El búnker de Zuckerberg: ¿sabe algo que nosotros no sabemos?

Mientras nos vende un futuro en el metaverso, Mark Zuckerberg construye un búnker de 270 millones de dólares en Hawái. Es autosuficiente, blindado y secreto. La pregunta es inevitable: ¿se prepara para el fin del mundo o para las consecuencias del mundo que él está creando?

En la remota isla de Kauai, Hawái, lejos de las oficinas de Silicon Valley, se está levantando un complejo que ha desatado una ola de especulaciones y teorías en todo el mundo. Se trata de Koolau Ranch, la propiedad de Mark Zuckerberg, fundador de Meta. Pero no es una simple finca de lujo; bajo su superficie se esconde un búnker subterráneo de casi 500 metros cuadrados, autosuficiente y con medidas de seguridad propias de una fortaleza militar. La construcción ha encendido un debate global: ¿por qué los arquitectos de nuestro futuro digital se preparan para un apocalipsis?

Documentos de planificación y fuentes cercanas al proyecto, revelados por una investigación de la revista Wired, describen un complejo asombroso valorado en más de 270 millones de dólares.

  • El Búnker: El corazón del complejo es un refugio subterráneo de 5.000 pies cuadrados (unos 465 m²). Está diseñado para ser completamente autosuficiente, con sus propias fuentes de energía y alimentos. El acceso se realiza a través de un túnel que conecta dos mansiones principales, y la entrada está protegida por una puerta de acero y hormigón, similar a las de los refugios antiaéreos.
  • Las Mansiones: Las dos residencias principales suman más de 5.000 metros cuadrados de superficie y cuentan con al menos 30 dormitorios, ascensores, gimnasios, saunas y piscinas.
  • El Complejo: La finca de 1.400 acres también incluye una red de 11 casas en los árboles conectadas por puentes de cuerda, además de instalaciones para la agricultura y la ganadería.

El propio Zuckerberg ha minimizado la escala del proyecto, refiriéndose al búnker como un «pequeño refugio» para huracanes y afirmando que su principal interés en la finca es un proyecto de ganadería para «crear la carne de vacuno de mayor calidad del mundo».

El búnker de Zuckerberg no es un caso aislado. Se enmarca en una tendencia creciente entre la élite tecnológica conocida como «preparacionismo» (prepping). Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, estimó que más del 50% de los multimillonarios de Silicon Valley han adquirido algún tipo de «seguro para el apocalipsis», ya sea un búnker en Nueva Zelanda, como intentó Peter Thiel de PayPal, o planes de escape a Marte, como los de Elon Musk.

Esta preparación masiva ha llevado a la inevitable pregunta: ¿qué «Evento» temen? Las posibilidades van desde catástrofes globales como una guerra nuclear, una pandemia más letal o un colapso climático, hasta un escenario que toca directamente su área de influencia: el colapso social.

«Ahora que Zuckerberg ha dejado salir el gato de la bolsa, otras personas de su estatus están empezando a pensar: ‘Oh, Dios, si él está haciendo eso, quizá sepa algo que yo no'». – Robert Vicino, fundador de Vivos, empresa de refugios de supervivencia.

Aquí reside la paradoja más inquietante. Los mismos visionarios que nos prometen un futuro interconectado, global y digital a través de la inteligencia artificial y el metaverso, son los que invierten fortunas en búnkeres de aislamiento físico. Esta disonancia entre su discurso público y sus acciones privadas genera una profunda desconfianza.

¿Es una falta de fe en el futuro que ellos mismos están diseñando? La tecnología que impulsan, como la IA, promete revolucionar la economía, pero también amenaza con generar un desplazamiento laboral masivo y acentuar la desigualdad económica. El «apocalipsis» para el que se preparan podría no ser un meteorito, sino las consecuencias sociales de sus propias innovaciones. El búnker, más que un refugio contra bombas, podría ser una póliza de seguro contra el resentimiento de una sociedad fracturada.

La construcción de estos complejos de supervivencia plantea un dilema. Por un lado, puede interpretarse como un acto de prudencia racional por parte de quienes tienen los recursos para proteger a sus familias ante cualquier eventualidad. Por otro, es visto como el máximo símbolo de la desconexión de una élite que prefiere planificar su huida antes que invertir esa misma fortuna en solucionar los problemas que podrían llevar al colapso que tanto temen.

Además, proyectos como Koolau Ranch han generado una fuerte controversia local en Hawái, donde los residentes y grupos indígenas denuncian la especulación del suelo y el impacto cultural de estas mega-construcciones. Al final, el búnker de Zuckerberg es más que una noticia de tecnología o de bienes raíces; es un espejo de las ansiedades y contradicciones de nuestra era.

La Verdad Yucatán

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