La biblioteca de Marina Herlop: la inmortalidad es ahora

Para Marina Herlop, la lectura es un planeta que no ha visitado lo suficiente. Tras las últimas giras, hizo una reflexión: “Ahora hay una avidez frenética por expresar y dar contenido, por generar música, pero se ha perdido el acento en absorber”, dice. “¿Cómo voy a dar, si no he recibido? Si no te ocupas de cultivar la contemplación del mundo, no pretendas con tu audacia hacer algo de la nada”. Cada día dedica un mínimo de media hora a leer. Le da capacidad de concentración, imaginación, conexión de ideas, “cosas que ayudan a crear”.
Por la mañana trabaja tres horas en su nuevo proyecto. Luego para y toca las castañuelas o lee en el balcón, donde las plantas crecen alegres. Ha capado un poco las redes sociales porque la aturdían. Se sienta al piano; es de tercera mano, se lo compró a su profesora Carmen Valero, quien le regaló el libro de preludios de Skriabin. Sobre la tapa hay algunos minerales (le gustan sus formas y colores) y El lenguaje de la armonía, de Lluís Vergés.
Cada día dedica al menos media a hora a leer: le da imaginación, concentración, conexión de ideasPor la tarde vuelve otras tres horas a la música. Es la primera vez que lo hace con la sensación de que alguien la escuchará. Con los álbumes anteriores ( Nanook , Babasha , Pripyat y Nekkuja ) trabajaba hacia dentro. Ha vivido las giras como una explosión, como un momento de apertura. En el suelo de su estudio hay una gran banda de papel con post-its y, a lápiz, un dibujo de la intensidad, apuntes sobre el ritmo. De pequeña le marcó El mundo encantado de Ela , en el que, por un embrujo, una niña obedece todas las órdenes que le dan. De algún modo, ella también obedece las restricciones que se ha puesto: “Cada nota, cada sonido, puede ocuparte la vida entera”, explica, “hay un conflicto entre lo que te arrastra hacia esa infinitud y la vida, que es finita”.
Breve biografía librescaSiempre han estado ahí‘Método europeo per pianoforte’, Fritz Emonts (Schot); ‘El mundo encantado de Ela’, Gail Carson Levine (Ediciones B)Le han marcado‘El malentendido’, Irène Némirovsky (Salamandra); ‘Big Fish’, Daniel Wallace; ‘El corazón helado’, Almudena Grandes (Tusquets); ‘Canto jo i la muntanya balla’, Irene Solà (Anagrama)Le han servido‘Making music. 74 creative strategies for electronic music producers’, Dennis DeSantis; ‘Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva’, Stephen R. Covey (Paidós)Dos regalos'Los preludios de Skrjabin', de su profesora Carmen Valero, que le recomendó el 11; 'La religión de la música, Camille Mauclair (publicado en 1909, en edición de 1945)Uno único‘El lenguaje de la armonía’, de Lluís Vergés, con el nombre de Herlop en la cubierta por un malentendido al encargar su encuadernaciónLe habría gustado conocer personalmenteA Claude Debussy y a Milan KunderaEl último‘El millor dels mons impossibles’, Gabriel Ventura (Anagrama)
Al abordar el proceso creativo, la parte más analítica sopesa las ideas, las clasifica y organiza; tiene que ser compatible con la libertad de una mentalidad juguetona y espontánea. “Ambas son necesarias; si una falla, todo es oscuro y caótico”. En este sentido, Making music. 74 creative strategies for electronic music producers le resultó interesante. También Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva . Lo leyó en el conservatorio porque tenía pánico escénico en las audiciones. El libro divide entre el ego que te juzga y aquel otro en el que debes confiar. Si has tocado la misma pieza mil veces, ¿por qué te pones nerviosa?
Hija de maestros, Herlop es de Piera. Mientras hacía el bachillerato científico, se dio cuenta de que le gustaban las artes; estudió Periodismo y Humanidades. Cuando su hermano se fue de Erasmus, ocupó este piso en Barcelona desde el que se ve el mar. Y en segundo de carrera tuvo una epifanía: ¿por qué no estaba estudiando música? “Fue como si alguien, en una vida pasada, hubiera programado que debía dedicarme a esto”. Retomó las clases de piano que había hecho de niña. Tiene un cariño especial por Metodo europeo per pianoforte , con el que aprendió y luego ha enseñado a tocar, “siempre vuelve”.
Le cuesta desprenderse de las cosas porque para ella todo adquiere fácilmente un valor sentimental. Lee en papel y nunca tiraría un libro. Algunos son del rastro, como una edición de 1945 de La religión de la música . Aun siendo muy cerebral, la música le abre una puerta a otro lugar: “Antiguamente era una experiencia mística y ahora está desacralizada, se ha convertido en producto, y es importante recordar que no vino al mundo para esto”. Le gusta que sea misteriosa, un arte abstracto que aguanta por sí mismo.
Participó en Marçalianes , del CCCB, y con Maria Mercè Marçal comparte la conciencia de que las palabras son como juguetes de cristal. Siente un gran respeto por ellas, por el vocabulario, el léxico, el ritmo de la prosa, “es un arte muy sofisticado”. Con veinte años leyó El corazón helado , de Almudena Grandes, y deseó que no se acabara nunca. Ha leído dos veces El malentendido , de Irène Némirovsky. Flipó con Canto jo i la muntanya balla y tener casi la misma edad que Irene Solà le dio la sensación de que “el momento es ahora”. Con La inmortalidad de Kundera sintió que le habría encantado conocerle y ser su amiga. Es la fan número uno de Debussy (y de Ravel), “a veces tienes la impresión de que te comunicas con ellos”. Música y literatura conectan todos los tiempos para que inmortalidad sea ahora.
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