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Nada que celebrar

Nada que celebrar

No se sabe si fue un vaso de chupito lanzado contra la pared o un ladrillo lanzado contra un policía. Tampoco se sabe quién tiró aquel objeto, si Marsha P. Johnson o Sylvia Rivera, ambas mujeres trans negras y disidentes sexuales. Pero lo que sí que se sabe es que alguna de ellas lanzó un vaso, una piedra, un ladrillo y luego vinieron todas las demás. Esa noche del 28 de junio de 1969 en Stonewall Inn, el bar gay de New York que hasta entonces había servido de clandestino, empezó la revolución que dura hasta hoy.

De la genealogía del ladrillo, del París is burning, de la calle, de los adoquines, de los márgenes, de las leyes de peligrosidad, de las cárceles, de los piratas y las putas y las bujarras, de los insultos que damos constantemente la vuelta, de los golpes de los que nos reponemos, de toda esta furia y de toda esa violencia ejercida sobre nosotras y sobre nuestros cuerpos años y años y años, de ahí venimos. Con tal tradición de resistencia no sé qué esperaba Orbán que ocurriera al prohibir la marcha del Orgullo LGTBIQ+ este sábado en Budapest.

Lo que pasó ya lo sabemos todas: la ciudad abarrotada, con esas 100.000 personas que salieron a la calle, aunque se habían anunciado multas y consecuencias penales. Aunque se habían llenado los puentes de cámaras de reconocimiento facial para ponérselo fácil a la policía. Y aunque se había permitido una manifestación nazi en el mismo recorrido. Porque lo que sí que hizo Orbán fue alentar el conflicto. Luego dijo que no quería enfrentamientos y que la policía no actuaría. Pero actuar es también dejar a los perros matones enfrente para que huelan a sus presas. Actuar es tensar los gatillos para que otros disparen.

En la madrugada de este lunes, 56 años después de aquella primera revolución, y al lado del mítico Stonewell Inn, símbolo de la resistencia y de la rebelión, ha habido un tiroteo en el que han resultado heridas dos adolescentes después de las marchas del Orgullo. "En un momento en que nuestra ciudad debería estar celebrando a los miembros de nuestra diversa comunidad LGBTIQ+, incidentes como este son devastadores", ha escrito en X el alcalde de Nueva York, Eric Adams.

De Trump a Orbán. Esta es la nueva política del desgaste y del enfrentamiento, de la alentación sin cesar al odio, que tanto se parece a la vieja política de siempre. La supuesta justificación de Orbán para prohibir la manifestación era la protección de la infancia. Habría que recordarles entonces a Orbán y a los líderes ultraderechistas que a los niños solo se les protege en un mundo donde no haya guerras ni represiones ni palizas ni tiroteos ni asesinatos por ser quien eres.

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