Natalio Botana: "Que uno de los objetivos del odio que emana desde las oficinas del Estado sea contra el periodismo es algo muy serio"

Natalio Botana vuelve sobre sus pasos, obras, pensamientos para dilucidar una inquietud compartida y entender cómo llegamos a una situación política inédita en la Argentina y en el mundo de hoy. Le preocupan los gobiernos que dejan de lado valores y derechos como la libertad y la verdad. En la reedición de La tradición republicana (Edhasa), con un magistral prólogo de la historiadora Hilda Sabato, Botana reafirma sus principios y análisis sobre los pilares de la democracia liberal (y republicana).
También lanzó la reedición de La experiencia democrática; allí suma un epílogo en el que el gran historiador explica el mal tiempo que trajo “la tormenta reaccionaria que se cierne sobre democracias occidentales”. Esta ola internacional ultra que recorre el mundo lo preocupa y se detiene a pensar en la precariedad de las opciones políticas que ya no proponen el centro como posibilidad: “Cuando me formé en Europa (en los 60), el centro era algo muy dinámico porque estaba abierto a la derecha y a la izquierda. Había un equilibrio propuesto por lo que yo llamo la política de las tres libertades: civil, política y social; era la gran promesa del estado de bienestar. Esto no es solo un ataque de superficie a través de la barbarie del insulto; es un ataque profundo a un concepto de democracia que rigió durante casi un siglo”.
Bajo las miradas expectantes de un retrato de Tomás Moro, un busto pequeño de Sarmiento y las esculturas de Don Quijote y Sancho Panza, en su estudio, Botana subraya: “Lo que está muy afectado en la Argentina es esa combinación de democracia republicana con libertad económica. Hay un depósito de tradición republicana, pero no hay que olvidarse de que durante largos periodos en el siglo XX, esa tradición se apagó. Hemos intentado reconstruirla en estos 40 años de democracia. La síntesis de Alfonsín es muy clara en 1983, es un canto a la democracia basada en los derechos humanos. Ahí hemos tenido un envión muy grande que, lamentablemente, en los últimos 20 años, se ha apagado”.
–¿Aquella idea de libertad que Alberdi y Sarmiento pensaron en el siglo XIX se fue transformando a lo largo de los siglos o es la misma?
–La tradición republicana es un concepto que a lo largo de los siglos se va enriqueciendo. La primera gran batalla de la tradición republicana es la restauración de una libertad civil, que beneficia los derechos civiles, desde el acceso de la propiedad hasta la libertad de palabra y la movilidad. Alberdi y Sarmiento cabalgaban sobre una Revolución Industrial innovadora: el ferrocarril, la máquina de vapor, el frigorífico que vendrá después. Así como nosotros estamos cabalgando en esta mutación científico-tecnológica que no sabemos adónde nos va a conducir.
Ellos tenían muy claro que esa Revolución Industrial abría indefectiblemente el camino del progreso. Lo que no logran resolver –y que va a ser la gran batalla de fin del siglo XIX y a la vuelta del siglo XX– es la libertad política. Es el derecho de la ciudadanía a elegir autoridades de acuerdo con una Constitución. Eso recién logró una estabilidad en torno a un concepto mínimo de democracia a partir de 1983 con la tercera libertad, es decir, con la instauración de bienes públicos capaces de ir conformando su plena vigencia, una visión del interés del bien general de la República. Sarmiento trae la educación como bien público, común a todos en el nivel primario. Mitre dice que no es suficiente, que es necesaria la educación secundaria y, entonces, siembra de colegios nacionales cada capital de provincia. Luego llega la salud como bien público.
En el siglo XX, aun dentro de un encuadre que no es específicamente republicano, pero si democrático en cuanto a su origen, tenemos el desarrollo de la seguridad social a través del peronismo. Lo importante es que este diálogo entre Alberdi y Sarmiento es la semilla que va a brotar robusta, pero se deterioró en los últimos 50 años.
La tradición republicana Natalio Botana
Edhasa
–En los siglos XVIII y XIX, tenemos ese faro democrático que es EE. UU. para el continente. ¿Qué queda de esa gran democracia hoy con Trump presidente?
–Con Trump a la cabeza estamos padeciendo una tormenta reaccionaria, cuyo ejemplo más doloroso es el crecimiento de la extrema derecha en Europa. Este fenómeno se está dando hoy en la Argentina, que es la combinación de esto que se llama libertarismo –que no responde a la tradición republicana ni a la del liberalismo histórico argentino– combinado con restos autoritarios muy complicados.
–¿Usted cree que la democracia liberal en particular está bajo ataque o en crisis?
–En realidad, es la democracia republicana y liberal, y, sí, está siendo atacada. El problema de fondo que tenemos en la Argentina son las alianzas ideológicas de Milei: con Vox, en España; AfD, en Alemania; Viktor Orbán, en Hungría; Giorgia Meloni, en Italia, y la relación privilegiada con Trump. Aquí se ve la combinación de esta fórmula inestable que hay entre un liberalismo delegatorio, pues van al equilibrio fiscal, a una política de limpiar los privilegios incrustados en el estado durante el kirchnerismo, pero que se vincula con una coalición internacional que claramente es de extrema derecha.
Grafiti en que Laika había retratado a Milei junto con Trump y Meloni, además de Orbán y Netanyahu. Foto captura @laika1954.
–Eso que usted llama “tormenta reaccionaria”...
