Sebastián Báez, bicampeón del ATP de Río de Janeiro: sus cambios clave y la fenomenal marca que lo pone por encima de Nadal y Alcaraz
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En las canchas del Jockey Club Brasilero, sede del Abierto de Río de Janeiro, nadie había podido defender con éxito el título; ni siquiera Rafael Nadal y Carlos Alcaraz, por nombrar sólo dos peso pesados... Desde el comienzo de 2022 nadie ganó tanto como él en polvo de ladrillo y con esa victoria en la final del torneo llegó a 73 triunfos nada menos para dejar atrás en esa lista a jugadores Top Ten de la talla de Casper Ruud, Alcaraz y Alexander Zverev... De las últimas seis finales que jugó el protagonista de otro domingo intenso para el deporte argentino, él ganó las seis... Y desde que hace 16 años comenzaron a jugarse los ATP 500, apenas dos tenistas de nuestro país habían obtenido más de un título en ese tipo de torneos: a Juan Martín Del Potro (siete) y Leonardo Mayer (dos), ahora se le sumó ese campeón que sonríe con el trofeo en la mano que acaba de recibir justamente de manos del tandilense apenas unos segundos antes; juntos se pararon para las fotos y sólo la diferencia de 28 centímetros los separó porque el orgullo de Del Potro fue directamente proporcional a la felicidad reflejada en Sebastián Báez.
Juan Martín del Potro y Seba Báez. Foto: REUTERS/Jorge Silva
Son todos datos que sirven para las estadísticas y para poner en una dimensión más justa el triunfo de Báez en tierras cariocas. Ese 6-2 y 6-3 que concretó ante el francés Alexandre Muller en una hora y 26 minutos de juego y que rubricó para la historia ante la cámara con el recuerdo del fallecido Diego González (un preparador físico del equipo de su entrenador Sebastián Gutiérrez en Gimnasia y Esgrima), vino acompañado de más números importantes que sirven para reflejar la superioridad del argentino que consiguió el séptimo título de su carrera: para ganar, Báez consiguió 15 puntos más que su adversario desde el fondo de la cancha, falló sólo una vez de las diez que se fue a la red a definir y conectó nada menos que 17 de sus winners con el drive.
Es cierto que son apenas más datos que ayudan a entender la victoria pero lo más importante de la nueva (y consecutiva) consagración de Báez en Río de Janeiro fue que si venía con una crisis de fe en sí mismo, eso no se notó. Porque Báez borró de la cancha a un rival peligroso que en su debut había eliminado a Joao Fonseca, el brasileño sensación que venía de lograr el título en Buenos Aires, pero que desde la primera pelota estuvo apagado, presionado, imposibilitado de superar un planteo mucho más agresivo de parte del rival e incómodo para sostener un duelo de revés a revés en el que seguramente podía sacar alguna diferencia.
Porque, además, Báez es un tenista que con tiempo puede tomar una postura en la cancha que le permite ir ahogando al jugador que se le planta enfrente. Y como tiempo tuvo suficiente, eso fue lo que pasó hasta que la pelota de Muller se fue ancha en el segundo match point que decretó el triunfo del argentino. En definitiva, la gran versión de Báez fue mucho más que la desteñida imagen que dio el perdedor provocada, quizá, por el primer factor.
Foto: REUTERS/Jorge Silva
Báez había levantado su último título hace casi un año en Santiago, el quinto en canchas lentas y el tercero en Sudamérica. Desde aquel marzo -y más allá de que en junio logró su mejor ranking al subir al 18° puesto- los resultados no lo acompañaron y sólo llegó a las semifinales de Hamburgo en su mejor semana. Antes de arribar a Río de Janeiro, de los últimos 42 partidos apenas había ganado 16 e incluso bajó al challenger de Rosario luego de perder en la primera ronda de Australia para recuperar las buenas sensaciones. Pero la sorpresiva derrota frente al boliviano Hugo Dellien en las semifinales frustraron esas ganas.
La gira sudamericana de canchas lentas la arrancó en Buenos Aires y ante su gente se despidió otra vez demasiado pronto: en los octavos de final contra Thiago Seyboth. Hasta que llegó el viaje a la ciudad brasileña en la que hace un año había logrado el máximo título de su carrera al superar en la final a Mariano Navone. De a poco, en silencio, lejos de las luces que ofrecían el alemán Zverev o hasta el mismo Francisco Cerúndolo, Báez avanzó con paso firme y pese a que dejó en el camino dos sets ante Navone en los octavos de final y Ugo Carabelli en las semifinales, en la definición mostró un nivel supremo que invita a pensar en positivo de cara a una parte de la temporada que se adapta como ninguna otra a su juego.
Porque luego de su participación de esta semana en Santiago donde también defenderá el título -su condición de tercer favorito le permitirá partir adelantado y recién debutará el miércoles o jueves contra el ganador del brasileño Fernando Meligeni y Francisco Comesaña- vendrán los dos primeros Masters 1000 en Indian Wells y Miami sobre cemento y enseguida la gira europea sobre polvo de ladrillo que tendrá en Roland Garros su punto culminante. Y allí podrá desarrollar Báez ese mejor tenis.
Báez trabajó duro para llegar donde llegó. Desde chico supo que debería convivir con las limitaciones de un físico que está lejos de los grandes jugadores del circuito. Mide 1,70 metros y eso significó tener la obligación de encontrar rápidamente sus propias virtudes; mientras la mayoría las tiene en otros aspectos del juego, como por ejemplo el saque o la potencia de sus golpes, él lo aplica en la inteligencia.
Foto: AP / Bruna Prado
Más allá de ese factor clave en el tenis, en el propio servicio mejoró Báez. Por eso no deja de insistir en tirar más con el primero, pegándole más duro a la pelota para lograr así una buena cantidad de puntos gratis, amén de un porcentaje de primeros saques que apenas supera el 70 por ciento.
Del otro lado, el de la devolución, lo suyo sigue siendo una garantía para ganar partidos. Aquí otra vez los números colaboran en el análisis: antes de la final había sido el mejor de los 32 jugadores del cuadro en el porcentaje de games ganados con el saque del adversario. Ese 47 por ciento (20 de 43 juegos) fue muy alto. Contra Muller quebró cinco veces de las 12 oportunidades que tuvo. Otra vez un porcentaje bastante más que interesante del 42 por ciento.
En el tenis es necesario tener muchas virtudes para conseguir logros. Además del juego en sí, de los golpes y de la capacidad física, es clave y vital lo que se construye en la mente cuando el resto del cuerpo responde de la mejor manera. Eso se llama confianza. Y la confianza volvió al juego de Báez. Al pie del imponente Cristo Redentor, cerca de las playas blancas de Copacabana, Ipanema y Leblon, y al costado de la tranquilidad que emana la laguna Da Freitas en el medio del frenético pulso de Río de Janeiro, Báez cargó el tanque con ese factor positivo que le abre otra vez la puerta a las ilusiones.
Clarin