Ante una industria cambiante, los activistas de la IA replantean su estrategia

En la primavera de 2018, miles de empleados de Google presionaron a la compañía para que cancelara un importante contrato de inteligencia artificial con el Pentágono. El gigante tecnológico incluso se comprometió a no utilizar su IA para armas ni para ciertos sistemas de vigilancia en el futuro.
La victoria, que se produjo en medio de una ola de protestas sin precedentes lideradas por empleados, inspiró a una nueva generación de activistas tecnológicos en Silicon Valley. Pero siete años después, el legado de aquel momento es más complejo. Google revisó recientemente sus principios éticos de IA para permitir algunos de los casos de uso que antes prohibía, y empresas de todo el sector están lanzando nuevas y potentes herramientas de IA a un ritmo vertiginoso.
El martes, el AI Now Institute, un centro de estudios que estudia las implicaciones sociales de la inteligencia artificial, publicó un informe exhaustivo sobre el panorama actual de la IA. Este informe detalla cómo el poder se está concentrando en un puñado de empresas dominantes que han moldeado las narrativas sobre la tecnología para su propio beneficio. Los autores sugieren nuevas estrategias para que activistas, organizaciones de la sociedad civil y trabajadores puedan ganar poder en un entorno radicalmente transformado.
Los autores señalan declaraciones de figuras de la industria tecnológica que afirman que el amanecer de la superinteligencia todopoderosa está a la vuelta de la esquina, un desarrollo que, según creen, marcará el comienzo de una era utópica en la que la humanidad podrá encontrar rápidamente curas para el cáncer o resolver el cambio climático. Esta idea se ha convertido en el argumento que acaba con todos los demás argumentos, un hito tecnológico tan abstracto y absoluto que adquiere prioridad por defecto sobre otros medios y, de hecho, sobre todos los demás fines, escriben los autores del informe.
Entre sus recomendaciones, AI Now insta a los grupos de defensa e investigación a vincular las cuestiones relacionadas con la IA con preocupaciones económicas más amplias, como la seguridad laboral y el futuro del trabajo. Si bien los impactos negativos de la inteligencia artificial antes eran ocultos o abstractos para los empleados de muchos sectores, las trayectorias profesionales, antes estables, ahora se están viendo alteradas en diversos sectores de la economía, desde la ingeniería de software hasta la educación.
Los autores ven una oportunidad para que los trabajadores se resistan a la implementación de la IA y se opongan a los argumentos de la industria tecnológica que presentan resultados como la pérdida generalizada de empleos como inevitables. Esto podría ser especialmente efectivo en un clima político donde los republicanos se han posicionado como el partido de la clase trabajadora, aunque la administración Trump se opone a la mayor parte de la regulación de la IA.
Los autores señalan varios casos prácticos en el informe donde los trabajadores lograron detener la implementación de la IA en sus empresas o garantizaron la implementación de medidas de seguridad. Un ejemplo es National Nurses United, un sindicato que organizó protestas contra el uso de la IA en la atención médica y realizó su propia encuesta, demostrando que esta tecnología puede socavar el juicio clínico y amenazar la seguridad del paciente. Este activismo llevó a varios hospitales a implementar nuevos mecanismos de supervisión de la IA y a reducir la implementación de algunas herramientas automatizadas.
“Lo singular de este momento es el impulso por integrar la IA en todas partes. Está otorgando a las empresas tecnológicas y a quienes las dirigen nuevos tipos de poder que van mucho más allá de simplemente enriquecerse”, afirma Sarah Myers West, codirectora ejecutiva de AI Now y una de las autoras del informe. “Hablamos de esta profunda transformación social, económica y política de la esencia de nuestras vidas, y eso requiere una forma diferente de contabilizar los daños de la IA”.
El informe es más pesimista sobre el poder actual de los reguladores, quienes, según los autores, han iniciado una oleada de investigaciones sobre empresas de IA en los últimos años que, hasta la fecha, han arrojado escasos resultados tangibles, como una ley nacional de privacidad digital en EE. UU. Si bien los funcionarios suelen hablar de la necesidad de frenar el poder monopolístico y limitar la recopilación de datos personales, «gran parte de esta actividad no se materializó en medidas de cumplimiento concretas ni cambios legislativos, ni en establecer límites claros que prohibieran prácticas comerciales anticompetitivas específicas», según el informe.
Amba Kak, codirectora ejecutiva de AI Now y otra coautora del informe, afirma que su organización se ha centrado bastante en las políticas gubernamentales como forma de impulsar el cambio, pero añade que es evidente que estas estrategias no tendrán éxito a menos que el poder se construya desde abajo. "Necesitamos asegurarnos de que la IA se perciba como un problema que afecta la vida material de las personas, no como una tecnología abstracta".
Los autores enfatizan que la cuestión no es presentar diferentes productos o tecnologías de IA bajo una perspectiva específica. "No nos interesa debatir si una tecnología individual como ChatGPT es buena o no", afirma Kate Brennan, directora asociada de AI Now y otra coautora del informe. "Nos preguntamos si es bueno para la sociedad que estas empresas tengan un poder irresponsable", lo cual puede ser totalmente compatible con "creer que ciertos productos son buenos, interesantes y emocionantes".
wired