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Estatista

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Solo en un país subdesarrollado que aspira a mantenerse en esa condición, el Jefe de Estado, al parecer con un bajo costo de oportunidad de su tiempo, se apersona para recibir un avión que brindará el servicio de transporte aéreo de pasajeros y lo presume como si fuese un triunfal acto de gobierno sin parangón en la historia del mundo.

Si les parece surrealista, eso fue precisamente lo que sucedió el pasado 1º de julio, cuando la presidenta Sheinbaum asistió al AIFA para celebrar la entrega de un avión Embraer que será operado por la empresa gubernamental Mexicana de Aviación, la misma que por un capricho revivió López porque, según la cuatroté, que el gobierno sea propietario de una línea aérea “nos hace ser más soberanos”.

En tan festivo evento, la presidenta señaló en su discurso que “recuperar Mexicana de Aviación no es un capricho ideológico, sino una decisión estratégica”, porque, según ella, “el transporte aéreo es vital para la defensa, la emergencia, la logística nacional y el traslado de las personas (uf; menos mal que también incluyó esta última función, porque ¿se imaginan una línea aérea de pasajeros que no transporte viajeros?)”.

También apuntó la presidenta que “a diferencia de las aerolíneas privadas que operan bajo una lógica de ganancias y que tiene su razón y tienen su sentido, la nueva Mexicana tiene como objetivo principal el bienestar colectivo”. También dijo que “se trata de una empresa que nace con nuevos principios de transparencia, inclusión, eficiencia, responsabilidad social y sentido de nación, y eso se lo da la Defensa Nacional” y remató: “el mensaje a la gente es que tienes derecho a volar”. Ante esto último, “Brozo, el payaso tenebroso” diría: ¡Órale, mis chamacos y chamacas, vamos todos a volar!

Lo afirmado por la presidenta deja ver con claridad su visión ideológica del papel del gobierno en la economía. Sin llegar al extremo de un sistema comunista de propiedad gubernamental de todos los bienes de producción (capital, tierra y, sí, también de la mano de obra), ella sí está convencida de que es papel del gobierno producir y ofrecer bienes privados, definidos como aquellos que cumplen con dos características: exclusión y rivalidad en el consumo.

La exclusión se refiere a que si un individuo no paga por el bien, no lo puede consumir, mientras que la rivalidad se refiere a que las unidades que un individuo consumió no pueden ser consumidas por alguien más. Ejemplo relacionado con la afirmación “tienes derecho a volar” en un avión de Mexicana: aunque según la presidenta tengo derecho a volar, si no pago por el boleto de avión que me da acceso al servicio, simplemente no me puedo subir al avión y ser transportado a mi destino; así, si no pago, me excluyen. En cuanto a la rivalidad, el avión tiene un determinado número de asientos; si todos fueron vendidos, por más que llegue un nuevo pasajero que exija se le valide su “derecho a volar”, no hay manera de satisfacerlo.

(Nota: en el caso de un bien público puro no hay exclusión ni rivalidad en el consumo. Ejemplo: la luz provista por un poste de alumbrado en la calle; aunque no haya pagado por lo que cuesta proveerlo, puedo consumirlo y el que yo lo consuma no excluye a que otros también lo consuman, incluso de manera simultánea).

Así como el servicio de transporte de pasajeros en una línea aérea —sea en Mexicana o en cualquier otra— es un bien privado, también lo son electricidad, gasolina, gas, agua potable, medicinas, transporte ferroviario de pasajeros y de carga, servicio postal y telegráfico, litio, sal y servicios de hotelería y restaurantes. Como puede apreciar, todos estos bienes los produce y ofrece el gobierno mexicano.

En el discurso populista, como el que pronunció la presidenta, siempre se argumenta que el propósito de que el gobierno ofrezca estos bienes privados es para maximizar el “bienestar colectivo”, mismo que el gobernante en turno define de acuerdo a sus propias preferencias, las cuales, supone, reflejan las preferencias de la población; nada más alejado de la realidad. Las preferencias son siempre individuales y subjetivas, por lo que, cuando el gobernante impone las suyas, es un acto de autoritarismo que, paradójicamente, deriva en un menor nivel de bienestar social.

Por su ideología estatista, la presidenta no se da cuenta de la contradicción en la que incurre. Debido a una deficiente definición de los derechos de propiedad (como afirmó el director de Mexicana en la ceremonia, ahora la aerolínea es del “pueblo”), al asignarle una función “social” o de “bienestar colectivo” a las empresas gubernamentales, estas van a operar económicamente de forma ineficientemente (y quizás hasta físicamente ineficientes, como sucede con Pemex) y, por lo mismo, serán fuente permanente de pérdidas con cargo a los contribuyentes, consuman o no esos bienes privados.

El sector paraestatal mexicano ha sido, es y será ineficiente, fuente de déficit fiscal y de menor bienestar social. Mexicana de Aviación es otro caso más, tal como ha sucedido desde su renacimiento.

Eleconomista

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