¿Se heredan las heridas familiares?

Vuelve Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) a la familia –“territorio de la memoria (…) donde el amor y el conflicto confluyen”–, una constante en su producción que ha cristalizado en novelas (Los seres felices ), volúmenes de relatos (Mudar de piel ) u obras testimoniales y autobiográficas como la muy lograda Tiempo de vida , consagrada al padre, o la más reciente Algún día seré recuerdo .
En Los ilusionistas el escritor compone una especie de rompecabezas que la lectura encaja. Este es un libro hecho de episodios, relacionados entre sí, larvado a lo largo de los años –lo va desvelando el autor– que supone también una indagación en la genealogía de la rama materna de su familia. Hay la voluntad –escribe en las páginas postreras– de rendir tributo a la madre. Se suma así a lo practicado por autores como Richard Ford o, recientemente, Jorge Fernández Díaz, con libros dedicados por separado al padre y a la madre.
⁄ El libro rastrea esos episodios que de forma soterrada condicionan a las generaciones posterioresA quien haya seguido los textos del escritor madrileño le resonaran algunos episodios de este volumen. El abuelo materno, el escritor Gonzalo Torrente Ballester, extiende su largo espectro sobre la estirpe (“ centralidad de mi abuelo en la constelación familiar”). Casado con Josefina Malvido, tuvieron cuatro hijos, uno de ellos la madre de Giralt. Tras enviudar el autor de La saga/fuga de J. B. volvería a casarse y ampliaría su descendencia con siete vástagos más. Las desavenencias entre unos y otros se prolongarán a lo largo de los años y perdurarán tras la muerte del patriarca a causa de su testamento.
Arranca Los ilusionistas con un retrato que bien podría convertirse en una tesis o un ensayo sobre la relación que mantuvieron sus abuelos. La correspondencia que intercambiaron –por temas de derechos, las cartas del abuelo no se reproducen textualmente– dibuja unos escenarios, un devenir familiar y una relación íntima de la pareja donde Torrente Ballester –“ puritano y carnal, católico y progresista, egoísta y controlador, reservado y petulante”– no despierta simpatías. El nieto escritor (“ También yo adoré a mi abuelo en cuanto supe hacerlo”) se balanceará entre la objetividad y la subjetividad a la hora de abordarlo.
Este texto rastrea la huella de una herida primigenia, que para el nieto marca las existencias de su madre y de sus tíos: la prematura muerte de su abuela y la pronta pasada de página de su marido. El autor decide identificar a sus familiares con las iniciales de sus nombres. Lo hace –escribe– para evitar excesivos apegos o desafectos con los personajes, pero el nombre propio los acercaría al lector.
/Su tío Gonzalo, escritor premiado y delincuente, “mi referente más querido”, dejó escapar su talentoTraza el autor los perfiles de sus dos tíos, su tía y su progenitora. De su mano eleva cada una de esas vidas con sus particularidades –muchas veces poco complacientes– y los convierte en seres tan reales como literarios. Es el caso de su tío Gonzalo, escritor premiado y delincuente, “mi referente más querido”, que dejó escapar su talento. Rescata la mirada de su niñez y juventud y vivencias compartidas, que ahora corroboran intuiciones de entonces o a las que da nuevo sentido.
El libro rastrea esos episodios que de forma soterrada condicionan a las generaciones posteriores (“ un suceso acontecido antes de que viniéramos al mundo puede tener mayor incidencia en cómo somos”) y se pregunta si hay herencias que se llevan dentro; si las mistificaciones, la semilla de la escritura, la inestabilidad económica o la forma de encarar la vida se determinan calladamente o si cada uno es dueño de sus decisiones. También él, descendiente de esa saga. Giralt Torrente completa así un ejercicio literario de autoconocimiento, a páginas psicoanalítico –el retrato de su madre–, y cuestionamientos existenciales: la soledad, una constante. Lo hace con el tono, fraseo y escritura elegante que le caracteriza, que tan buenos momentos brinda a quien le lee.
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