“Joan Miró no quería una Barcelona gris”

La Fundació Joan Miró nacía hace medio siglo –este martes se cumplía el aniversario– como un faro de luz en una Barcelona que, por entonces, era un desierto gris: no existían el Macba o la Tàpies en arte contemporáneo. De modo que, desde su atalaya de Montjuïc, ocupó un lugar referencial. Esto ha cambiado, la ciudad es otra y el público turista supera con creces al local. Sin embargo, el artista barcelonés (1893-1983) sigue gozando de un vasto prestigio internacional. Sobre su vigencia, su legado o la pervivencia de las donaciones que hizo a la ciudad dialogan a propuesta de La Vanguardia los últimos dos directores de la Miró: Rosa Maria Malet (1980- 2017) y Marko Daniel.
Para los Amics de la Rambla, el ‘Mosaic de Pla de l’Os’ es clave en la recuperación Marko Daniel
Además de la propia fundación, Joan Miró regaló a Barcelona el mosaico de la Rambla, la escultura del Parc de l’Escorxador y el mural del aeropuerto. ¿Han ganado en valor social?
Marko Daniel: Todas están en el imaginario de la gente. Se ha hablado mucho del mural en relación con la ampliación del aeropuerto, sobre si su ubicación es digna. Y ahora, con la reforma de la Rambla, se nos ha consultado para proteger el mosaico. Para Amics de la Rambla es una pieza clave en la recuperación de la vía. Nos contactan para asegurarse de que tenga la máxima visibilidad y una explicación sobre la técnica que usó Miró de color integrado en la cerámica, para que con la luz nunca desaparezca. Por ahí pasan decenas de millones de personas al año, es una locura. Y para los del barrio, es ese sello de calidad que representa Miró, esté donde esté.
“Desde el inicio existía el Espai 10 (ahora 13), el único para artistas jóvenes que sigue en pie” Rosa Maria Malet
Rosa Maria Malet: Cuando Miró decidió hacer esas donaciones se transmitió, sin proclamarlo, una actitud muy suya. “Estamos en una ciudad que es Barcelona, la mía, donde nací, que amo y que no quiero que sea gris, oscura”. Aún estábamos en una época complicada y difícil. Y él quería que se situara en un punto equivalente al de otras ciudades que conocía, pues, aunque arraigado a su tierra, había vivido desde joven en París, Nueva York, Japón y lugares donde expuso su obra. Ciudades vivas, activas, donde el arte se integra en el paisaje urbano y forma parte de la vida. De esas cuatro donaciones, la más importante por contenido y relevancia es la Fundació Miró, pero la del Pla de l’Os es de las más destacables. Miró diseñó una obra para ser pisada, para ser vivida, no solo para embellecer, sino como referente.

Rosa Maria Malet y Marko Daniel, en la Fundación Miró
ANA JIMENEZ¿Se han cumplido los deseos de Miró sobre la Fundació? Que no fuera a mayor gloria suya; que convivieran poetas, pintores, gentes de teatro, el cine, el ballet...
R.M.M.: Estuvo claro desde el primer momento: la Fundació no se creó solo para presentar o exhibir obras de Joan Miró, sino también de otros artistas. Por eso desde el inicio existía el Espai 10, que luego pasó a ser el Espai 13, con más metros cuadrados. Fue el primer espacio creado en Barcelona para exponer obra de jóvenes y es el único que sigue funcionando. Al inicio, con Francesc Vicens, había una programación reivindicativa de temas sociales y políticos. Ante la falta en Barcelona de un centro dedicado al arte contemporáneo, la Fundació asumió esa función. Y con la celebración del centenario de Miró, se produjo un claro punto de inflexión: la exposición puso de manifiesto el valor único de la colección de la Fundació, que además de pinturas, esculturas, tapices y las obras que se exponen en las salas, contiene esta extraordinaria colección de dibujos preparatorios, anotaciones del propio artista... Es incidir en que Miró es un artista muy sólido, con un trasfondo que merece ser dado a conocer, y a partir de ahí fueron surgiendo exposiciones temáticas sobre la obra de Miró, que se combinaron con otras temáticas generales del arte contemporáneo. Ahora me parece que es una institución en buenas manos y bien consolidada, en un contexto donde cada institución tiene su propia definición. Me parece que el reto actual es motivador, prometedor.
En los últimos tres años hemos duplicado el público local en la Fundació: ya es un 30%”
Pero Miró no podía imaginar que la Fundació la visitaría un sinfín de turistas y que, al tiempo, la ciudad estaría más desconectada.
R.M.M.: Eso nos pasa a todos. Vamos a museos cuando estamos de viaje y tenemos tiempo para descubrir lo que hay en esa ciudad. Pero Marko y su equipo han logrado atraer a público local.
M.D.: En los últimos tres años lo hemos duplicado. Estamos en un 30%, lo cual, para un museo de esta tipología, está muy bien.
¿Aprendimos en pandemia que no se podía tener tanta dependencia del turismo?
