Fracaso comunicativo

El Trofeo Joan Gamper del verano del 2021 se jugó en el estadio Johan Cruyff, con una asistencia de 3.000 espectadores. Eran las condiciones impuestas por la normativa de evitar contagios durante la pandemia de Covid en espacios públicos. El Barça ganó 3-0, con goles de Memphis, Braithwaite y Riqui Puig. El ejercicio de mirar atrás y detenerse en un pasado tan reciente como el 8 de agosto del 2021 debería relativizar la tentación de indignarnos porque este año tampoco podremos jugar el Gamper en el Camp Nou.
Hago una encuesta de urgencia entre culés de proximidad y les pregunto si recuerdan el Gamper del 2021. Resultado: nadie lo recuerda y algunos incluso tienen que mirarlo en Google –la única fuente, ay, de verdades– para creérselo. También les pregunto qué recuerdan de los tres goleadores y la respuesta es una unánime mueca de amnesia, aliñada con la expectación por el fichaje de Marcus Rashford. Rashford es uno de esos héroes necesitados de redención, y promete grandes curiosidades por sus tatuajes y que, de entrada, no sepamos si compararlo con João Félix o con Aubameyang.
Pese a saber que era imposible jugar el Gamper en casa, queríamos engañarnosLa diferencia entre el 2021 y el 2025 es el valor del factor imponderable. Entonces no jugar en el Camp Nou era la consecuencia de un hecho que nada tenía que ver con nosotros. Ahora, en cambio, la sensación de haber sido engatusados para creer en una esperanza racionalmente improbable es notable y desagradable. El anuncio del “Volveremos”, con la apuesta personalista del presidente Joan Laporta como encarnación del optimismo, chocaba con la percepción de casi todos los culés. De los que se tomaron la molestia de acercarse al Camp Nou para evaluar, con el simple criterio de la observación, cuál era la situación y de los que parecen vivir deseando que cualquier decisión de la junta actual fracase.
Entre los unos y los otros también hay el sector de los que, con finezza analítica y rictus de conspiración, te explican que las fechas anunciadas no tienen que ver con la situación de las obras sino con un laberinto de compromisos que, para contentar a auditores y financiadores, necesitan acelerar los plazos. No parece la típica maldad lanzada con la intención de, por decirlo en términos nuñistas, “desestabilizar al Barcelona”, sino la consecuencia de haber situado el destino del club en una zona de riesgos difíciles de controlar. Condenados por una confidencialidad que anula la posibilidad de tratar a los socios y aficionados como adultos, nos condenan a una inmediatez que ahora pretende culpar al Ayuntamiento u obviar la propia ceguera a la hora de elaborar una estrategia comunicativa realista.
De Jong y Gavi, entrenando ayer en la ciudad deportiva
Marc Graupera / FCBTambién es cierto que, en la historia reciente del Barça, el realismo no siempre ha sido un factor concluyente. La mayoría de elecciones a la presidencia han explotado ilusiones artificiales basadas en hipotéticas ficciones de futuro. Y, con respecto a los fichajes, mantenemos una política de comunicación que, si fuera la de una empresa convencional, obligaría, por publicidad engañosa, a cerrar el negocio. Y lo más increíble es que el sistema de anunciar nombres rutilantes y explotar las ilusiones para, a la hora de la verdad, tener que conformarse con el “es lo que hay” de Koeman continúa vigente.
lavanguardia