Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Mexico

Down Icon

Breve historia de la pobreza en 'off'

Breve historia de la pobreza en 'off'

¿Os acordáis de cuando los ricos también lloraban? Parece mentira, pero hubo un siglo en el que se consideraba que la ficción televisiva por defecto era los folletines protagonizados por las clases altas. Títulos norteamericanos como Falcon Crest, Dinastía o Los Colby eran las series etiqueta negra, el maná de los dioses en los tiempos en los que, si vivías de espaldas al prime time, no formabas parte de la sociedad. Al final de la década de los 80 llegarían las telenovelas venezolanas, que, como las mansiones de nuevos ricos, eran la adaptación felizmente cochambrosa de aquellos fastos, pero igualmente exitosas.

Ahora que se discute tanto el valor de vernos representados en las ficciones que se comen nuestro tiempo libre podríamos preguntarnos por qué nos hicimos adictos a los relatos de ricos, donde no teníamos sitio los demás. Y si aparecíamos era en forma de arquetipo de cuento de hadas: una persona de clase media para abajo podía ser un humilde sirviente, un monstruo en la sombra, una huérfana misteriosa, un vagabundo mágico o un asesino al servicio de otro rey.

Succession se ha celebrado hasta la saciedad como la perfecta actualización de lo shakesperiano. Me sorprende que no se cite tanto la herencia directa de series como Dallas, también construida alrededor de un patriarca inhumano con un aura invencible. Jesse Armstrong parece ser muy consciente de las carencias de las series de televisión que antecedían a la suya y es posible que las tomase como punto de partida. Desde el primer capítulo quedó claro que Succession no iba a ser tímida a la hora de describir la relación sociopática que tiene la aristocracia corporativa con nosotros, los normies, un colectivo objeto de burlas y desprecios relegado al telón de fondo, pero ahora visible. De hecho, algunos normies alcanzan la categoría de personaje y sobreviven más de una escena. Los que proporcionan drogas y sexo, claro.

En la recién estrenada Mountainhead los normies desaparecemos por completo. Jesse Armstrong sabe que para la novísimas élites económicas no tenemos ni siquiera representación en el plano material, somos tokens cuyo sufrimiento e incluso, extinción se puede gamificar. La película describe cómo la palabrería aceleracionista y el fetichismo por lo posthumano son un disfraz para el egoísmo y la crueldad de toda la vida, pero con una capacidad de destrucción a escala de ciencia ficción. Han acusado a Jesse Armstrong de haberse dejado llevar aquí por el tono satírico, de haber hecho una pieza poco creíble. Como si los normies, en la Era Post Moratón de Elon Musk, tuviésemos la más remota idea de lo que pasa en los chalets donde ya no nos llaman ni para barrer.

elmundo

elmundo

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow