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¿El riesgo de enfermedad cardíaca es el mismo para mujeres y hombres?

¿El riesgo de enfermedad cardíaca es el mismo para mujeres y hombres?

Sabemos que las enfermedades cardiovasculares (ECV), principal causa de muerte a nivel mundial (más de 17 millones de muertes al año), presentan diferentes aspectos en las mujeres, incluyendo una mayor tasa de mortalidad. Al ser hospitalizadas por un infarto de miocardio, las mujeres suelen ser mayores, presentar más complicaciones y un peor pronóstico, perdiendo casi un 8 % más de vida que los hombres. En el caso de las mujeres más jóvenes, independientemente del tipo de infarto de miocardio, la mortalidad hospitalaria es mayor que la de los hombres de la misma edad (un 4 % más).

Además de la ECV aterosclerótica, que sigue siendo menos diagnosticada y menos tratada en mujeres, existen otras ECV específicas de la mujer, que son menos frecuentes, como el síndrome de Takotsubo, la disección carotídea espontánea y la miocardiopatía del embarazo.

Respecto a los factores de riesgo cardiovascular, muchos son comunes a ambos sexos (diabetes, hipertensión arterial , dislipidemia, tabaquismo, sedentarismo, etc.), sin embargo, existen otros específicos de la mujer, como la eclampsia, la diabetes gestacional, el síndrome de ovario poliquístico y la menopausia, que siempre deben ser investigados activamente.

Todas estas diferencias indican la necesidad de investigar y comprender los factores y barreras biológicos y psicosociales que enfrentan las mujeres con ECV y de prestar más atención a la práctica clínica.

Deberíamos empezar por evaluar el riesgo cardiovascular de mujeres aparentemente sanas, y para ello, se puede utilizar una calculadora electrónica (o tablas) llamada SCORE2, que estimará la probabilidad de muerte a partir de los 40 años. Esta calculadora de riesgo, basada en sexo, edad, presión arterial sistólica y niveles de colesterol (no HDL - colesterol malo) y hábito tabáquico, permitirá estratificar el riesgo cardiovascular de muerte o infarto de miocardio en un periodo de diez años. Se deben evaluar otros factores adicionales (obesidad, depresión, enfermedad renal crónica, enfermedades inflamatorias), así como otros análisis, además de los niveles de colesterol , (como los niveles de azúcar en sangre, glucosa en sangre). De este modo, las mujeres pueden estratificarse en grupos de riesgo cardiovascular bajo, medio, alto y muy alto de infarto o muerte.

Para reducir el riesgo, se debe minimizar la cantidad y la gravedad de los factores de riesgo. Por ejemplo, una mujer de 54 años fumadora, no hipertensa y con colesterol alto (no HDL, colesterol malo) puede reducir su riesgo cardiovascular a la mitad (de moderado, 8 %, a leve, 4 %) si deja de fumar, incluso sin reducir su colesterol. Si también reduce su colesterol, este puede reducirse al 3 %.

Generalmente se recomienda cambiar la dieta, aumentar la actividad física, dormir lo suficiente, reducir el estrés, dejar de fumar y consumir menos alcohol, pero en grupos con mayor riesgo cardiovascular, especialmente en el caso de la hipertensión y el colesterol alto, pueden ser necesarias medidas preventivas más agresivas, como la medicación. Estas medidas se denominan prevención primaria si la persona aún no ha presentado una complicación cardíaca (evento cardíaco). En el caso de la diabetes, la calculadora SCORE2 no es válida; existen otras, como SCORE2-Diabetes.

En otros casos, cuando ya se ha producido un infarto de miocardio, el riesgo es alto desde el principio, por lo que es fundamental adoptar medidas preventivas (denominadas secundarias, dado que la enfermedad ya se ha diagnosticado) desde el inicio. Una estrategia preventiva fundamental para reducir la mortalidad, el riesgo de un nuevo infarto e insuficiencia cardíaca, y promover mejoras en la capacidad funcional y la calidad de vida, es la rehabilitación cardiovascular (RCV), que incluye un programa de ejercicio específico y el control de los factores de riesgo cardiovascular. También incluye apoyo dietético y psicológico individualizado, así como medidas para la adherencia a la medicación cardioprotectora.

Sin embargo, el RCV está infrautilizado a nivel mundial, especialmente entre las mujeres, quienes son derivadas con menos frecuencia que los hombres y también tienen una menor participación. Entre las barreras para la participación se incluyen el sentido de responsabilidad familiar, la dificultad para hacer ejercicio, la falta de tiempo, motivación, alfabetización y apoyo familiar, entre otras.

Para aumentar la participación femenina en los programas RCV será necesario brindar más información sobre los beneficios, promover y difundir más los programas e implementar modelos más adecuados a los gustos y necesidades de las mujeres, con horarios flexibles o realizados de forma remota (en casa o incluso en el trabajo).

Al fin y al cabo, siempre debemos mirar el corazón de la mujer de otra manera, con un riesgo cardiovascular distinto, pero no menor, y que requiere un enfoque específico y proactivo.

Lo más importante, quizás, es que las propias mujeres empiecen a comprender que necesitan prestar más atención a su salud y cuidar su corazón.

Ana Abreu es cardióloga del Departamento de Cardiología de la ULS Santa Maria y profesora asociada de Cardiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa (FMUL). Dirige el Instituto de Medicina Preventiva y Salud Pública, el Instituto de Salud Ambiental y el Instituto de Medicina Nuclear de la FMUL. Actualmente preside la Asociación Europea de Cardiología Preventiva y es miembro de la junta directiva de la Sociedad Europea de Cardiología. Es columnista invitada de Arterial, la sección del Observador dedicada íntegramente a las enfermedades cerebrovasculares.

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Arterial es una sección de Observador dedicada exclusivamente a temas relacionados con las enfermedades cerebrovasculares y cardiovasculares. Es fruto de una colaboración con Novartis y cuenta con la colaboración de la Asociación de Apoyo a Pacientes con Insuficiencia Cardíaca, la Fundación Portuguesa de Cardiología, la AVC de Portugal, la Sociedad Portuguesa de Ictus, la Sociedad Portuguesa de Aterosclerosis y la Sociedad Portuguesa de Cardiología. Su contenido editorial es completamente independiente.

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