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¿Por qué al principio no me gustaba la cerveza y ahora sí? Esta es la respuesta

¿Por qué al principio no me gustaba la cerveza y ahora sí? Esta es la respuesta

Beber cerveza

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Muchos creen que la preferencia por la cerveza es un gusto adquirido, y no se equivocan del todo. El sabor amargo que caracteriza a esta bebida no suele ser bienvenido por el paladar inexperto, especialmente al principio.

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A diferencia de sabores naturalmente dulces (como frutas) o grasos (como el chocolate), el amargor de la cerveza no engancha desde la primera vez. Esa sensación es producto del lúpulo, un ingrediente que ayuda a estabilizar el sabor y que, sin costumbre, el paladar puede llegar a percibirlo como desagradable o demasiado intenso.

Que haya un cambio en las preferencias responde entonces a los cambios que van experimentando las papilas gustativas conforme crecemos.

Al nacer, el cuerpo cuenta con aproximadamente 30.000 papilas gustativas y para cuando se llega a la adultez estas se reducen a cerca de 10.000. Es decir, los niños tienen una mayor densidad de papilas gustativas que los adultos, lo que explica por qué son más sensibles a sabores intensos, como los amargos.

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Beber cerveza

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Algunos gustos, como el proveniente del café o la cerveza, también se empiezan a apreciar por repetición, ya que nuestro cerebro aprende a asociar ese sabor con una experiencia social, relajación o placer.

Otro factor de influencia tiende a ser el contexto social. En culturas donde la cerveza es parte de reuniones, celebraciones o rituales, se prueba más joven y se asocia con experiencias positivas, lo que facilita la 'adquisición del gusto'.

En otras palabras, si bien la cerveza no suele gustar de inmediato porque su sabor amargo activa un rechazo instintivo, su disfrute depende de la costumbre y la asociación con momentos agradables. De hecho, con el tiempo, muchos paladares se habitúan y hasta llegan a preferir cervezas con amargor más pronunciado.

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