Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Mexico

Down Icon

Uno tiene que desaparecer

Uno tiene que desaparecer

Fin de semana trepidante. Hay que comprar aplausómetros para medir por decibelios y por desgaste de manos el entusiasmo del congreso de un PP que quiere salir del cónclave como si hubiera arrollado en unas elecciones generales. Y habrá que enviar toneladas de pañuelos al comité federal del PSOE para secar lágrimas de emoción por la movida que anunciará el divino Sánchez y por los conjuros oficiados bajo los gritos de “vade retro, Ábalos; vade retro, Leire y Koldo; vade retro, Cerdán”.

Feijóo llega a esta fecha como Aznar en su tiempo: con su adversario en la lona y la opinión publicada contando hasta diez para proclamar su victoria. Pocas veces, quizá nunca, un candidato del PP lo tuvo tan a huevo. No es que el líder conservador sea el deseado por su carisma; es que las circunstancias generales lo llevan a hombros hasta la verja de la Moncloa. Se están dando las coincidencias que hicieron hablar a la otra Leire, Leire Pajín, del alineamiento planetario de Zapatero y Obama, a favor de la derecha: corrupción, dudas de financiación ilegal, ministros impopulares, caos en servicios públicos, burbuja de la vivienda, jueces y fiscales en pie de guerra, presidente que no puede salir a la calle por miedo a los insultos…

Si después de estas triunfalistas expectativas el Partido Popular no consigue arrasar al socialista en las encuestas, o ganar con mayoría suficiente en las elecciones, o gobernar sin el descaro exigente de Vox, puede entrar en depresión, lo que los analistas políticos califican como larga travesía del desierto. Y no es descartable. Matizaremos el pronóstico a partir del domingo, pero se puede adelantar algo: la vía de la moción de censura seguirá cerrada, pase lo que pase; Sánchez tiene la llave de las urnas y la usará cuando le convenga. Esas dos circunstancias alargan la espera de Feijóo ante la Moncloa, sin dejarle entrar.

En ese tiempo, pero con marco ideológico que supongo nuevo y que saldrá de su congreso, el PP tiene que abandonar el discurso del “váyase, señor Sánchez”, porque está gastado, no conquista votos y, si los conquista, pueden ser para Vox. Tiene que dar un salto y dejar de ser “el partido del no”, porque la sociedad está pidiendo propuestas y no solo despidos. Y, como ya le advirtió Aznar a Feijóo, tiene que concebir y presentar algún proyecto de gobernación atractivo y, si es posible, un proyecto de Estado, gran problema político al que nadie busca solución de consenso, como si fuese algo inalcanzable. Lo terrible es que quizá lo sea. La gente suele preguntarnos a los viejos del lugar por qué fue posible un entendimiento general para la Constitución y dejó de serlo hace unos años. Mi respuesta es: porque entonces había un proyecto colectivo de país basado en dos palabras, democracia y Europa. Hoy, alcanzadas las dos metas, en lugar de proyecto, hay egoísmo y exclusión. Esa es la crisis.

Sánchez y Feijóo, en su última reunión

Dani Duch

Y en el PSOE, mañana, comité federal. “Alta temperatura”, dicen los augures. Obvio, aunque lo probable es que termine como siempre: con todos los asistentes –un par de excepciones, no más– proclamando su adhesión a Sánchez, su confianza en Sánchez y proclamando a Sánchez como su santo salvador, amén. Y tras eso, la cuestión trascendente para el país: este Partido Socialista ha perdido su ideología. La tiene para mítines, se diluye en la gobernación. Un día puede ser la de Sumar, porque Yolanda Díaz necesita aire. Otro día puede ser el capitalismo del PNV, por exigencias del capitalismo vasco.

Otro, la amnistía, ya saben ustedes por qué. Al siguiente, el lío con la OTAN, para no mandar a Podemos a la oposición, aunque Ione Belarra vea aniquilada la legislatura. Y al final, lo que pida Esquerra, mientras Bildu nada exige, porque la imagen de partido pactista lo blanquea ante el electorado vasco. Consecuencia: el PSOE ha perdido su ideología. Tiene otras magníficas, pero no son las suyas. Por eso hoy no lo vota ni Felipe González, según confesó a Carlos Alsina. Eso sí que es una ruptura. Si el PSOE tuviese memoria, ese sería el cisma.

Si el socialismo se asfixia y la derecha democrática boquea bajo el agua, algo más profundo va a ocurrir: todo el armazón del bipartidismo se puede desintegrar y quedar para estudio de arqueólogos. Quien lo mató ha sido el pueblo español con sus votos. Quien lo enterró ha sido Pedro Sánchez con sus alianzas. ¿Asistiremos a partir de mañana a su resurrección? Lo dudo. Mientras Sánchez y Feijóo estén al frente de sus partidos, olvidad toda esperanza. Uno al menos tiene que desaparecer.

lavanguardia

lavanguardia

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow