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La trinchera del Espanyol

La trinchera del Espanyol

Turno para el Espanyol. Hay que reconocerle a su hinchada un umbral de sufrimiento muy superior a la media. El perico está tan acostumbrado a vivir con dolor crónico que ya ni siquiera lo siente. Menospreciado por la abrumadora mayoría social barcelonista y tratado las más de las veces como un extraño por los medios de comunicación catalanes, los blanquiazules subsisten a pan y agua en su trinchera particular. Luchan contra todo y contra todos. Tanto es así que la lista de enemigos los incluye las más de las veces a ellos mismos.

Los jugadores del RCD Espanyol celebran el gol de Javier Puado contra el Atlético de Madrid

Alejandro Garcia / EFE

He preguntado estos días aleatoriamente a unos cuantos barcelonistas si prefieren que el Espanyol se mantenga en Primera o descienda. El lector sabe ya la respuesta: los más han contestado con naturalidad que el lugar de los pericos está en el infierno. No hay nada de lo que extrañarse. Como tampoco hay nada de particular, aunque pretendamos hacernos los ofendidos, en que el Barça no pueda celebrar con naturalidad un título de Liga en el RCDE Stadium. Pidámosle al fútbol lo que el fútbol puede darnos y dejemos para la Navidad los abrazos entre extraños cercanos. Del Espanyol molesta sobre todo su endiablado empecinamiento en no doblar la cerviz ante el gigante y que se crea con derecho a seguir tratando de tú al barcelonismo, a pesar de su indisimulable inferioridad en todos los frentes. Otro gallo cantaría si su comportamiento fuera el de resignada comparsa en el séquito real de acompañamiento blaugrana. Si en lugar de orgulloso y altivo, se mostrara conformista y sumiso, el barcelonismo podría ser comprensivo, cariñoso y caritativo con él. Sin embargo, como los pericos son como cualquier afición, es decir, de natural insolente, consiguen lo que en el fondo pretenden: que el enemigo les preste algo de atención. La victoria final del barcelonismo sería cumplir con la máxima graciana de que no hay mayor desprecio que el no hacer aprecio. La traición a esta frase por parte de los culés es, por el contrario, el gran triunfo del Espanyol.

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Todo esto es tan antipoético que Albert Espinosa no podría escribir ni siquiera una línea con este material. Pero qué le vamos a hacer si así son las cosas del querer. Los barcelonistas que le deseamos con sinceridad (los hipócritas y los queda bien no cuentan) lo mejor al Espanyol somos minoría. Y a decir verdad, los que así razonamos no sabemos muy bien por qué lo hacemos, puesto que claramente se trata de un sentimiento antinatural. Quizás sea solo por la vanidad de creernos nada gregarios y superiores por tener ideas propias al margen del grupo al que pertenecemos. O vaya usted a saber por qué. Pero lo cierto es que seremos pocos los culés que celebraremos que el Espanyol se quede en Primera. Tan pocos como los pericos contentos con el doblete del Barça. Empatados a cicatería, como debe ser.

lavanguardia

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