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El eternauta

El eternauta

El eternauta es ahora, para la mayoría de eso que solemos llamar el gran público, una serie de Netflix protagonizada por Ricardo Darín. Se ha estrenado la primera temporada y ya está confirmado que habrá segunda parte. Hace unas semanas, mientras transcurría la Feria del Libro de Buenos Aires, la ciudad lucía engalanada con anuncios y también con vistosas maquetas realistas a tamaño natural que promocionaban la serie y con lemas como “Lo viejo funciona” referidos a que, en la ficción televisiva, los autos que caminan son los viejos modelos. En fin, el poder del audiovisual, que siempre es enorme en su capacidad de impacto y sus presupuestos. La serie es ya un éxito internacional y recupera parte del orgullo patrio de un país que lleva años instalado en una crisis permanente. Porque el caso es que la ambientación es bien argentina, llena de modismos y guiños a lo que fue la clase media de un país que ya no es el mismo. Pero no vengo hoy a perorarles sobre la serie televisiva, sino a recordar el cómic, la novela gráfica –como es moda ahora decir– o el folletín en forma de historieta que inspira este nuevo artefacto televisivo. Y, por cierto, nota al margen: la serie es muy poco fiel al original, por más vistosa que sea, pero eso también daría para una larga discusión y para otro artículo.

El cómic El eternauta, de Francisco Solano López y Héctor Germán Oesterhels

PLANETA

La historieta original de El eternauta fue publicada en Argentina por entregas, entre los años 1957 y 1959, en la revista Hora Cero Semanal. 106 episodios en blanco y negro dibujados por Francisco Solano López y con un guion original de Héctor Germán Oesterheld. El protagonista, el eternauta, recibió su nombre, tras convertirse en un viajero del tiempo, de un filósofo de finales del siglo XXI. Es un peregrino de los siglos y se le aparece a un guionista de historietas y pasa ahí a contarle su historia, tras una primera frase desconcertante: “Estoy en la Tierra, supongo”. Cómo Juan Salvo, pues ése es el nombre del protagonista, llegó a convertirse en el eternauta no se nos desvelará hasta el final de este folletín desaforado.

Oesterheld, el guionista, acabó secuestrado, torturado y seguramente asesinado en 1977

Porque la historia que relata es otra, la de una partida de truco en el Buenos Aires de clase media que interrumpe una nevada tras una explosión nuclear norteamericana en el Pacífico. La nevada se revelará mortal y desde ahí, sin desvelarles más peripecias, tendremos una historia con dos grandes partes diferenciadas. Una primera, más familiar y social, es la lucha por la supervivencia y refleja las divisiones y cambios de unas gentes corrientes enfrentadas al cataclismo cósmico. Más tarde aparecerán los alienígenas invasores y con un notable grado de maldad y brutalidad. Hay toda una galería de enemigos: cascarudos, gurbos, hombres-robot, manos y los misteriosos ellos, que el lector no sabe qué o quiénes son, pero que manejan a todos los demás. En la muy extensa segunda parte, para luchar contra ellos, Salvo y sus amigos deberán integrar las filas de un ejército humano que pelea contra el invasor. Los cascos militares de estos reclutas forzosos cada vez más implicados recuerdan a los de los nazis (eran los de la época en el país austral) y más de una escena permite descubrir que la sociedad se ha militarizado para subsistir.

No sería mala idea rescatar la segunda parte del cómic, ahora mismo inencontrable en España

Planeta Cómic acaba de lanzar una nueva edición en formato apaisado y con más de cincuenta ilustraciones retocadas “sin alterar el espíritu original de la obra”. Es una buena edición, en tapa dura y con sendos prólogos de Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain, pero no he visto tanta diferencia con otras anteriores. Esta es fiel al espíritu de lo que comenzó como un entretenimiento de masas con una historia de ciencia ficción pegada a la realidad social bonaerense. En 1957, Oesterheld tiene 38 años, mientras que Solano tiene solo 29.

Oesterheld fue afirmando su compromiso político a lo largo de los años y acabó secuestrado, torturado y presumiblemente asesinado en 1977 por la dictadura. Era montonero y tenía ya sesenta años. También secuestraron y asesinaron –desaparecieron– a todas y cada una de sus cuatro hijas. Dos de ellas embarazadas, para añadir horror al espanto. Igualmente desparecieron tres de sus yernos. Una –terrible– historia argentina.

En la convulsa Argentina de esos años, Perón ha tomado el poder y la aviación ha bombardeado la plaza de Mayo; también buques de la armada, desde el Río de la Plata, han bombardeado el Ministerio del Ejército. Episodios de una casi guerra civil a los que Héctor Germán Oesterheld –HGO– es especialmente sensible. Geólogo de formación, su talento fue el de un narrador de historias que supo trabajar con Hugo Pratt o Alberto Breccia, entre otros dibujantes, como el propio Francisco Solano López, autodidacto que resultó muy adecuado para los matices y retos morales de los protagonistas de El eternauta.

Lo que empezó siendo un folletín de aventuras se transformará en 1976 en una segunda parte, El eternauta II, mucho más sombría, fría y despiadada. Solano también la dibujó, pero contrariado con la evolución del personaje, que superpone la consecución de la libertad a cualquier otra consideración. Esta segunda parte es ahora mismo inencontrable en España. Pero creo que no sería mala idea cerrar el ciclo completo de El eternauta, aunque pueda irritar y molestar a muchos de sus fanáticos. Para algunos, HGO se traicionó a sí mismo con esta segunda parte más filosófica y mucho más deshumanizada.

Esta historieta es muy probable que también les haga pensar y comparar con el pasado argentino y con acontecimientos muy recientes. Es un tebeo que no obliga, pero ayuda a reflexionar. Y hay una conexión, en mi particular panteón, con Starship troopers, la novela de 1959 de Robert A. Heinlein, que llevó al cine Paul Verhoeven en 1997 y que probablemente sea una de las películas más denostadas y peor entendidas de la historia del séptimo arte, porque donde más de uno vio una exaltación fascista a mí me pareció que había una sátira cruel de la humanidad uniformada y en combate. Algo que creo late también en el trasfondo de El eternauta.

lavanguardia

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