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Más de la mitad de los universitarios sufren burnout y el 40% toma fármacos psicotrópicos

Más de la mitad de los universitarios sufren burnout y el 40% toma fármacos psicotrópicos

El 40 por ciento de los estudiantes de educación superior consume drogas psicotrópicas y uno de cada 10 toma anfetaminas o estimulantes, según un estudio de más de 2.300 estudiantes que muestra altos niveles de burnout y falta de apoyo psicológico.

El estudio “Ecosistemas de aprendizaje saludables en instituciones de educación superior en Portugal”, al que Lusa tuvo acceso y que está coordinado por la psicóloga Tânia Gaspar, de la Universidad Lusófona, y que ya ha realizado varias investigaciones en el área del comportamiento juvenil, concluye que las dimensiones prioritarias de intervención en las universidades son las relacionadas con el bienestar y la salud mental.

El estudio, realizado por el Observatorio de Entornos de Aprendizaje Saludables y Participación Juvenil, contó con la participación de 2339 estudiantes de entre 17 y 35 años. Analizó diversas dimensiones asociadas a la cultura organizacional y a los entornos en los que se desenvuelven los estudiantes en el contexto académico.

El riesgo psicosocial relacionado con la salud mental fue el que presentó niveles más altos, con un 61.6% de estudiantes confesando que en el último mes se sintió agotado físicamente, un 46.2% dijo sentirse irritado y un 41.6% triste.

Casi dos de cada tres (65,5%) dicen que son incapaces de controlar las cosas que son importantes en sus vidas, el 61,5% carece de confianza en su capacidad para lidiar con sus problemas y más de la mitad (59,4%) siente que las dificultades se acumulan hasta el punto de que son incapaces de superarlas.

En declaraciones a Lusa, la coordinadora del estudio, Tânia Gaspar, afirmó que esta investigación demostró que el 40% de los estudiantes universitarios consumen psicofármacos, una cifra en línea con los datos europeos, y destacó: “Esto es un fracaso del Servicio Nacional de Salud, porque si trabajáramos más en la prevención y tuviéramos respuestas más rápidas, no necesitarían tomar medicamentos”.

Por otro lado, afirmó que los profesionales de la salud “deberían pararse a pensar” cuando deciden recetar más medicación: “recetan psicofármacos cuando la persona llega allí y dice que está un poco ansiosa por los exámenes, o que no puede dormir”.

“El efecto de este medicamento en un niño con mayor depresión es peligroso”, advirtió el especialista, insistiendo: “En niños y jóvenes, la medicación no es en absoluto inocua. Hay que pesar, contabilizar y medir. Si es necesario, sí, pero lo menos posible y con el mejor apoyo posible”.

La investigación mostró que más de uno de cada 10 (13%) dijo haber sido objeto de amenazas u otras formas de abuso físico o psicológico (insultos, acoso sexual), habló de quejas de racismo, xenofobia, discriminación de género y exclusión de estudiantes internacionales y pidió más diversidad étnica y cultural en el personal docente.

Quieren que los profesores tengan “mayor empatía, sensibilidad cultural y comprensión”, se quejan del “acoso moral, el sarcasmo, el menosprecio y el favoritismo” en las clases y señalan “una falta de inteligencia emocional” entre algunos profesores, así como una falta de formación en salud mental.

Hablan de la necesidad de recursos y adaptaciones para estudiantes con necesidades especiales, criticando la falta de sensibilidad en las instituciones de educación superior ante los diferentes ritmos y estilos de aprendizaje.

“Aprovecharon ese espacio para decir cosas que pasan en las universidades”, dijo Tânia Gaspar a Lusa, explicando: “Los profesores, no abiertamente, pero lo que hacen es, muchas veces, devaluar a los estudiantes, burlarse de ellos (…), a veces hay una actitud de altanería hacia los estudiantes, que hoy en día no admiten”.

En este sentido, afirmó que “es necesario un trabajo profundo con el profesorado”, que “está desesperado”: ​​“Antes estábamos acostumbrados a tener alumnos callados. (…) Hoy en día, de repente, ya no se callan y son muy exigentes, son aún más exigentes”.

“Algunos profesores aún no han superado la cuestión de las clases teóricas del doctorado y, por eso, hay una gran distancia aquí para los estudiantes”, añadió.

Tânia Gaspar consideró que “las relaciones en la sociedad son mucho más horizontales” y “los profesores tienen que saber cómo lidiar” con esta situación.

Por otro lado –recordó– cada vez hay más alumnos con neurodiversidad, es decir, con necesidades especiales, diagnosticadas o no, (…) y también hay más alumnos sin ningún diagnóstico, pero que efectivamente tienen cambios emocionales y de comportamiento (..) y los docentes no entienden qué está pasando”.

Elaborado por el Observatorio de Entornos Saludables de Aprendizaje y Participación Juvenil, que estudia y caracteriza a las Instituciones de Educación Superior como Entornos Saludables de Aprendizaje, el estudio concluyó que los estudiantes están desmotivados, se quejan de la monótona metodología de enseñanza y piden cambios.

Los investigadores dicen que los resultados apuntan a la necesidad de pensar en “formas creativas” de involucrar activamente a los estudiantes en la cultura y la vida de la institución.

jornaleconomico

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