Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Mexico

Down Icon

Verónica Ortiz Lawrenz halla en la palabra una vía para reconstruirse

Verónica Ortiz Lawrenz halla en la palabra una vía para reconstruirse

Verónica Ortiz Lawrenz halla en la palabra una vía para reconstruirse

La escritora comparte las secuelas de una caída absurda en No hay plegarias para los descabezados

▲ La también conductora y promotora cultural Verónica Ortiz Lawrenz dialoga en su poemario con el dolor físico, la angustia espiritual y la necesidad de entender por qué sobrevivió al tropezar en una escalera y golpearse la cabeza contra un muro.Foto Luis Castillo

Daniel López Aguilar

Periódico La JornadaLunes 11 de agosto de 2025, p. 2

Rodeada de dos majestuosos libreros repletos de cuentos, novelas y poesía, Verónica Ortiz Lawrenz (Ciudad de México, 1950) parece estar en otro espacio.

Ya no es la mujer inquieta y llena de energía que caminaba las calles, participaba en programas de televisión y encabezaba diálogos abiertos sobre sexualidad y política. Ahora habita un universo más íntimo, donde el verde de los árboles que observa desde su ventana se convierte en refugio y símbolo de vida.

Hace casi cuatro años, una caída absurda transformó su existencia. Al tropezar en una escalera, cayó de cabeza contra un muro de cemento. La lesión fue grave: su atlas, la primera vértebra cervical justo debajo del cráneo, quedó fracturado en seis fragmentos. El impacto estuvo a punto de costarle la vida y la confinó a una forma distinta de vivir.

Pese a las secuelas, la escritora, conductora y promotora cultural regresó a la escena literaria con el poemario No hay plegarias para los descabezados (Fondo de Cultura Económica), en el que ofrece un testimonio desgarrador de esa experiencia.

No hay sobrevivientes del desnucamiento, no hay plegarias para ellos. Este libro tardó tres años en gestarse. Estoy viva para contarlo, y eso es casi un milagro, compartió en entrevista con La Jornada.

Dos citas, una de Lao-Tsé y otra de D. H. Lawrence introducen su obra, compuesta por 30 textos nacidos de ese proceso. La autora admitió que escribir fue, ante todo, una catarsis que trazó el itinerario de mi duelo personal, la pérdida de fe y la constante búsqueda de sentido.

En sus versos, la religión juega un papel importante. A pesar de haber dejado atrás la fe católica, el reclamo a Dios permanece: Dios, estos tornillos no son míos, son tuyos. ¿Por qué me los pones a mí?

Esa pregunta, que podría ser un grito en la oscuridad, se vuelve pensamiento persistente: dialoga con el dolor físico, la angustia espiritual y la necesidad de entender por qué sobrevivió. ¿Qué debo hacer aquí? ¿Para qué estoy?, se pregunta.

No sólo el cuerpo sufrió; perdió parte del cabello, su oído izquierdo funciona con dificultad y la memoria le juega malas pasadas. Mi mente se nublaba de repente, añadió, es parte del golpe en la cabeza.

Más allá del daño físico, la fractura trajo consigo una soledad profunda, reflejada en largas horas de introspección que le permitieron hallar en la palabra una vía para reconstruirse.

Leer y escribir sana; quiero estar cerca de Eros y lejos de Thanatos, afirmó la autora con convicción.

Quien fuera pionera en abrir espacios para la educación sexual en la televisión mexicana, en tiempos en que hablar de sexo era un tabú, ahora explora esa misma dimensión desde una corporalidad marcada por la fragilidad.

Esta publicación es también un reclamo ante la indiferencia que enfrentó cuando las visitas se volvieron escasas, las palabras amables quedaron a la distancia y nadie se acercó para leerle en voz alta o simplemente para acompañarla.

Nos hemos vuelto tan poco receptivos al dolor y a la vida de los otros. Esta desconexión humana, común en nuestros días, se siente aún más profunda en mi experiencia, lamenta Verónica Ortiz, quien nunca había pensado en escribir un volumen de poesía.

Las largas reflexiones y párrafos compartidos en Facebook con sus seguidores dieron paso, gracias a la guía de poetas amigos como Arturo Córdova Just, a versos que dieron voz a la nueva Verónica, a quien tuvo que aprender a ser.

A sus 75 años, con una trayectoria de cuatro décadas en radio y televisión y ocho libros publicados, se muestra orgullosa de su historia, su voz y su capacidad de reinventarse. Para ella, la poesía es la herramienta para nombrar lo innombrable, para contar lo que no tiene precedente, para compartir una verdad íntima.

Sobre lo que espera que el lector experimente al acercarse a su obra, reflexionó:

“No hay que temer al dolor ajeno. Quiero que quien lea esta colección de poemas lo haga sin prejuicios, sin miedo a lo que pueda encontrar; al contrario, espero que se conecte con ese dolor, pero también con la resiliencia que he hallado en él.

La poesía tiene el poder de abrazar lo más oscuro, y eso es lo que quiero compartir: la fragilidad humana, el sufrimiento, pero también la belleza que puede nacer de todo ello. Al final, es un ejemplar que habla de la vida, de las preguntas que nos hacemos, de las respuestas que nunca llegan, pero también de la esperanza, de la luz que nos salva.

No hay plegarias para los descabezados se presentará el jueves a las 19 horas en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (Tamaulipas 202, colonia Hipódromo Condesa). La autora estará acompañada de sus colegas Julia Santibáñez y Eduardo Casar.

Page 2

Armando Fonseca, ganador del 16 Catálogo Iberoamérica Ilustra

Foto

▲ Imágenes de la serie En el centro del silencio, hay una fiesta, de Armando Fonseca.Foto Cortesía del ilustrador

Anaís Ruiz López

Periódico La JornadaLunes 11 de agosto de 2025, p. 3

El ilustrador Armando Fonseca (Ciudad de México, 1989) fue elegido ganador para el 16 Catálogo Iberoamérica Ilustra, premio que otorga la Fundación SM en colaboración con la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), con la serie de cuatro imágenes En el centro del silencio, hay una fiesta.

En entrevista con La Jornada, detalló: “la historia comienza con unos músicos que son invitados a entrar en el cráter de un volcán, donde se desarrolla una fiesta y aparece un personaje con una máscara de muerte y baila con uno de los músicos que porta una tuba, este instrumento gigante que se enreda en todo el cuerpo. Después hay una transformación, que es lo que hace la muerte, pero no es sólo el fin de la vida, sino también es el inicio, como la flor que nace de la muerte, tal como en las cosmovisiones mesoamericanas.

La serie empezó a formarse cuando escuché una banda de vientos en el centro de Oaxaca. Se creó en mí una especie de antena que estaba atenta y recibiendo varias señales al mismo tiempo para poder representarlo. El dibujo es un gesto que deja una huella y al leerla, te habla. Pensé en las fiestas de las comunidades en México, las cuales, pese a su diversidad, comparten rasgos, como las festividades de muertos. Dibujé a los personajes, entre animales y humanos, hay felinos, peces, conejos, un cocodrilo, un alacrán y un toro que bailan entre sí, contó.

El también filósofo comentó que en este trabajo quería capturar el carbón, crear un paisaje muy cenizo, una atmósfera parecida a la de Juan Rulfo, donde el polvo es el protagonista. También buscaba reflejar mi admiración por la cultura y el arte popular, pensé en los sones de Oaxaca y el son jarocho; también a nivel latinoamericano como la cumbia y el son cubano. Me inspiré en algunos pintores como Francisco Toledo, Rufino Tamayo, Gilberto Aceves Navarro, José Luis Cuevas, en el grabador José Guadalupe Posada y el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo.

Atmósfera poética

Fonseca explicó que el título de su serie se debe a una frase que refirió uno de sus escritores favoritos, Enrique Vila-Matas, me pareció que podría enmarcar la escena, sobre todo cuando bailan en el cráter, porque un volcán parece estar en silencio cuando está dormido y sólo suelta unas fumarolas pero, en realidad hay un magma que está en latencia, encendido y muy activo. Parece que hay silencio, pero realmente hay música. Este título también le daba una atmósfera poética.

El galardonado destacó que gran parte de su desarrollo como ilustrador “ha sido acompañando al premio y viendo a los seleccionados a lo largo de los 16 años que ha tenido el catálogo. En la primera edición, el ganador fue Santiago Solís, después Gabriel Pacheco, ambos fueron mis maestros. También lo obtuvieron mis amigos Juan Palomino y Amanda Mijangos. He concursado seis veces, ya que es un referente en el mundo de la ilustración.

Es bueno ver mis trabajos anteriores, los veo muy distintos entre sí. Uno se va transformando y eso también es interesante. Al competir vas desarrollando tu propio trabajo, se trata de probarse a sí mismo y ver de qué eres capaz o de qué cosas son posibles como ilustrador, y el resultado es, muchas veces, completamente inesperado, afirmó contento.

Fonseca mencionó que, en el ámbito editorial, el ilustrador muchas veces responde a deseos y expectativas que vienen de los editores, la industria o del autor; en este concurso es un poco de abismo, porque tú tienes el control de todo, luego no sabes por dónde empezar y cómo abordarlo. Se trata de elaborar una serie de imágenes que sean susceptibles de lectura y que estén articuladas; debes pensar en cómo hacer para que se entienda.

Fonseca fue elegido entre 682 trabajos procedentes de 19 países por la enorme calidad de su trabajo gráfico y la original exploración visual de sus ilustraciones, así como la amplitud de un universo simbólico arraigado en lo popular, con referencias arquetípicas reinterpretadas de forma poética, así lo dio a conocer el jurado integrado por Carolina Rey, Isabella del Monte, Andrea Fuentes Silva, Paulina Márquez y Pep Carrió, quienes, además de emitir el fallo del ganador, otorgaron menciones especiales a los artistas María José de Telleria (Argentina), Saioa Aginako Lamarain (España), Paula Bustamante (Chile) y Rocío Katz (Argentina).

jornada

jornada

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow