El taller de Sant Jordi

El miércoles se celebró en el Palau de la Generalitat uno de los actos suspendidos el 23 de abril por la muerte del papa Francisco. El acto, una conferencia del ensayista Ferran Sáez Mateu titulada “El cristianisme en la cultura catalana. L’espiritualitat avui”, respondía, de acuerdo con el nuevo planteamiento de la agenda oficial de Sant Jordi impulsada por Salvador Illa, a la voluntad medio declarada de convertir la fiesta del libro y la rosa en una jornada de reflexión sobre un sentimiento de identidad nacional inclusivo basado en la reivindicación de las raíces cristianas de Catalunya y Europa, una voluntad que también se ha expresado en la recuperación, dentro del programa institucional, de la misa en la capilla de San Jorge, con la correspondiente bendición de las rosas, y la participación del presidente en un diálogo con el escritor Javier Cercas orientado a promover un marco mental favorable a la aceptación del liderazgo moral del papado “más allá de las creencias religiosas”.
Salvador Illa a su llegada a la misa en la Basílica de la Mercè
Mané Espinosa / PropiasDesde su investidura, el presidente de la Generalitat ha conjugado las referencias al humanismo cristiano como fuente de inspiración de su acción de gobierno con las reivindicaciones de las raíces cristianas de Catalunya combinando su sentimiento de identidad personal con el fomento de un relato ideológico sobre la identidad colectiva y con una peculiar interpretación de la aconfesionalidad de las instituciones que otorga un gran protagonismo a la Iglesia católica. La sintonía de esta operación con un cambio de época en que se promueve con éxito el discurso que relaciona el laicismo liberal con la decadencia de occidente y en que el cultivo de sentimientos diversos alimenta el peso estadístico de quienes se identifican como culturalmente cristianos sin ser creyentes parece obvia.
Como Illa ha repetido, el papel del cristianismo en la historia es de una importancia innegableComo el propio Illa ha ido repitiendo, el papel del cristianismo en la historia es de una importancia innegable. Pero el paso de la conveniencia de conocer y mirar de comprender este pasado a la afirmación de las “raíces cristianas” como una herencia identitaria que debe asumirse comunitariamente y que se identificaría con unos valores que hallarían en la Iglesia su custodio más autorizado es cuestionable.
Lee tambiénEn el Evangelio de Mateo, Jesús apunta que las plantas se conocen por sus frutos y que no pueden recogerse uvas de las zarzas ni higos de los cardos. Illa prefiere recurrir a otra metáfora botánica y hablar de árboles que mueren si se los separa de sus raíces, como si la historia real de la propia Iglesia fuera irrelevante y como si la equivalencia entre “raíces” históricas y “valores” contemporáneos que plantea no fuera un asunto dudoso. El uso de esta metáfora por parte de literatos, papas y políticos tiene una larga historia. Sante Lesti la ha narrado recientemente en un libro: Il mito delle radici cristiane dell’Europa. Dalla Rivoluzione francese ai giorni nostri (Einaudi, 2024), donde cuenta las principales versiones de estos relatos y sus estrategias.
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