–Sí. Las tormentas pasan; vamos a ver cuánto dura esta. Lo interesante de la tradición republicana del siglo XIX, sobre todo desde que se pone en marcha, es su duración. Hasta 1930, año del primer golpe de Estado, fue exitoso. Fue un proceso muy difícil, porque se trató de partir de la libertad civil, de dar la gran batalla por la libertad política y levantar la semilla de la libertad social. Yo quisiera tener hoy el desarrollo educativo de la Argentina a la vuelta de los siglos XIX y XX, cuando éramos la cabeza de la educación ¡en Iberoamérica! Y ahora de acuerdo con la medición Pisa 2022, nos superan Uruguay, Chile y Perú. Aquí hay un fenómeno de declinación que la tradición republicana del XIX no tuvo. Aun cuando Sarmiento y Alberdi en los últimos años de su vida vieran con preocupación que había signos de declinación en la Argentina en el aspecto institucional.
–Recién mencionaba la educación y los resultados bajísimos que tuvimos en evaluaciones internacionales. ¿Esto acentúa cuestiones como, la falta de la tolerancia?
–El problema es doble. En este momento estamos viviendo un clima de violencia verbal que parece superar la del kirchnerismo. Es lo que el papa León XIV llamó “la guerra de las palabras”. Los ideales de la educación no eran solo formar gente instruida, sino ciudadanos con capacidad de diálogo y argumentación. De ahí la importancia del florecimiento del periodismo en aquella época: Sarmiento y Mitre eran periodistas, escritores y ejercían la responsabilidad de gobierno.
El estilo de este gobierno responde y acrecienta una tradición de intolerancia en el plano político que está muy afincada. No es una invención de Milei, es más bien una radicalización de una tendencia que ya estaba instalada en el país. Basta cruzarse a Montevideo para ver que la intolerancia como estilo es incomprensible. Allí, dos grandes adversarios como Julio María Sanguinetti y Pepe Mujica se abrazaron cuando dejaron de ser celadores e hicieron un libro de conversaciones. ¿Qué diálogo puede haber hoy en la Argentina? Una cosa es la instrucción que se puede adquirir en la escuela o en la universidad, y otra, la educación práctica.
Las costumbres, los modos de ser legitiman una república y una democracia que en nuestro país está seriamente en cuestión. El hecho de que uno de los objetivos del odio que emana desde las oficinas del Estado sea contra el periodismo es algo muy serio. Se dice que la libertad es el derecho de decir lo que quiero, pero qué pasa cuando eso es un insulto. Lo que estamos viviendo es este fenómeno de gobernantes que dicen tener el monopolio de la verdad y la virtud. Parecería que los que cuestionamos la verdad que enarbola el gobierno –que es muy pragmático y cambia con las circunstancias estamos equivocados.
Julio María Sanguinetti y Pepe Mujica en la presentación del Malba. © Federico Paul
–Llama la atención cuánto tiempo le dedican el presidente y sus equipos a pensar esas estrategias y desparramarlas por las redes. No solo hay que vencer al otro también hay que humillarlo.
–Yo hablo de la era de la humillación. Es la mutación civilizatoria que ha generado graves problemas en el nivel de la representación política, en particular, la que se da a través de partidos en crisis en todo el mundo. Y esa crisis es muy dependiente de la transformación científico-tecnológica que estamos viviendo en materia comunicacional. La Libertad Avanza lo ha entendido muy bien. Un instrumento formidable para avanzar y destruir al enemigo, para ellos, es el teléfono celular integrado con redes. Esto no significa que esto les haya dado una victoria definitiva, porque la sociedad argentina con su capacidad de movilización, de cuestionamiento, de lo que yo llamo “pluralismo negativo”, ya está en marcha. Hay bienes públicos severamente afectados, como el Garrahan o el Posadas en salud pública.
Estamos viviendo una tormenta reaccionaria, una inclinación al autoritarismo, combinado con la situación científico-tecnológica en materia de comunicación. Y han logrado una cosa fatalmente interesante que el escrache típico de la política violenta ahora se haya transformado en un escrache comunicacional. A cada cambio de la Revolución Industrial correspondió un tipo de representación. En tiempos de Alberdi había una representación de notables, intelectuales. La segunda Revolución Industrial, que es la de la aviación, del auto a motor, tuvo como representación política a los grandes partidos políticos de masas. Ahora, ¿cuál va a ser la mediación en esta nueva revolución industrial que está planteando una mutación civilizatoria?
Lo que vemos es una gran fragmentación, una pulverización del centro político y un intento de manejar las cosas desde la cúpula del Estado. Tengo esperanzas de que se reconstruya el centro, pero caramba, la política no es una cuestión de los fines que puede plantear un intelectual, sino de los medios prácticos que pueda llevar adelante un liderazgo y una dirigencia política.
En 1979, Botana obtuvo la Beca Guggenheim y en 1995 el "Premio Consagración Nacional en Historia y Ciencias Sociales" (Argentina). Obtuvo dos Premios Konex de Platino en la disciplina Ensayo Político.
Foto: Emmanuel Fernández
–¿Qué tan lejos está la posibilidad de que se concrete una alternativa en una coalición política sólida?
–Que las coaliciones suelen formarse rápidamente es una posición de pensamiento atenta a las conjeturas. No vamos a salir de esta declinación argentina sin el armado de coaliciones capaces de durar y emprender políticas de largo plazo. La declinación argentina es un fenómeno de larga data y los indicadores están a la vista: educación, hospitales que no funcionan, indicadores de infraestructura muy abajo. Muestran una desconfianza muy fuerte en torno no al futuro, sino al plazo intermedio de las cosas; esa incertidumbre sigue.
Este es un llamado a la racionalidad política: la política democrática tiene que recuperar la capacidad republicana y la civilización de la palabra en contra de la barbarie. Y como yo no creo en el profetismo de la historia, en la historia, me quedo en este nivel de preocupación más modesta.
Clarin