Mossos d’esquadra que escriben novela negra

Cuando eres mosso d’esquadra, siempre hay algunos casos que se te quedan dentro”, asegura Joan Miquel Capell, que fue mosso durante tres décadas, hablando del caso que ha desembocado en la novela Tot anava bé fins ara (Crims.cat), escrita a cuatro manos con el incombustible Andreu Martín. Con él ya formaron equipo en Policies (Crims.cat, 2021), aunque Capell confiesa que Martín ya lo había ayudado mucho en su debut, a la vez que el escritor señala: “Es mi policía de cabecera”.
Su nueva novela arranca con el suicidio de un mosso d’esquadra: “Cada año se suicidan policías, y hace años nadie no quería saber nada, se escondía y era injusto para alguien que se ha dedicado a servir a la sociedad. Ahora, por suerte, se ve de otra manera y hay atención psicológica”. Ellos dos se reparten el trabajo, uno pone el procedimiento y buena parte de los hechos, y el otro se dedica a la gestión de la trama y la capa de ficción, aunque, como recuerda Capell, “de algún modo cuando pones la realidad en palabras ya haces ficción”.
Lee tambiénÉl se empezó a interesar por la escritura sobre todo a raíz del Club de Lectura de los Mossos d’Esquadra que impulsó Paco Camarasa, pero también recuerda que “el trabajo de policía tiene mucho que ver con escribir, haces muchos atestados y hace falta una coherencia”. De hecho, reconoce que en los libros le atrae mucho “la parte del procedimiento, aunque aquí es donde Andreu me tiene que parar los pies”.
Marc Pastor, Xavier Álvarez Llaberia, Rafa Melero o Xus González tienen una vida paralela como escritoresCapell empezó a publicar cuando ya había abandonado el cuerpo policial –hace años que es responsable de seguridad de la Diputación de Barcelona–, pero otros mossos en activo, como Marc Pastor, Rafa Melero, Xavier Álvarez Llaberia o Xus González, tienen una vida paralela como escritores, especialmente de novela negra.
De todos ellos, Marc Pastor, que con ocho libros también es el escritor más veterano –el último, Riu de safirs (Edicions 62), lo definía hace un año como un “western artúrico”–, parece el más alejado de la novela negra, ya que todos sus libros tienen una capa de fantasía que los inserta en un universo propio, el Corvoverso, que tiene un arco narrativo que los relaciona.
Coincide con sus compañeros en que con un trabajo como el suyo, “escribir es catártico, porque puedes reflejar la experiencia que sentiste”, aunque en sus libros él no usa casos en los que haya trabajado: “Me parecería que estoy sacando un beneficio, económico o de prestigio, del dolor que ha podido suponer, no quiero perpetuar el dolor de nadie”.
Beatriz Torregrossa La mossa que escribe novela eróticaEl género negro no es lo único que escriben los mossos d’esquadra, ya que, por ejemplo, también está Ariadna Tuxell, el seudónimo bajo el que Beatriz Torregrossa ha escrito dieciocho novelas eróticas (dark romance, especifica, que mezcla la trama romántica con la negra), la última de las cuales es Sombras en la ciudad (Lince), primer libro de una trilogía. También fuera de la policía catalana se escribe en otros registros, como hace el policía aragonés Sebastián Roa, especializado en novelas históricas como la Trilogía Almohade, hace poco reeditada, o Sin alma. La gesta de Simón de Montfort (Harper Collins). También hay agentes que después de probar el éxito literario deciden profesionalizarse con la escritura, como hizo el exmosso Víctor del Árbol –autor de la reciente El tiempo de las fieras (Destino)– o el expolicía valenciano Pere Cervantes, autor de Me olvidé del cielo (Destino).
Eso no significa que no utilice anécdotas o escenas vividas, “pero siempre disimulado, y exceptuando algún homenaje esporádico, cambiando nombres y espacios, aunque es curioso, porque a menudo los lectores ven retratados a los otros, pero no se identifican a ellos mismos”. Hay momentos que marcan mucho, como en su caso el atropello ferroviario de Sant Joan en Castelldefels en el 2010, del que bebe para escribir una escena en Bioko (Ara Llibres, 2013), o los atentados de la Rambla del 2017, que utilizó en Els àngels em miren (Ara Llibres, 2019): “Me dejaron tocado y poder escribirlo fue una liberación”.

Andreu Martín y Joan Miquel Capell, autores de 'Tot anava bé fins ara', en la librería Obaga
Miquel González / ShootingDesde Lleida, Rafa Melero, autor de siete novelas con el recurrente sargento Xavi Masip, la última es Dragones de papel (Ediciones B), asegura que “de algún modo aprendí a escribir haciendo atestados policiales”. Melero, que había tenido una buena carrera como atleta, tiene muy claro que además de respetar, como sus colegas, el secreto profesional, hay que evitar concretar aspectos “que puedan usarse para hacer daño”, cosas como la manera de pinchar teléfonos, por ejemplo.
