Dagoberto Moll, el decano

Cerca ya de los 98 años, Dagoberto Moll es el exfutbolista vivo de más edad en la historia del Barcelona, del Espanyol y del Deportivo, que fue su puerta de llegada a la Liga. Nacido en Montevideo el 12 de julio de 1927, llegó a España en el verano de 1949 como una apuesta personal del entrenador deportivista, el argentino Alejandro Scopelli, años después impulsor de la inhalación de oxígeno en el Espanyol en los descansos de los partidos.
Moll, con antepasados catalanes lejanos, se integró en un equipo de fútbol espectacular con una delantera de las que quedaron grabadas en la memoria de los aficionados gallegos y fue bautizada como la orquesta Canaro, en honor a un compositor uruguayo-argentino de fama internacional. El Dépor se proclamó subcampeón de Liga en 1950, y Moll, 1,66 metros de estatura, arrancando desde el centro del campo por la derecha o por la izquierda, pues dominaba con soltura ambas piernas, exhibía su regate elegante y su buen disparo. Era, además, de los que no se arrugaban. Si le daban, respondía.
Lee también Su carrera cambió de rumbo por una entrada a traición que le rompió la rodillaMoll jugó cinco años en el Dépor hasta que, en la primavera de 1954, pasó al Barcelona acompañado de una promesa de 18 años que se llamaba Luisito Suárez. Las gestiones las condujo uno de los directivos carismáticos de la época, un personaje irrepetible en la historia del Barcelona, el industrial textil sabadellense Antoni Tamburini. 625.000 pesetas recibió el cuadro gallego en una operación interesante: el Barcelona pagó 500.000 por Suárez y 80.000 por Moll, y los futbolistas aportaron, respectivamente, 25.000 y 20.000. El contrato de Moll se firmó por cuatro temporadas a 200.000 pesetas por año, y el de Suárez fue de cinco, a 125.000. El club blaugrana se hizo cargo de los gastos de la nacionalización de Moll, dando por hecho que sería coser y cantar. Como en tantas otras ocasiones en la historia blaugrana, los trámites se encallaron y Moll no pudo debutar hasta la undécima jornada.
Se hizo un hueco en la delantera, en competencia con los Kubala, Villaverde, Manchón, Tejada, Basora, Moreno, Mandi... Pero no tuvo suerte. Al tercer partido, en Valladolid... “José Luis me dio un golpe en la cara y me partió el labio. El árbitro le expulsó. Poco después se me acercó Lolo y me dijo ‘Ahora te voy a dar yo’. Le contesté ‘Tú verás’ y le di la espalda. Entonces, sin más, me atizó una patada y luego un tortazo. Yo, la verdad sea dicha, entonces también le di”, explicó Moll en conversación con el periodista Federico Gallo. Se armó un rifirrafe considerable, los jugadores locales rodearon a Moll, que recibió una patada en el costado, el partido estuvo detenido varios minutos y el uruguayo también se fue a la caseta. Cuatro partidos de paro forzoso.
Moll regresó al once titular en cuanto purgó su sanción y se afianzó. Era un fijo para el técnico blaugrana, Sandro Puppo. Hasta que, en la última jornada de Liga, Barcelona-Hércules en Les Corts, sufrió una terrible lesión de rodilla que influyó decisivamente en el declive de su carrera. Se lo cargaron, vaya.
“Driblé a dos jugadores y cuando regateé al tercero me entraron por la espalda, ni le vi la cara. Se tiró a darme y me rompió la rodilla”. Era el minuto 6 de juego. La lesión, similar a la sufrida por Kubala en San Mamés, cambió la historia. Era el 10 de abril de 1955. Intervención quirúrgica, pierna escayolada, larga recuperación... Nunca más volvió a jugar en el Barça más allá de amistosos. Intentó recuperarse en el filial blaugrana y en abril de 1957, tras dos años de calvario, compró su libertad y se incorporó al Espanyol, con el que apenas jugó seis partidos de Copa, incluida la famosa final contra el Barça en Montjuïc. Pasó por el Celta, regresó al Dépor, estuvo en el Elche y colgó las botas a los 34 años en el Albacete, en Segunda, en 1962.
Moll, casado con una gallega, Flora Estrada, vive actualmente en A Coruña. Tuvo también una larga carrera como entrenador, dirigió al Hospitalet (en Segunda), al Dépor, al Tenerife, estuvo en México al frente del Atlante... Su memoria empieza a flaquear, pero no ha olvidado el día de la entrada a traición que cambió su carrera.
Imborrable recuerdo Kubala, Di Stéfano y Moll en una tarde de gloriaEl día de la lesión está marcado en su recuerdo, pero también otra fecha especial. “Siempre le preguntan por ese partido”, señala su esposa, Flora, al otro lado del teléfono, desde A Coruña. Fue el 26 de enero de 1955, un choque benéfico entre una selección catalana y el Bolonia, segundo de la Liga italiana. La delantera, con Basora, Villaverde, Di Stéfano, Kubala y Moll, realizó una de las mayores exhibiciones de la historia de Les Corts. Un 6-2 final (6-1 al descanso) llevó la rúbrica de dos goles de Moll y, sobre todo, la certeza de que se impidió que Kubala y Di Stéfano jugaran juntos. “Eran distintos, pero de calidad tremenda. Los dos mejores del mundo”, recuerda Moll.
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