Ana Canosa: Ella no se dio cuenta de que él se corría tan rápido hasta que ambos se sentaron en un sofá.

En cuanto a sus relaciones, su vida es tranquila. Tiene una relación estable con una mujer activa a la que también le encanta trabajar y comparte valores y rutinas similares a las suyas. Pero, como todos sabemos, la vida nunca es siempre un camino de rosas. Siempre hay un obstáculo en el camino que nos recuerda que, en efecto, somos humanos e imperfectos.
Quizás este momento de mayor estabilidad le dio el valor para abordar un tema que siempre había evitado: su desempeño sexual. O, quizás, sintiéndose más fuerte, finalmente pudo compartirlo con alguien. El hecho es que, con cierta torpeza, acudió a mí. Renato me contó que se corrió demasiado rápido.
Pero, después de todo… ¿rápido para quién? Esto también es una percepción subjetiva. Existe, por supuesto, un criterio técnico que aparece en los manuales de diagnóstico: la eyaculación en menos de un minuto tras el inicio de la penetración. Hubo una época en que incluso se medía por el número de movimientos: diez, como máximo.
Pero seamos sinceros, eso nunca fue lo más relevante. Lo que realmente importa es cuánto sufrimiento físico o emocional causa este problema, tanto para quien convive con la persona como para quien tiene una relación con ella. Y Renato tenía claro que esto le afectaba profundamente. En cuanto a su esposa... bueno, no estaba tan seguro.
Desde la primera reunión, hablamos de la importancia de incluirla en el proceso. ¿Y él? Se negó de inmediato. Después de todo, después de más de siete años de matrimonio, jamás había hablado de este tema con ella. Así que empezamos a trabajar para fortalecer su autoestima en el ámbito sexual.
Aprendió técnicas para reducir la ansiedad y también prácticas masturbatorias para entrenar el control de la eyaculación. Ampliamos la conversación a otros aspectos de su vida: el trabajo, la familia (donde también cargaba con la responsabilidad de todo), entre otros. Poco a poco, mejoró mucho en el entrenamiento individual, pero aún entraba en relaciones sexuales con ese miedo paralizante de oír un día: "¿Eh... ya?".
uol