El mal arte de tirar penaltis

Sostienen que hoy en día Sigmund Freud está casi olvidado en los estudios universitarios, pero tal vez el padre del psicoanálisis tenga algo que decir sobre la relación entre el fútbol de hombres y de mujeres. Tan cerca y, por suerte para los espectadores, todavía tan lejos.
El profesor en psicología Paul Bloom, de la Universidad de Toronto, argumentó en su libro Psico: la historia de la mente humana (Deusto, 2024) que se mantiene la vigencia de ideas planteadas por Freud, como que “la mente está en guerra consigo misma”. Reconoció, sin embargo, que muchas otras nociones son bastante disparatadas, apartado en el que incluyó la teoría del trauma de las niñas por “envidia de pene”.
Es una suerte para los amantes del deporte rey que esta elucubración freudiana se califique de obsoleta.
Solo hay que repasar el reciente y falso Mundial de Clubs disputado en Estados Unidos y comparar esa competición –el Real Madrid, en una desastrosa temporada en blanco, pregonó que era el título más importante de la década y, tras ser humillado, quedó en un entrenamiento– con la autenticidad del Europeo de selecciones femeninas.
La final de Nueva Jersey, con Gianni Infantino, jefe absolutista de la FIFA, junto a Donald Trump, que salió a celebrar el título como si hubiera ganado él y no el Chelsea, fue la guinda del desastre. Los malos modales se impusieron. Qué imagen más triste en medio de poco fútbol. A Cucurella casi le arrancan la melena; simples roces parecían, por los gritos, puñaladas traperas de ingreso en la uci y pronóstico más que reservado, mientras que cualquier salto para rematar de cabeza servía como método de agitar los brazos para darle a los rivales en la cabeza. Rivales que han aprendido, en respuesta, a hacer teatro y del bueno, como decía Mourinho, apóstol del fútbol con pene.
Nada que ver, al menos hasta ahora, con lo que se está viendo en los estadios de Suiza, llenos hasta los topes. Gustará más o menos el punto de evolución, pero las mujeres practican un fútbol mucho más vinculado a la verdad del juego que a las suspicacias y las trampas.
Solo se observa una crisis freudiana. El mal hábito masculino entre ellas de lanzar los penaltis, donde incluso Alexia Putellas imita la tontería con la que los hombres ejecutan este chut.
Frente a paradinhas y pasos de baile, la inglesa Lucy Bronze, tal vez por su aprendizaje blaugrana, lanzó su penalti, el definitivo para entrar en semifinales, como lo habría hecho Johan Neeskens: a romper. En esta faceta sí se palpa la guerra de la mente consigo misma.
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