Los noruegos han encontrado un camino hacia la felicidad. Dugnadsånd supera con creces el hygge

Olvídate del hygge y del niksen. Los noruegos han encontrado una forma de vida que no sólo calma el alma, sino que realmente cambia el mundo que nos rodea, colectivamente y con una sonrisa. Y lo más importante: cualquiera puede empezar de inmediato.

En un mundo que avanza cada vez más rápido y las relaciones entre las personas a menudo se vuelven superficiales, los noruegos nos recuerdan que la felicidad no está en la introspección solitaria junto a la chimenea, sino… al aire libre, en el barrio, en el patio de recreo, en una barbacoa conjunta después del trabajo. Se dice que la clave del bienestar es el dugnadsånd, el “espíritu comunitario” noruego que puede cambiar nuestra forma de abordar la vida más que el popular hygge.

Es más que sólo moda o una tendencia escandinava. Es una filosofía social que tiene sus raíces en la tradición vikinga y ha sobrevivido durante cientos de años.

- En condiciones climáticas difíciles y en tiempos de crisis, fue la comunidad la que hizo la fuerza. “El individualismo simplemente no funcionó”, señala Sylwia Balawender de la asociación polaco-noruega Razem=Sammen en una entrevista a Onet.

Dugnad , como se denomina comúnmente a esta costumbre, es hoy sinónimo de acción común por el bien de la comunidad local. Puede tomar la forma de remoción colectiva de nieve de la calle, reparación de la cerca de la escuela, limpieza después del invierno, pero también organización de picnics en el vecindario. No es sólo trabajo: tan importante como realizar el trabajo es celebrarlo juntos. La participación es una obligación no escrita, pero no porque alguien la exija, sino porque todos sabemos lo bueno que es estar juntos.

- Dugnad crea un sentido de pertenencia. Y en tiempos de epidemia de soledad, este es un valor absoluto, dice Meik Wiking, director del Instituto de Investigación de la Felicidad en Copenhague.

Lo que hace que dugnadsånd sea una "cura" tan efectiva para la tristeza y el estrés no es sólo la sensación de agencia, sino también la química. Literalmente. Como destaca Emily Austen, autora del libro “Smarter”, el voluntariado social libera dopamina y endorfinas en el cerebro , una mezcla que puede hacer maravillas en nuestro estado de ánimo. Trabajar en grupo fortalece no sólo las relaciones, sino también la autoestima. Cada uno aporta algo de sí mismo: tiempo, habilidades, ideas. Y todos somos importantes.

No es necesario vivir en Oslo para sentir el poder de la comunidad. Basta con un paseo por el vecindario con una bolsa de basura, construir juntos casas para erizos o intercambiar plantas en macetas. El espíritu de dugnad no conoce fronteras: no pregunta por la edad, el estatus ni las opiniones. Lo que importa es el objetivo: actuar juntos.

Entonces, en lugar de otra sesión de yoga en solitario en YouTube, tal vez deberías salir de casa y preguntarle a tu vecino: "¿Qué necesitas?". Es posible que allí mismo, al otro lado de la valla, te espere tu nueva fuente de felicidad.