Elecciones locales sin horario

Es curioso que las elecciones locales estén a solo dos meses y unos días de distancia, y sin embargo, poco sucede, poco se escucha, poco se revela. Hay una pausa en la lucha política. Hay una sensación de vacaciones. Hay un aplazamiento hasta septiembre. Es natural que la comunidad política y el electorado estén hartos de elecciones, una tras otra, pero el calendario constitucional no se borra con una goma de borrar.

Es de esperar, sin duda, que la vuelta de las vacaciones sirva para reactivar la maquinaria semiparalizada, tanto en Lisboa como en el municipio más remoto (¡menos mal, en nuestra pequeñez!) del país. Hay ferias, fuegos artificiales, fiestas y conciertos, pero política... nada.

No es del todo malo, a pesar de todo. Siempre estoy convencido de que, a estas alturas, todo el mundo sabe a quién votar, independientemente de los cambios obligatorios o los mandatos repetidos. Uno o dos casos merecerán atención —sobre todo Oporto, pero también Cascais y Sintra—, por no mencionar los muchos otros que cambiarán de presidencia, pero no de afiliación política.

El país está desconectado a propósito. No le importan las campañas, los mítines, los folletos, los carteles ni los programas electorales. Mucho después, llegará el momento de una sutil reevaluación de lo que los votantes quieren que cambie. ¿Es normal? Por supuesto. Y después de estas elecciones, a mediados de octubre, la batalla por las elecciones presidenciales de enero se intensificará. Será intensa: quién está arriba, quién está abajo, quién apoya, quién finge.

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