Trilogía recuerda la trata de esclavos en Río de Janeiro

Por Patrizia Antonini - Descubierto por casualidad en 1996, un sitio histórico en el centro de Río de Janeiro resultó ser el Cemitério dos Pretos Novos, que funcionó entre 1774 y 1830 como lugar de enterramiento de esclavos traídos a Brasil, donde se estima que fueron enterradas 40.000 personas.
En total, fueron más de 4 millones, según cálculos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), africanos traídos encadenados al país sudamericano entre el siglo XVI y mediados del siglo XIX, lo que equivale a más de un tercio de la trata mundial de esclavos y el número más alto en términos absolutos.
La memoria histórica también se mantiene viva gracias a una trilogía publicada por el Instituto Pretos Novos, organizada por el investigador João Carlos Nara Jr., por iniciativa de Merced Guimarães, propietaria de la casa donde surgieron los restos durante las obras de reforma y que ahora fue transformada en museo.
Los tres volúmenes, "Muerte en Valongo", "El Muelle y el Cementerio", "Silencios que Gritan", son testimonios impactantes de la esclavitud africana en Río de Janeiro, donde adolescentes entre 15 y 20 años, procedentes principalmente de Angola, Congo y otros países del centro-oeste de África, desembarcaban en Cais do Valongo, en la zona portuaria de la ciudad.
La parroquia responsable del área era la Iglesia de Santa Rita, joya de la arquitectura rococó en Latinoamérica, que al no disponer de espacio para enterrar los cuerpos, alquiló un terreno donde los esclavos fueron enterrados por capas, al punto que muchos huesos fueron cubiertos por apenas un puñado de tierra, según refirió en 1814 el naturalista alemán Georg Wilhelm Freyreiss, quien mencionó “entierros sobre la superficie de la tierra, insuficientes para garantizar la higiene de los lugares”.
En un esfuerzo titánico de reconstrucción, Nara digitalizó los dos libros eclesiásticos conservados por la Curia de Río de Janeiro, que registraban información sobre los fallecidos (1812-1818 y 1824-1830), de los cuales, además de la edad, el sexo y el origen, también es posible extraer las causas de muerte, en la mayoría de los casos por enfermedad. Restos sin nombre, identificados en los libros solo por la marca de un hierro candente en la piel.
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