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De la operación bikini al ‘summer glow up’: la presión estética se renueva en las redes sociales

De la operación bikini al ‘summer glow up’: la presión estética se renueva en las redes sociales

La presión estética no cesa, solo busca maneras de adaptarse y renovarse. La última tendencia es vestirse de autocuidado, porque así eliges tú misma las imposiciones estéticas, no parece que estés coaccionada. Desde el autocuidado, el empoderamiento y el amor propio, es difícil ver cómo aceptas todas esas patrañas de cómo debería ser tu cuerpo como mujer, y así se desfigura la vergüenza corporal que la presión estética y la cultura de dieta nos inoculan desde bien pequeñas.

Desde niñas recibimos mandatos sobre cómo debe ser nuestro cuerpo, y medidas para disciplinarlo a través de la comida y el ejercicio. “Las niñas buenas no comen así”, “las niñas son más bonitas si no suben de peso”, “cuidado, mi niña, no engordes, no querrás tener una barriga igual que la mía”. Así es como las mujeres aprendemos que nuestro cuerpo es un proyecto vital, al servicio de los ojos ajenos. Importa más agradar la vista que vivir tranquilas y en paz con él.

Gracias a las redes sociales, estos mandatos no dejan de crecer y renovarse, se amplifican y se promueven a la velocidad de la luz. No hay más que ver a niñas usando cremas y sérums para problemas que no tienen. Usan retinol para arrugas inexistentes y consumen más de media hora al día fijándose en cómo es su piel y previniendo el impacto de una vida que aún no han vivido. Mejor empezar cuanto antes: la edad no es algo que se nos permita a las mujeres.

Así es como las niñas empiezan a vivir en una hipervigilancia hacia su cuerpo, en cómo luce, olvidándose de jugar, de todo lo que les permite su cuerpo; lo más importante es estar guapa y con una piel perfecta. En comparación con años anteriores, en las redes ya no se promueve de manera tan descarada la operación bikini. Ya sabes: le llamaron operación bikini porque el blanco somos nosotras.

Si esa presión y exigencia estética quisieran que afectase a los dos sexos por igual, la hubieran llamado operación bañador, pero no. Solo nosotras debemos tener un determinado tipo de cuerpo, que casualmente coincide con los estándares de belleza, para poder ponernos en bikini. Podemos llamarlo casualidad, o coincidencia, pero es misoginia.

Quizás porque las nuevas generaciones tienen más conciencia del feminismo, o porque ahora hay una tendencia hacia lo que brilla, glow, la operación bikini se ha hecho un eslogan nuevo: ahora se llama summer glow up. Básicamente es lo mismo: llegar al verano siendo tu mejor versión, que, cómo no —para sorpresa de ninguna—, es más delgada, más en forma y con la piel más tersa. El mismo perro con distinto collar.

Circula otro reto que me da escalofríos: el 75Hard. Propone que, durante setenta y cinco días, cuides la alimentación, el deporte, fotografíes tu cuerpo cada día para ver los avances y leas al menos diez páginas de un libro de no ficción.

Si lo desmenuzamos, se puede ver como un cambio de hábitos y una manera de documentarlo, pero en realidad es un entrenamiento espartano. Plantea que, en esos días —setenta y cinco, ni más ni menos—, se entrene dos veces al día, cuarenta y cinco minutos en cada tanda, y que al menos una de ellas sea al aire libre. Recomienda beber casi cuatro litros de agua; por eso las redes sociales están llenas de gente que porta un termo del tamaño de los bidones de agua para fuentes. A su vez, anima a una alimentación donde no haya ningún tipo de ultraprocesado, ni procesados de baja calidad nutricional, donde los antojos se resuelvan con versiones fit. Y, por supuesto, nada de alcohol.

Es preciso hacerse una foto diaria, porque si los efectos de este reto no se aprecian en el cuerpo, ¿qué tipo de avance es? El reto es implacable: no se admiten excusas ni fallos. Si un día no puedes entrenar, o no puedes más y acabas comiéndote una napolitana de chocolate no fit, vuelves a la casilla de salida. Comienzas el reto desde el día uno. ¿A esto se le puede llamar autocuidado?

En los años 2000 el crecimiento de los trastornos de la conducta alimentaria fue muy alto, por una tendencia en la moda que surgió en Reino Unido: la famosa heroin chic o talla cero. Las modelos lucían una extrema delgadez, demacradas, muy pálidas; su apariencia era grunge, pero simulaba los efectos de la heroína. Pronto esta tendencia y millones de adolescentes de todo el mundo cayeron en el infierno de los trastornos de la conducta alimentaria. En ese momento también existían los blogs Pro-Ana (anorexia) y Pro-Mia (bulimia), que eran comunidades donde se incitaba a conductas purgativas y restrictivas con la comida y con el ejercicio.

Esos blogs no han desaparecido, sino que gracias a las redes sociales se han multiplicado y ampliado su alcance. En la red social TikTok hay una comunidad llamada skinnytok donde se hace apología de la extrema delgadez, se proponen retos para alcanzarla y todo lo que te puedas imaginar. Si eras una adolescente en los 90 o 2000, pasaste por una oleada de talla cero, que como poco te hizo tener una muy mala relación con la comida y el cuerpo. Ahora, a tus cuarenta, o cuarenta largos, el universo te brinda la oportunidad de volver a caer, y precisamente en un momento vulnerable por los cambios físicos que se experimentan en esta década.

No solo nos expone de nuevo a nosotras: lo hace con nuestras niñas, sobrinas, alumnas. Ellas están sufriendo una presión aún mayor. Desde la pandemia de covid, los trastornos de la conducta alimentaria se han disparado en todo el mundo, especialmente entre niñas y adolescentes. En España, los ingresos hospitalarios por TCA en menores han aumentado un 11 % anual desde 2016, con un preocupante repunte del 26–28 % anual en el grupo de 10 a 14 años desde 2019. A nivel global, estos ingresos llegaron a duplicarse tras marzo de 2020.

No es casualidad: la presión estética, amplificada por las redes sociales, cala cada vez antes. Se ha observado que, desde los siete años, muchos niños ya expresan preocupación por su cuerpo, influenciados por lo que ven en internet y en su entorno.

No podemos mirar hacia otro lado: por responsabilidad hacia nuestras niñas, sobrinas, hijas o alumnas, necesitamos construir redes y sistemas de protección reales. No basta con darles un móvil y esperar que no les afecte. Si no actuamos, la cultura de la dieta y la vergüenza corporal seguirán creciendo a costa de su salud mental y su infancia.

NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.

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