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“Hasta pronto, Diogo” - Escuelas y Carreteras

“Hasta pronto, Diogo” - Escuelas y Carreteras

Al escuchar la canción dedicada a Paul Walker, escrita por Wiz Khalifa, muchos de los que admiraron a Diogo Jota no podrán evitar sentir la música con más intensidad que nunca. Portugal amaneció el 3 de julio con la noticia de la trágica muerte de Diogo Sousa, joven futbolista del Liverpool y de la selección nacional, en un violento accidente de coche. ¡La máquina, un coche de alta cilindrada! Diogo se unió a una lista que conocemos bien, aunque preferiríamos olvidar: Paul Walker, un icono de una generación; Antonio Reyes, otro joven futbolista que murió en un coche de alta cilindrada; y tantos otros, menos famosos, igual de brillantes. Muertes que no se deben a la ausencia de reglas.

En otro ámbito de la vida social: el uso de teléfonos móviles en las escuelas. En Portugal, la reciente prohibición del uso de dispositivos móviles en educación primaria y secundaria (especialmente en 1.er y 2.º ciclo) ya ha mostrado efectos positivos: una reducción significativa de los casos de acoso escolar, según informaron varias juntas escolares en audiencias ante la Asamblea de la República. ¿Qué ha cambiado? El acoso escolar siempre ha estado prohibido, por supuesto, pero la diferencia radica en prevenir los medios por los que se amplificaba. Al limitar el acceso al dispositivo (teléfono móvil), también se limita la posibilidad de transgresión. La norma existe, pero ahora es realmente difícil romperla.

¿Y por qué no aplicamos el mismo razonamiento a los coches?

Los límites de velocidad llevan décadas vigentes. Las sanciones por conducir bajo los efectos del alcohol están bien definidas. Sin embargo, las infracciones siguen siendo técnicamente fáciles, socialmente toleradas y estadísticamente infrapenalizadas. En términos probabilísticos, el riesgo de ser detectado es bajo, y a menudo las consecuencias solo se materializan cuando el error es fatal.

El problema no es la ausencia de leyes, sino la libertad tecnológica para violarlas. Así como les quitamos los teléfonos móviles a los niños para prevenir el acoso , quizá deberíamos prohibirles a los vehículos superar los 120 km/h en nuestras carreteras. Esto no es un atentado contra la libertad, sino la protección de la vida. Según estudios científicos de referencia publicados en Accident Analysis and Prevention (Elsevier), los sistemas automáticos de limitación de velocidad (ISA – Adaptación Inteligente de la Velocidad) y los bloqueos por alcoholemia pueden reducir significativamente el número y la gravedad de los accidentes de tráfico.

La ciencia también respalda los efectos de las restricciones de dispositivos móviles en las escuelas. Un metaanálisis publicado en el Journal of Adolescence demostró que prohibir los teléfonos inteligentes en las escuelas tiene un impacto directo en la reducción de la ansiedad social, el ciberacoso y las distracciones cognitivas, con claras mejoras en el rendimiento académico y la salud mental.

El paralelismo es claro: cuando penalizar al usuario no basta para frenar un comportamiento peligroso, debemos actuar en el medio ambiente. Con los teléfonos móviles, hemos empezado a hacerlo. Con los coches, insistimos en confiar en la madurez individual, hasta el próximo funeral.

Quizás sea hora de arrebatarles a las máquinas la capacidad de matar. No por desconfianza hacia las personas, sino por respeto a la vida que vive en ellas. Que la muerte de Diogo no sea solo una estadística, sino un grito silencioso que nos impulse a actuar, no con moralismo, sino con valentía política y técnica.

observador

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