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La Masia es un sueño

La Masia es un sueño

En ocasiones, cuando se me encomienda un artículo que me quita el sueño, me lo quita de verdad. Me despierto de madrugada, echo mano del kit de supervivencia en la mesita de noche, bolígrafo Bic y bloc de notas, y apunto ideas a duermevela que al día siguiente descartaré de inmediato por absurdas, vergonzosas, las dos cosas a la vez, y seguro, impublicables. Pero esta vez, el Barça de Flick, sobre el que tengo que escribir aquí, me ha extirpado el miedo al ridículo a base de seguirle porque su esencia es el riesgo. Así que allá vamos. Seamos consecuentes.

Medio dormido, le he puesto cuerpo de Angus Young a lo que entendemos como “buena suerte”. Me lo he imaginado correteando huidizo vestido de colegial, rasgando las cuerdas de su guitarra, pero susceptible de ser atrapado porque, pese a su apellido, está mayor: ha cumplido los 70. Y lo cazo. La suerte debe estar de tu parte como ingrediente crucial para iniciar un fenómeno extraordinario, y el que nos ocupa lo es. El azar siempre está presente detrás de los grandes acontecimientos. Lo relató deliciosamente Stefan Zweig (transitar de Angus Young a Zweig ratifica que sigo somnoliento) en su libro Momentos estelares de la humanidad ; Catorce miniaturas históricas , recopilación de hechos que cambiaron el mundo tal y como se conocía por un cúmulo de circunstancias, entre ellas la casualidad como factor decisivo de detonación.

Este equipo nos obliga a escribir distinto porque eso merecen quienes nos cambian

Y, a continuación, ya más despierto, me pregunto, ¿qué diablos hacía Messi lavando a Lamine Yamal de bebé en una bañera? ¿Por qué Cubarsí, hijo, nieto y bisnieto de carpinteros de un diminuto pueblo llamado Estanyol, ha salido tan buen futbolista? ¿Qué vio Xavi en Fermín si cuando te envían cedido al Linares es para no volver, siendo lo más cercano a un cadalso deportivo? ¿Qué material intuitivo maneja Joan Laporta para acertar con Rijkaard, Guardiola y ahora inopinadamente con Hansi Flick?

He aquí la epifanía de un Barça al que le caracteriza el trabajo, el esfuerzo, la insolencia, el compromiso, la asunción consciente de un cambio revolucionario en el fútbol internacional, pero al que no podemos desligar de la magia y la fortuna, no como aspectos incontrolables que le quiten mérito sino más bien todo lo contrario, pues actúan como factor multiplicador de la fascinación que genera su manera de expresarse y jugar. Lo inexplicable de lo que está sucediendo nos seduce mucho más porque, reconozcámoslo, no albergábamos grandes expectativas.

Lionel Messi enjabona a Lamine Yamal, de apenas unos meses, en una bañera para un calendario benéfico. La imagen desborda simbología

JOAN MONFORT

Hay más. Forman una pandilla. Son insultantemente jóvenes, desinhibidos, intrépidos y colegas. Portadores involuntarios de un mensaje que explota en las narices de movimientos emergentes que niegan la diversidad. Este Barça la tiene toda. La abuela magrebí de Lamine Yamal, que habla catalán al tiempo que escucha los versos raperos del malote Morad mezclado con la banda nostrada de los Oques Grasses que le tira más a Cubarsí; la reivindicación africano-caribeña de Balde; Fermín con acento catalán desde su andalucismo profundo. Qué poca gracia debe de hacer eso a Aliança Catalana y a Vox (la selección de Lamine Yamal y Nico Williams ganó la Eurocopa, qué cruz, dos negros), cuyos miembros cambiarían de acera al verlos venir a todos, prejuiciosos transmisores del miedo al otro, cuando los homogéneos y peligrosos son ellos.

Entronca este equipo mestizo, transversal, unido y forjado en la Masia con los grandes Barça que vivieron su parto en el fútbol formativo y vieron crecer allí las raíces y el tronco de su inmenso porvenir: Puyol, Xavi, Iniesta, Valdés, Piqué, Busquets, Guardiola, Messi… Se dan de nuevo las circunstancias para ampliar la base barcelonista, para promover un proselitismo planetario que se vende solo. Son los reyes del entusiasmo. Los niños y las niñas llevan la camiseta blaugrana por las calles, sus padres se han reconectado, los abuelos contienen su derrotismo endémico, vencidos por el vendaval y la diversión. ¿Por qué sufrir?

Despertar al día siguiente y comprobar que Hansi Flick no es un personaje inventado tras una rara noche de insomnio. Soñemos, seamos sensibles a lo que sucede. De vez en cuando sienta bien, incluso para escribir sin miedo a equivocarse, saltando la valla de lo preestablecido a imagen y semejanza de este equipo prodigioso.

lavanguardia

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