Elena Poniatowska: Valeria Corona

Elena Poniatowska
–E
lena, yo soy Valeria Corona. Guillermo Briseño me adoptó. No soy su hija biológica, pero llevamos una vida acompañándonos. Mi mamá y él se volvieron compañeros de vida, entonces me tocó crecer a su lado.
Valeria Corona es una mujer delgada y no muy alta que se dedica a trabajar materiales lumínicos modernos con los que hace poco, logró, con sus ayudantes, hacer una versión moderna del penacho de Moctezuma. En ese oficio, parecido al de la joyería, Valeria logró preservar la pieza al hacer una versión moderna de ésta.
–Me he especializado en trabajar con materiales lumínicos modernos y técnicas del arte popular –dice Valeria–. Viví en San Cristóbal de las Casas cinco años y ahí aprendí técnicas de tejido y joyería con maestros de arte. Sé hacer los preparativos para armar los telares; también trabajo en madera y en metal. Tuve la suerte de conocer al maestro Gerardo Hermosillo, quien hizo las piezas de oro de la réplica del penacho. Entablamos el diálogo entre esos materiales lumínicos que son la luz LED, la fibra óptica, y con esas técnicas logramos recuperar nuestro el arte prehispánico y también descubrimos muchos secretos del arte popular que de igual manera provienen del arte prehispánico… El penacho ha sido el ejercicio número cinco en mi experimentación compartida con maestros y maestras que recurren a distintas técnicas y producen piezas importantes que recrean nuestro pasado.
–¿Cuál fue la primera pieza que hiciste?
–Fue un telar de cintura. En esa nos ayudó la maestra Juliana Pérez, pionera en esa herramienta. A ella le propuse meter en su telar un filamento de cobre con nodos de luz LED; la maestra se puso muy contenta, tiene muchísimo talento y, sobre todo, ganas de enfrentar retos. Entonces, los hilos comunes, como el algodón y el lino, ya no generaban un reto, hasta que le presenté a la maestra ese filamento continuo de luz. Cuando Juliana Pérez empezó a tejerlo se puso muy contenta del resultado.
–¿De qué es ese filamento?
–Es un hilo de cobre y tiene unos puntitos de luz. El primer experimento que hicimos con técnicas del arte popular fue el tejido en telar de cintura con materiales lumínicos contemporáneos. El segundo fue con máscaras anudadas con palma que se hacen en Tlamacazapa, Guerrero.
Tlamacazapa queda a una hora arriba de Taxco. Ahí conocí a unas mujeres maravillosas que tejen la palma para hacer máscaras. Son tres hermanas guiadas por la mayor, una maestra espectacular que se llama Alicia García. Sus hermanas son Teresita y Lourdes. Con ellas, en lugar de trabajar con palma, como se hace tradicionalmente, usamos fibra óptica. Las maestras también se emocionaron mucho porque nunca habían visto un material que reflectara la luz como la fibra óptica. Jugar a oscurecer su sala en Tlamacazapa y trabajar la fibra óptica les gustó muchísimo y obtuvimos resultados inesperados.
–¡Qué padre que se animaran a innovar su tejido con hilos de luz!
–Algo de lo que me he dado cuenta, Elena, es que a los niños de estas maestras ya no les interesa lo que su familia sabe hacer, ya sea el telar de cintura, anudado de palma o el telar de pedal. Las técnicas del arte popular les parecen procesos antiguos que los aburren…
–¿Por qué?
–Porque la sociedad no entiende que los maestros son grandes artistas, y los ve como fenómenos aislados, y sistemáticamente los gobiernos anteriores ignoraron las culturas populares y, por tanto, se ninguneó el pasado.
–Pero en los gobiernos anteriores, con intelectuales interesados en el indigenismo, la arqueología, la alfarería, sociólogos como Gonzalo Aguirre Beltrán en Xalapa, quien investigó la negritud y fue rector de la Universidad Veracruzana; Daniel y Sol Rubín de la Borbolla, Alfonso Caso, Iker Larrauri, Alberto Beltrán y otros enaltecieron las artes populares, las estudiaron y las promovieron. En el Museo de Arte Popular, que montó María Esther Echeverría, se vendían espléndidas creaciones y promoverlas fue un gran acierto. Recuerdo el gusto con el que comprábamos artesanías para entronizarlas en nuestra casa a la que llenamos de equipales, candelabros, loza, vasos de vidrio de la fábrica de Carretones, que se convertían en regalos de bodas…
–Me refiero a las personas que no quieren comprar sus piezas a los artesanos, que regatean su precio o hasta ningunean la pieza que sale de manos artesanales. Los jóvenes, los niños y las niñas de hoy no encuentran una razón para aprender estas técnicas, pero con el pretexto de la luz de LED y la fibra óptica se han picado, y ahora quieren aprender, porque las piezas se iluminan y eso les gusta. Yo había notado que a mucha gente le da igual que el plato sea de plástico que de barro, pero ahora han vuelto a interesarse. Sembrar la curiosidad en las generaciones actuales ha sido un proceso lento, pero muy lindo, Elena. Al arte popular lo llevamos adentro, es nuestro patrimonio. En los altos de Chiapas, con Juliana Pérez; en Guerrero, en Tlamacazapa, colaboro con las maestras García, quienes se dedican al anudado de palma.
–¿De dónde surgió la idea del levantamiento del penacho de Moctezuma como si se tratara de la elevación de la hostia en la misa católica?
–Fíjate que nos propusimos hacer una copia del penacho que está en Austria. La nuestra es una reinterpretación del original que nunca he visto, sino en fotos. Una de mis primas viajó a Viena y visitó el Museo del Mundo, vio el original y nos mandó imágenes. Entonces, quise copiarlo y dedicarle todo el tiempo, por más esfuerzo que costara. Pensé: ¿de qué manera puedo devolver el penacho a México si no tengo plumas ni oro?
Por eso pensamos en los materiales lumínicos y en las técnicas del arte popular. En Chiapas conocí al maestro Gerardo Hermosillo quien tiene un linaje importante y le gustan los retos, y cuando le propuse hacer una réplica de las piezas de oro del penacho original, aceptó. Los hicimos en lámina negra. El penacho tiene círculos, medias lunas, torrecitas. Tienes la libertad de trabajar a esta escala, pero también tienes la libertad de hacer el dibujo o el picado que quieras
, le dije. Hoy, en el museo, la gente se identifica con esa pieza: se toma fotos con el penacho. Hacer ese estudio nos tomó meses, y llevarlo a la computadora también fue muy complicado, pero tenemos el penacho de Moctezuma en el Museo Nacional de Antropología e Historia que dirige el doctor Antonio Saborit.
jornada