Él tampoco utiliza casos reales –aunque revela que todo lo que saldrá en la siguiente novela ha pasado en realidad y está documentado, pero con una buena capa de ficción–, sino que ante un caso piensa cómo lo haría él. También son reales sus emociones, porque la literatura “libera, es una buena manera de sacarte de dentro cosas horribles y algunas frustraciones”.
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Hay un cierto consenso en que la primera novela negra moderna en catalán fue Es vessa una sang fàcil, que Manuel de Pedrolo publicó en 1954, pero algo había en el ambiente, porque solo un año después se publicaba Estimat senyor fiscal, de Maurici Serrahima, una obra también pionera que la editorial Clandestina recupera ahora para encabezar la colección Clàssics catalans de Crims.cat, que dirige Àlex Martín Escribà, y que en el epílogo, escrito con Jordi Canals i Artigas, traza una cronología en la que La bíblia valenciana de Rafael Tasis, publicada el mismo 1955, había sido escrita en los años cuarenta.Para el director de la colección, la novela de Serrahima “subvierte los códigos, ya que no hay detectives ni policías, sino que es la carta que un condenado por un asesinato escribe al fiscal para explicarle cómo ha acabado en prisión”, profundizando en la soledad de un presidiario que sabe que no saldrá de allí, porque en su caso no habrá presunción de inocencia, para desembocar en una historia oscura y sórdida. Martín Escribà califica la obra de gran redescubrimiento literario de uno de los intelectuales que como escritor destacó por sus dietarios, que reflejan la vida cotidiana en círculos intelectuales, políticos y catalanistas de la Barcelona de posguerra. Abogado de profesión, también destacó por su vertiente política como uno de los fundadores de Unió Democràtica.El libro, escrito en tan solo 25 días, “habla del poder judicial, de las leyes, de la justificación de un preso que vive entre rejas, en una jaula, es decir, como una dictadura”. Martín Escribà también destaca que el autor se inspiró en la obra Lettre à mon juge de Georges Simenon, un autor de quien posteriormente tradujo El penjat de Saint-Pholien en la colección La Cua de Palla que dirigía Pedrolo.La nueva colección estará dedicada a reivindicar figuras olvidadas del género negro en catalán, como Llorenç Sant Marc, Maria Aurèlia Capmany o Jaume Fuster.
Melero empezó escribiendo las primeras novelas en catalán, pero al ver una vez salieron en castellano encontró que tenían más lectores y pudo acceder a más festivales de novela negra. “Me parece importante llevar traer el nombre de los Mossos en el resto de España, donde tengo muchos lectores”, asegura.
Xus González sí que utiliza en sus novelas casos en los que ha trabajado, pero desdibujando acciones, localizaciones y personajes, pero así puede aprovechar para “dar las emociones y sensaciones de los policías, y también la angustia, porque no somos robots”, como El corsario (Reservoir Books), segunda entrega de la serie que protagoniza la mossa Silvia Mercado.
Aunque “el objetivo es entretener”, tiene muy claro que la literatura negra sigue teniendo una parte de crítica social, y eso incluye la autocrítica, por las condiciones de trabajo, pero también por la corrupción policial: “Hoy es mínima pero existe, y es importante cómo se aborda dentro del cuerpo”.
“Hay que recordar que hacemos ficción, nuestros libros no son manuales de buenas prácticas del cuerpo”, declara Rafa MeleroDesde pequeño, a Xavier Álvarez Llaberia, autor de El confident (Rosa dels Vents), siempre le había atrapado la escritura, y dentro del grupo de análisis de la conducta criminal ya tenía que dedicar tiempo a escribir, pero además haciendo ficción “arreglo las emociones, y aunque te puede incomodar, es una buena terapia”. Para él, el límite de la confidencialidad queda claro cuando un caso ya ha salido en la prensa escrita, pero en el caso de los policías en activo cree que les permite “transmitir el aire de la realidad”.
Cuando escriben sienten la responsabilidad de representar de alguna manera a la policía, pero al mismo tiempo, como dice Melero, “hay que recordar que hacemos ficción, no son manuales de buenas prácticas del cuerpo”. “Reflejamos el día a día de la policía con claroscuros, pero hoy las cosas se hacen de otra manera”, dice González, porque como recuerda Álvarez “hoy los policías no tienen nada que ver con el estereotipo de hombre torpe alcoholizado, buena parte tenemos carreras universitarias, hacemos deporte, cuidamos la alimentación... y además trabajamos en equipo”. “Detrás de las placas y los uniformes hay personas”, subraya Melero. En este caso, además, escriben libros.
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