M.D.: La pandemia nos enseñó que es gracias a los visitantes que la Fundació ha podido mantener una alta autonomía económica. Lo que atrae al público, local o internacional, es la calidad. Lo vimos este pasado fin de semana, en un evento con el festival U-22 (para cineastas menores de 22 años) que está autogestionado por jóvenes. La Filmoteca le dedicaba una retrospectiva al cineasta más importante de Taiwán y aun siendo domingo, al mediodía, con un sol increíble y en puente… ¡el auditorio estaba a reventar! Todo eran jóvenes de aquí, y ovacionaron de pie al cineasta al entrar. Y él no se lo podía creer. Como decía Rosa Maria, nuestro mandato es hacer una programación que combine el arte visual con otras formas de expresión cultural y, por otro lado, que incluya propuestas basadas en una investigación profunda sobre el siglo XX y el momento de Joan Miró, las primeras vanguardias, el arte de mediados de siglo... arte ultracontemporáneo.
La Miró está ahora bien consolidada, me parece que el reto actual es motivador” Rosa Maria Malet
Siempre se dice que si la Miró estuviera más céntrica sería el no va más. ¿Qué actuaciones ha de hacer el Ayuntamiento en la montaña?
M.D.: Yo siempre digo que no es una montaña, es un parque urbano que se ha vuelto mucho más central con la expansión de la ciudad. Si tuviera la capacidad mágica de trasladar la Fundació al Gòtic o al Raval, no lo haría. El propio Miró tuvo la oportunidad y no la quiso. Su arte era del siglo XX y necesitaba un edificio del XX, moderno, abierto, generoso con el público, como su arte.
Lee tambiénR.M.M.: Miró no era una persona combativa de forma ruidosa, sino que, cuando tenía una idea clara, luchaba por ponerla en práctica. Y creo que desde el primer momento tuvo clara la visión de este edificio. Un lugar donde se respirase la atmósfera del momento, mirando o pensando en el futuro. La distancia yo diría que es más un problema para el público de Barcelona que para el que viene de fuera. Según mi experiencia reciente y la de otras personas del equipo de la casa, el funicular juega muy a favor. Y ayudaría un aparcamiento cercano, un bus rápido...
M.D.: El alcalde habló del tema cuando vino a la presentación anual. Ya tenemos un shuttle que va desde la plaza España, pasa por delante de todas las instituciones culturales de Montjuïc, da la vuelta y regresa, como un reloj. Es el bus 150. Y pedimos que se llame Bus Cultural de Montjuïc, porque se entendería mejor. Tenemos un 97% de la gente que llega aquí con transporte público. Está muy bien, pero sería bueno facilitar un poco el aparcamiento. La previsión es tener carril bici a un lado de la calle y zona azul o verde al otro.
Lo peor de estos años fue el robo de seis obras de la colección en plena ampliación del edificio” Rosa Maria Malet
¿Cuál fue el peor y el mejor momento de su mandato?
R.M.M.: El peor fue el robo de seis obras de la colección durante la primera ampliación del edificio, aunque se recuperaron todas y sirvió para mejorar la seguridad. El mejor, el centenario, tal como apuntaba antes.
M.D.: La pandemia fue una crisis existencial. Contemplamos incluso si estábamos en condiciones de mantener el mandato de Joan Miró, porque era más fácil sobrevivir siendo museo de Miró y punto, sin la programación pública, social, con escuelas, con familias o la promoción del arte emergente. Pero el patronato y las administraciones decidieron que todo eso era necesario. Ahora un 20% del presupuesto es ayuda pública. ¿Lo mejor? Este 50.º aniversario, un momento fantástico.
Para mí, la crisis existencial en la pandemia: era más fácil sobrevivir siendo solo museo de Miró” Marko Daniel
¿Se ha complicado con Trump la exposición de otoño con arte de EE.UU.?
M.D.: Nunca ha sido tan necesaria esta exposición. Fue una sorpresa ver cuán rápido puede cambiar una sociedad pero con nuestros socios de la Phillips Collection de Washington estamos convencidos de que esta exposición demuestra la importancia del arte.
El premio Joan Miró acaba en manos de gente que luego es relevante.
R.M.M.: Es uno de los mejores del mundo, justamente por esa visión de apoyar a artistas de media carrera que están en un punto que puede ser de inflexión. La nueva premiada, Kapwani Kiwanga, es muy digna del premio.
M.D.: Ese premio es muy excepcional porque, al publicar los nombres de los finalistas, introdujimos una novedad: trabajamos con escuelas de niños entre 8 y 11 años que investigan sobre los artistas y preparan vídeos para explicar al jurado por qué deberían ganar. Cuando conocen al ganador, no se lo pueden creer: trabajan con él o ella, asisten a la inauguración, vuelven con sus familias. Eso demuestra que el arte contemporáneo no es incomprensible, habla directamente a todos. Los niños se convierten en expertos en horas.
No se logró llamar Joan Miró la T-1, pero La Vanguardia abogaba ahora por bautizar la estación de la Sagrera.
R.M.M.: La campaña del aeropuerto tenía sentido porque uno de los primeros proyectos que pensó Miró fue para un aeropuerto, algo muy del siglo XX. El tren, claro que lo usó, sabemos de su viaje con las Constel·lacions en una carpeta, pero no parece que le evocara lo mismo. Aun así, se merece la Sagrera, plaza Catalunya y lo que haga falta.
M.D.: Yo no he abandonado la esperanza del aeropuerto.
El traslado del mural a la T-1 ya está aprobado.
R.M.M.: Esta idea surgió en una conversación con Miquel Molina, comiendo en el restaurante de la Fundació. El mural está hecho de tal manera que el espacio y estilo artístico ya preveían que, si algún día se tenía que trasladar, las piezas encajan de forma que podemos estar tranquilos, no se romperá.
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