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¡Soy español! ¿A qué queréis que os gane?

¡Soy español! ¿A qué queréis que os gane?

En una semana tres ejemplos que nos recuerdan que el futbol quedaría en nada si dejara de reinar en el volátil, tormentoso y contradictorio mundo de lo afectivo. Por orden cronológico y por motivos diferentes: Luis Enrique, Joan Garcia y Lamine Yamal.

Lamine Yamal en el último partido de la selección española

Alexander Hassenstein / Getty

El caso de Luis Enrique remite a la hipocresía. A negar con la boca la existencia del gusano que carcome la tripa. ¿Cómo no felicitarle por la exhibición de su equipo en la final de Champions? ¿Cómo no emocionarse con el aferrarse a la vida que él y su familia representan? Pero, ay, tanta palabra azucarada escondía el trago amargo por el que han pasado tantos de sus detractores con micro e influencia. Venían obligados estos predicadores a estar felices como perdices por la victoria de un entrenador patrio, exseleccionador para más inri. ¿Pero cuántos en realidad no hubieran preferido narrar su derrota y pasarle factura por su permanente negativa a realizar el menor esfuerzo por agradarles? Y se ha notado. Saludar efusivamente con la boca lo contrario de lo sentido garganta adentro suma puntos para la llaga de estómago. Recomendamos Pantoprazol, un protector acreditado.

El ciclo de Lamine Yamal amenaza con hacerse tan largo como el de Leo Messi

Con Joan Garcia el viaje es más tenebroso: la traición. Un día besas el escudo del club que te ha hecho un hombre y al día siguiente te encamas con el peor de los enemigos. Así lo sienten muchos periquitos que ahora le escupirían a la cara. Así fue también con Figo en su día para el barcelonismo. Garcia, si es de buena pasta, ha de estar sufriendo lo suyo. El traidor, cuando es buen tipo, necesita tiempo para convencerse de la inevitabilidad de su acción y perdonarse. El fútbol, como la vida, examina y tantas veces el aprobado resulta imposible. Para este caso no hay medicamento que alivie. Prueben acaso con la bebida. Y con el tiempo que todo lo cura. Si el amor ha sido verdadero quizás tenga una segunda floración más mansa, alejado ya de la pasión ahora mancillada.

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Y finalmente Lamine Yamal. La perla blaugrana que ha conseguido cambiar la orientación sexoafectiva de una parte del periodismo de matriz madridista. ¡Antes con Francia que con España! Todo para apuntalar el Balón de Oro para Mbappé y no para el compatriota Yamal. Patriotismo de quita y pon. Dónde esté el Madrid que se quite la roja . El carácter sagrado de la rojigualda sólo resiste hasta que por el camino se cruza un chaval de Mataró que le ha dado el doblete al Barça y que aspira a arrancar el Balón de Oro de las manos de quienes ya lo creían ganado. He aquí la rabia y la envidia presidiendo el escenario. Pantoprazol de nuevo y mucha paciencia. Porqué el ciclo Yamal amenaza con hacerse tan largo como el de Messi. Sólo que deberán tragar más quina para soportarlo. A fin de cuentas, Yamal siempre podrá decirles: ¿No soy acaso español? Pues eso, ¿A qué queréis que os gane?

lavanguardia

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