Mariscal, botijos y ‘chatis’ en el Dry

Javier Mariscal ha convertido el Dry Martini en una Capilla Sixtina del Levante peninsular con 50 obras entre las que figuran botijos, platos de cerámica y cuadros con chatis , jugadores de naipes y los golfos apandadores. Ayer quedó inaugurada la muestra en la coctelería donde las obras se ribetean en las paredes como la grasa al jamón. Presidió la fiesta el alcalde Jaume Collboni, que se desentendió en su parlamento de la queja del artista de que los guapos como él le afanaban las novias.
Todo tiene una explicación en esta ciudad, salvo la chamba de Joan Laporta. El factotum del Dry Martini, Javier de las Muelas, recordó cómo conoció a Javier Mariscal medio siglo atrás. Con Nazario y otros compinches, vendían un tebeo underground en la Rambla y cuando se cansaban cedían los ejemplares no vendidos a un garito de la época. De las Muelas se encargó de las ventas con esa profesionalidad marca de la casa. La relación saltó al mítico Gimlet del barrio de la Ribera. De las Muelas combatía la cultura del garrafón –muy popular en los ochenta– y Mariscal iba con una novia que se fue con otro, “más alto, más guapo, más inteligente” –reconoció ayer olímpicamente– y era en esos momentos cuando Mariscal, que tanto criticaba a De las Muelas su idolatría por Julio Iglesias, le pedía que pusiera el Hey! , que lame heridas o te apuntilla. “Por eso odio a todos los tipos (guapos), como el alcalde, que me han robado todas mis novias”, confesó Javier Mariscal.
Los dos Javis de Barcelona en el Dry Martini, Mariscal y De las Muelas
Ana Jiménez / PropiasAl hacer uso de la palabra, el alcalde exhibió sentido del humor, valor a la baja en la vida pública, y aseguró que “nunca te he quitado una novia, por razones obvias”. Y agradeció “todo lo que han dado” –y dan– los dos Javis de Barcelona, De las Muelas y Mariscal.
La exposición no es un canto a Galicia sino al mundo aniñado y mediterráneo de Mariscal –llamarle cosmos sería cursi– con botijos, platos de cerámica y cuadros notables como ese homenaje a Cezanne que cuelga en el salón Marie Brizard del Dry Martini: jugadores de naipes y pipa, los entrañables golfos apandadores –“a diferencia de Trump, eran ladrones pero buenísimas personas y llevaban la identificación”– y unas jóvenes sentadas en la barra que el artista describió como “chatis”, término ochentero que, ay, nunca ingresó en el diccionario de la Real Academia.
Todas las obras están a la venta y si ahorran, les aconsejo comprar un botijo (280 euros), objeto cañí y sin embargo precursor de los recipientes para beber agua y salvar el medio ambiente que tanto se llevan. ¡Y a triunfar como regalo a las novias perdidas!
lavanguardia