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Manual de corrupción

Manual de corrupción

Todas estas frases le dedicaba Pedro Sánchez a Mariano Rajoy antes de desalojarle del poder con una moción de censura. Hoy se sabe que esas sentencias no se sostenían sobre ningún principio ético y que Sánchez, en las mismas circunstancias o peores, se agarra a la silla como un gato a una estera. Ahora se sabe que si su Manual de Resistencia se lo hubiera encargado al círculo de confianza que le aupó al poder, este le hubiera servido un perfecto Manual de Corrupción.

Sánchez no es una víctima de Koldo, Santos o Ábalos, porque estos tres personajes son fundamentales para explicar su ascenso al poder. Después de lo que se ha sabido con el fraude en las primarias, se puede decir que Sánchez es más bien un producto de estos sujetos. Es difícil creer que en todos estos años ni él ni nadie a su alrededor notara que este perfil de colaboradores no era el más adecuado para protagonizar los cambios. Es difícil creer que alguien no le dijera que había un tal Koldo que era un impresentable.

Lo peor de Sánchez no es que haya estado desde que llegó al poder mirando para otro lado, en el mejor de los casos, mientras su gente de confianza engordaba la presunta organización criminal. Lo peor es que ha sido él quien más desvelos se ha tomado para proteger a los sospechosos, debilitando los sistemas de control.

Lo hacía cuando permitía que toda esa troupe de subalternos que le acompaña atacara con órdenes explícitas a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado porque estaban investigando la corrupción que poblaba su entorno. Y no solo porque les denominara policía patriótica y cosas peores para desacreditarles, sino por las maniobras que desde el PSOE se pusieron en marcha, como la que llevó a cabo Leire Díez para buscar información con la que neutralizar a Antonio Balas, el teniente coronel de la UCO que estaba encargado de investigar las irregularidades de la familia.

El PSOE ha apartado temporalmente a Leire, pero, a raíz de lo que se va conociendo, hay que empezar a pensar que lo ha hecho no tanto para castigarla como para protegerla y protegerse. El presidente del Gobierno también velaba por la presunta organización criminal cuando, en vez de intentar comprobar la veracidad de algunas informaciones, amenazaba e intentaba desacreditar a los medios de comunicación que denunciaban malas prácticas. Y el presidente del Gobierno ha trabajado por la impunidad de toda la trama no solo con el acoso a los jueces que estaban abriendo causas contra los presuntos corruptos, sino con la persecución a todo el Poder Judicial al que desde Moncloa se ha puesto de forma irresponsable en tela de juicio.

Esta semana se ha hecho más patente que nunca lo importante que es para cualquier democracia contar con unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que persigan el delito venga de donde venga, con unos medios de comunicación plurales dispuestos a fiscalizar la acción del Gobierno y con un Poder Judicial independiente preparado para juzgar el qué y no el quién. Todas estas armas del Estado de Derecho estaban siendo amenazadas por Sánchez en su huida y hoy más que nunca sabemos que es preciso protegerlas si queremos conservar una verdadera democracia.

Con el escándalo de Santos Cerdán la base electoral del sanchismo se ha acabado de derrumbar y amenaza con hundir al histórico PSOE en la miseria, a pesar de que el CIS de Tezanos afirme lo contrario. Nadie que no sea un iluminado contempla que este partido pueda seguir sumando apoyos en estas condiciones como dice el instituto demoscópico público.

La estimación razonable es que Sánchez ha ido desangrándose electoralmente desde el verano del 2023, fundamentalmente por la concesión primero de una Ley de Amnistía, cuya posibilidad siempre se había negado, y por la negociación con ERC del cupo para Cataluña, que rompe la base de la solidaridad interterritorial que ha sido una de las señas de identidad del socialismo desde sus inicios. Ahora, los casos de corrupción al más alto nivel que asolan al partido y al entorno familiar del presidente solo representan la catarsis final.

Un buen número de creyentes socialistas han perdido de golpe la fe al descubrir que Sánchez tiene la corrupción incorporada a su proyecto desde el primer día que se presentó en sociedad diciendo que era Don Limpio. El presidente del Gobierno es ya un cadáver político que cada día que pasa en plena descomposición imprime peor hedor en la sociedad española y esto no hay milagro ya que lo revierta. A pesar de todo, Sánchez no va a abandonar y convocar elecciones por varias razones.

La primera y más importante es que, por todo lo expuesto, no tiene ninguna posibilidad de volver a gobernar. Si ya en 2023 consiguió in extremis, y pese a perder, acceder a la Moncloa apuntalado por un conglomerado de partidos de tan diversa naturaleza que han hecho inviable la gobernabilidad, ahora no tiene ningún margen para repetir. La segunda razón es que fuera de la Moncloa tiene muchas menos posibilidades de controlar su futuro. Si tirara la toalla no podría culminar entre tantas otras cosas la reforma judicial a la carta que tiene ahora sobre la mesa Félix Bolaños, ni podría seguir mangoneando todas las instituciones que cree que va a necesitar para cubrir su escapada después de la tormenta.

La tercera razón por la que no irá a las urnas es porque sabe que sus socios le van a sostener en cualquier circunstancia. Gabriel Rufián ya avanzaba, nada más conocerse el escándalo de Cerdán, que ERC seguirá apoyando a Sánchez a no ser que se demuestre que "se lo han llevado a manos llenas". ¿Qué significa a manos llenas para Rufián? Otro de sus socios, el presidente del PNV, Aitor Esteban, consideraba también hace unas horas que Sánchez había dado suficientes explicaciones, e incluso le disculpaba diciendo que había convertido con su respuesta lo que solo son informes de la UCO en una sentencia. La realidad es que tanto Rufián como Esteban siguen apoyando a Sánchez porque saben que cuanto más débil está, más cariñoso es con ellos.

La comprensión y permisividad con la corrupción del sanchismo que muestran los socios que sostienen a Sánchez choca con la preocupación que existe en los espacios libres del propio Partido Socialista. Líderes territoriales como Emiliano García-Page; figuras del socialismo que ahora están relegadas, como Juan Lobato o Eduardo Madina; o figuras históricas como Felipe González y Alfonso Guerra creen que la caída inevitable de Sánchez va a arrastrar al PSOE y a miles de personas que dependen en todos los territorios del partido.

Están convencidos de que cuanto más aguante Sánchez en La Moncloa a merced de sus falsos amigos, mayor será el descalabro de una organización histórica. Todos en estos momentos abogan por un adelanto electoral que Sánchez no les va a proporcionar, entre otras cosas porque, como dijo el mismo jueves, él está convencido de que "esto no va de mí".

¿Cabría en estas condiciones la posibilidad de una moción de censura por parte del Partido Popular? En la cúpula del PP descartan esta posibilidad porque están convencidos de que es un ejercicio de melancolía que daría aire a Sánchez. La idea de retratar a sus socios no es muy sugerente, entre otras cosas porque a estas alturas quien no conozca todavía a quienes sostienen y acompañan a Sánchez habita en otro planeta.

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