Las empresas que México necesita

Recientemente se presentó el Plan México, una estrategia integral que busca que las nuevas generaciones tengan acceso a más oportunidades, salud, educación y bienestar. Un plan que aspira a generar estabilidad, equidad y un ambiente más saludable.
La sola existencia de un proyecto así despierta un sentimiento profundamente patriótico. Nos recuerda el país que soñamos, al que cantamos “Cielito lindo”, al que le ondeamos banderas y presumimos por su comida, su historia, sus playas y, sobre todo, por su gente.
Pero, así como imaginamos un país mejor, también debemos imaginar y construir empresas comprometidas a cuidar la naturaleza, el campo, a los agricultores y a las tierras que hoy y mañana seguirán alimentándonos.
Porque los objetivos planteados —tan necesarios como ambiciosos— no se alcanzarán con las estructuras empresariales actuales, que durante décadas han ignorado los límites del planeta y de la dignidad humana. Necesitamos ese mismo tipo de sueño aplicado a las empresas: aquellas que parecerían utópicas porque no sólo cumplen con las regulaciones básicas para competir, sino que además lo hacen con propósito, cuidando a nuestra gente —de aquí y de todas partes.
No hablo de empresas que sólo incluyen un capítulo de sostenibilidad en sus reportes, sino de aquellas que, desde su concepción, buscan generar un impacto social y ambiental positivo, además de ser económicamente rentables. Empresas que trabajan con altos estándares de transparencia, ética y responsabilidad, que ponen la sostenibilidad y la equidad en el centro de sus decisiones.
Necesitamos empresas que nos inspiren, que nos llenen de orgullo, como cuando alguien habla de México estando lejos de casa. Compañías que crezcan impulsando también a sus colaboradores, proveedores y comunidades, y que en ese trayecto también regeneren la tierra por la que caminamos.
Si el Plan México realmente quiere ser un parteaguas, debe ser explícito: necesitamos una nueva generación de empresas con propósito, comprometidas con la regeneración del campo, con energías limpias, con la inclusión de mujeres rurales y productores locales; empresas dispuestas a rendir cuentas por su impacto ambiental y social con la misma seriedad con la que rinden cuentas por su rentabilidad.
Encontrar estas empresas no es sencillo: hay que incentivarlas, acompañarlas, brindarles espacios de crecimiento, de escucha y, sobre todo, de compra. Espacios en los que se reconozca su valor, por ejemplo, otorgándoles puntajes positivos en licitaciones públicas si contribuyen a los planes de acción climática y a los compromisos nacionales de reducción de emisiones. Así como la Secretaría de Turismo promueve nuestros mejores destinos, deberíamos difundir también a nuestras mejores empresas.
En su mejor versión, el Plan México puede convertirse en la plataforma que impulse este nuevo tejido empresarial que tanto necesitamos. Pero para lograrlo, no basta con invitar a “las empresas” en abstracto: hay que crear las condiciones para que prosperen las que están comprometidas con transformar el sistema, no sólo operar dentro de él.
Esa es la pieza que falta. Y todavía estamos a tiempo de colocarla.
Eleconomista