El vómito del inodoro nacional

La vergonzosa comparecencia de ayer de Leire Díez es una invitación a empezar con registro tragicómico este artículo. Utilizando, por ejemplo, el manido ejemplo del comisario Torrente como hilo conductor. Pero el asunto es demasiado grave para tratarlo a broma. El inodoro nacional vomita todo lo que en él han vertido unos y otros con la falsa esperanza de que tragaría sin más. Y nadie puede estar para risas cuando, en el sentido más literal, es ya imposible explicar los entresijos de la política nacional sin pisar excrementos.
Vimos ayer en directo el verdadero trasfondo del caso Leire Díez. Por un lado, ella y su guardaespaldas Javier Pérez Dolset, empresario que trata de sacar ventaja futura para afrontar sus problemas con la justicia por una supuesta estafa de hidrocarburos. Para ello trafica con información que beneficia los intereses de un gobierno del que espera un trato dadivoso a cambio de sus aportaciones. Del otro, Víctor de Aldama, el presunto comisionista de la trama Koldo y también vinculado a la estafa de los hidrocarburos que le llevó a la cárcel. Prisión de la que salió rápidamente tras comprometerse a colaborar con la Fiscalía Anticorrupción con la esperanza de aligerar la carga de sus problemas. En su caso, el tráfico de información al que se dedica intensamente aspira a perjudicar gravemente al Gobierno y al PSOE: “Se van a enterar esta (refiriéndose a Leire Díez), Santos Cerdán y el presidente del Gobierno”.
Como en la guerra, confusión en la información, cuanta más mejorEl espectáculo valleinclanesco que vimos en directo no puede interpretarse sin sentar esta premisa: dos empresarios buscando su propio provecho, a través de estrategias dispares, viajando al inframundo del chantaje para salvar como mejor puedan sus posaderas. A partir de ahí, deja de ser ya extraña la escena de violencia que se desató al final entre ambos: solo puede quedar uno. Pero una cosa son sus intereses y otra lo que pueda observarse del material que van liberando a través de sus filtraciones. Y es en los hechos, siempre parciales pero aun así de interés general, que se acreditan en estas que hay que centrar el análisis.
De vuelta a Leire Díez, los hechos protagonizados por ella son más preocupantes hoy que antes de su comparecencia, más cuando el intento del PSOE de desvincularse de ella se limita al uso de la voz pasiva: no decir nada. No la han expulsado del partido, se han limitado a aceptar su “baja voluntaria” como ella insistió en su comparecencia. No quedaba otra, claro, si quería barnizarse con algo de credibilidad el cuento chino que ayer nos explicó sobre su abnegado trabajo de periodista que quiere escribir un libro. ¡Señora, que hemos visto y oído lo que hemos visto y oído!.
Aldama y Pérez Dolset
Chema Moya / EFEEl silencio del partido y del Gobierno, solo roto para afirmar que todo es una estrategia del PP para ganar en el fango lo que no puede ganar en las urnas, es a todas luces insuficiente. Dejar en manos de Leire Díez el control del discurso apuntala la desconfianza y la sospecha. Ayer Díez no aceptó preguntas ni aclaró asuntos relevantes como son las reuniones que una teórica simple militante que actúa por su cuenta y riesgo ha mantenido con el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán.
Veníamos avisados del fin de semana sobre la estrategia gubernamental una vez el asunto ya se había descontrolado. Contrataque con potes de humo. Y fango, por utilizar terminología muy querida por el Ejecutivo. Hasta tres ministros socialistas dieron pábulo el sábado a una información falsa, ya desmentida por los medios que la habían publicado, que aseguraba que el guardia civil de la UCO y ahora actual gerente de seguridad del Servicio Madrileño de Salud del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso fantaseaba con poner una bomba lapa a Pedro Sánchez. Como los ministros no han rectificado, la estrategia queda descarnadamente a la vista de todo el mundo: el Ejecutivo participando activamente de la estrategia de desinformación que supuestamente quería combatirse incluso con leyes. Utilizar el armamento que se critica del adversario. Como en la guerra.
Lee tambiénY, como en la guerra, confusión en la información, cuanta más mejor. Crear el ambiente para obligar a escoger bando. Conmigo o contra mí. A favor o en contra. Con Dolset o con Aldama. Con Leire Díez o con Miguel Ángel Rodríguez. Con unos o con otros. Guerra a campo abierto. Y quien quede en pie que escriba la historia. El peor riesgo es que nos obliguemos los demás a creer que debemos escoger bando y en la naturalización que todo está permitido. No, no lo está. Ni al Gobierno, ni a la oposición ni a ningún poder del Estado. Así que toca juzgar por lo que vayamos sabiendo, aunque la información se sirva a cuentagotas y los proveedores sean personas moralmente de lo más sospechosas. Hechos, aunque sean retales. Con independencia de cuál sea la camisa que estos acrediten manchada.
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