De frente con China

Estamos a pocos días de la 24.ª Cumbre UE-China, prevista para los días 24 y 25 de julio en Pekín. Mucho más que una reunión formal, esta será una oportunidad decisiva para redefinir los términos de una relación que ha sido tan estratégica como controvertida.
La Cumbre de Beijing, con la asistencia confirmada de Ursula von der Leyen, António Costa y Xi Jinping, se produce en un momento de agitación geopolítica, marcado por persistentes desequilibrios comerciales, tensiones arancelarias alimentadas por Donald Trump y profundas diferencias en la respuesta al cambio climático.
Como miembro del Parlamento Europeo, me he reunido varias veces con representantes chinos, especialmente durante las Cumbres sobre el Cambio Climático (COP) a las que asistí. Conozco bien cómo se preparan y piensan. Hace dos semanas, como parte de los preparativos para la Cumbre UE-China, me reuní de nuevo con una delegación de parlamentarios chinos. Creo que la situación actual, con tantos cambios en el mundo, puede ser una oportunidad para construir una relación más equilibrada y justa. Pero debemos tener sentido estratégico.
China es la segunda economía más grande del mundo y el principal socio comercial de Europa en diversas áreas. La clase media china, cada vez más occidentalizada, supera en número a la población estadounidense. Ignorar estos hechos sería un error estratégico. Pero no podemos ser ingenuos. La UE tiene la obligación de proteger su industria, sus empleos y su modelo social del dumping, los subsidios injustos y las condiciones comerciales. Y debe hacerlo con una diplomacia firme e inteligente, como lo ha hecho ante la intimidación de Donald Trump.
El problema del acceso a ciertas materias primas críticas es el ejemplo más evidente. Europa depende casi por completo de China para el suministro, el refinado y el procesamiento de metales y minerales esenciales para las transiciones energética, digital, de defensa y de movilidad eléctrica. La reciente imposición por parte de China de controles a la exportación de ciertas materias primas debería servir de advertencia. No podemos seguir siendo vulnerables al chantaje económico ni aceptar que el acceso a componentes esenciales esté sujeto a presiones políticas.
En este contexto, es fundamental revisar las condiciones para la inversión extranjera directa de empresas chinas en Europa, así como el acceso de los vehículos eléctricos chinos a nuestro mercado. China busca un acuerdo sobre estos asuntos. La Unión Europea debe mantenerse abierta a la negociación, pero con exigencias claras: mecanismos de control que eviten distorsiones de la competencia y garanticen que toda inversión china en Europa contribuya a la generación de riqueza y empleo. A cambio, es legítimo que Europa garantice un acceso estable y transparente a las materias primas esenciales que necesita. La implementación de mecanismos de control y salvaguardia será esencial para asegurar una relación equilibrada y beneficiosa para ambas partes.
Finalmente, en el ámbito climático, el diálogo con China es urgente. Estamos a pocos meses de la COP30, que se celebrará en la Amazonia. La responsabilidad histórica de Europa, como pionera en la revolución industrial, no puede servir de excusa para que grandes economías como China sigan negándose a realizar contribuciones obligatorias para financiar la transición climática global. China es actualmente el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero. La transición ecológica solo será eficaz si es compartida. Y solo será justa si la financiamos todos.
Jornal Sol