Independientes y ‘majors’

La incorporación de la editorial Periscopi al Grup 62, es decir a Planeta, ha levantado una gran polvareda. Yo también quiero decir algo al respecto. El mercado literario en catalán está sobredimensionado: no es nada nuevo. Uno de los peligros de la literatura en catalán era terminar como las ediciones del Trabucaire: unos felibres más o menos evolucionados, testimoniales y simpáticos. Estamos sobredimensionados, tenemos best sellers malos y novelas históricas cursis como todas las literaturas civilizadas. Es un éxito de nuestra Renaixença.
Volúmenes expuestos en una librería
Marta Fernández Jara - Europa Press / Europa PressTenemos también una falsa dicotomía entre editores independientes y editoriales de grandes grupos. Forma parte de las ideas anacrónicas que rodean la literatura: puros y comerciales, literarios y mediáticos. Esta situación hace felices a muchos lectores que toman la idea de la buena literatura como marca de estatus. “Jo soc periscopiana”, leí que decía el otro día una lectora. Los periscopianos –o los anglianos o los altrianos o lo que sea– somos los buenos, los puros y refinados, y estamos por encima de la plebe que lee libros del montón. Pero la realidad es que los autores –con excepciones, pocas– pasan de las editoriales de los grupos a las independientes y de las independientes a las majors . ¿Qué editoriales de ficción en catalán tienen un catálogo con una identidad inconfundible? Males Herbes y Labreu –las más pequeñas– y quizá Angle. La gran mayoría de libros podrían haberse publicado en distintas editoriales. Y, de hecho, dos de los éxitos más sonados de Periscopi han seguido caminos de ida y vuelta respecto a una editorial del grupo que ahora la acoge. ¿Es un tema de volumen de empleados? Tampoco. Las editoriales de los tres grandes grupos funcionan con plantillas mínimas. ¿De promoción? Es más o menos igual en todas partes. No acabo de ver la especificidad, más allá del tema –importante– de quién tiene la llave de la caja.
Uno de los peligros de la literatura en catalán era acabar como las ediciones del TrabucaireCreo que hemos perdido la perspectiva de las cosas. Pere Calders, que nos pasa la mano por la cara a la mayoría de los escritores actuales, trabajó toda la vida –como publicista y como jefe de producción de Montaner y Simón– y no se le ocurrió nunca querer ser profesional de la literatura. Buena parte de la edición de los sesenta contaba con mecenas y socios accionistas: gente de dinero.
Lee tambiénNo sé si nos hacemos cargo del volumen que tenemos y de cuánta gente lee. ¿Subvenciones? Pues claro, siempre y cuando el objetivo no sea la propia subvención. Tiene que servir para que crezca el tejido. ¿Y todos esos premios a obras publicadas? Los que los organizan (de libreros a librería y a Òmnium, que mejor sería que se dedicara a organizar más cursos de catalán) tendrían que reflexionar un poco. Si toda esa cantidad de dinero no sirve para que una de las editoriales más premiadas mantenga su independencia, quizá forman parte de una rutina y no tienen el efecto que se dicen que tienen. Tendríamos que tener todos más los pies en el suelo.
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