La agricultura es responsable del 60% de la energía renovable utilizada en Brasil

Un estudio de la Fundación Getúlio Vargas (FGV) destaca el papel crucial de la agroindustria brasileña en la generación de energía renovable para el país. Según el estudio, desarrollado por el Observatorio de Conocimiento e Innovación en Bioeconomía de la institución, el sector representa el 60 % de las fuentes de energía limpia.
Sin esa contribución, la matriz energética renovable brasileña caería del 49% a cerca del 20%, más cerca del promedio mundial, que ronda el 15%.
La encuesta refuerza que la participación de la agricultura diferencia a Brasil de otras potencias agroindustriales en términos de sostenibilidad energética. Si bien es un importante consumidor de energía, el sector representa aproximadamente el 29% de la producción energética total utilizada en Brasil.
Para Luciano Rodrigues, coordinador del núcleo de bioenergía del Observatorio de la FGV, el estudio revela una nueva dimensión del agronegocio brasileño, que ya es sinónimo de productividad, exportaciones récord y seguridad alimentaria: su relevancia estratégica en la transición energética.
“Este protagonismo no se limita a la cantidad de energía limpia disponible en el país ni a la presencia de biocombustibles en el sector transporte; también se refleja en el destino de la bioenergía agrícola, principal fuente de energía para varios sectores industriales”, afirma.
La agricultura contribuye a través de fuentes como el etanol de caña de azúcar, el biodiesel de soja, el biogás de residuos agrícolas, la leña de bosques plantados y el blanqueador (residuo de la producción de celulosa), entre otros subproductos.
La historia muestra la diversificación de las fuentes de energía renovables en la agriculturaEn una revisión histórica de la contribución de la agricultura al suministro de energía, el estudio destaca la creciente diversificación de las fuentes de bioenergía en el país. A principios de la década de 1970, la mayor parte de la bioenergía del sector provenía de la leña y el carbón vegetal, que representaban más del 40% del total.
Esta configuración comenzó a cambiar en la década de 1980, cuando se intensificó la producción de derivados de la biomasa de la caña de azúcar, impulsada por la implementación del Programa Nacional del Alcohol (Proálcool).
Entre 1988 y 2003, la participación de la agroindustria en la matriz energética nacional se mantuvo relativamente estancada, rondando el 20 %. Sin embargo, se observó un crecimiento significativo en el suministro de lejía, que aumentó de 1,2 millones a 3,7 millones de toneladas equivalentes de petróleo (TEP).
Por otra parte, el desempeño de la caña de azúcar se vio afectado negativamente por la crisis del etanol a fines de la década de 1980 y por las fluctuaciones en la producción durante el período de desregulación del sector.
A partir de 2003, esta tendencia se revirtió en gran medida. Las dos décadas siguientes se caracterizaron por una fuerte expansión y diversificación de las fuentes de energía renovable generadas por la agroindustria.
El suministro de energía proveniente de la caña de azúcar casi se triplicó, impulsado por la popularización de los vehículos de combustible flexible y la expansión de la bioelectricidad generada a partir del bagazo de caña de azúcar. La producción de leña y carbón vegetal también se duplicó durante el período, lo que refleja el fortalecimiento de la silvicultura energética como actividad comercial. La lejía, a su vez, creció casi un 300%, acompañando la expansión de la industria de la pulpa y el papel.
Como resultado, la bioenergía agrícola, que en 1970 representaba 6,5 millones de TEP (el 9,7 % de la matriz energética brasileña), alcanzó los 91 millones de TEP en 2023, lo que equivale a una participación del 29,1 %. Esta trayectoria alcanzó su punto máximo en 2020, cuando su contribución alcanzó el 30,1 %.
Además del lanzamiento de Proálcool en la década de 1980 y la introducción de la tecnología de motores flex-fuel, el avance de la bioelectricidad y el establecimiento del Programa Nacional de Producción y Uso de Biodiesel (PNPB) son otros momentos clave que impulsaron este crecimiento.
Los autores demuestran que la trayectoria de la energía renovable generada por la agricultura fue uno de los pilares de la transición energética de Brasil. Sectores como alimentos y bebidas, pulpa y papel, cerámica y ferroaleaciones ya dependen principalmente de la energía derivada de la biomasa agrícola. En algunos casos, esta representa más del 70% de la matriz energética industrial.
La agricultura brasileña también destaca por su eficiencia energéticaEn términos de consumo, el análisis también revela que el sector agrícola brasileño presenta una eficiencia energética física y económica superior a la media mundial. Esta ventaja se atribuye a factores estructurales inherentes a Brasil, como su favorable clima tropical, la alta productividad por hectárea y el predominio de sistemas extensivos de producción de secano, que requieren una menor dependencia del riego y un control climático intensivo.
Según la encuesta, el consumo agregado de energía por valor agregado de la agricultura brasileña es de 1,2 GJ por cada US$ 1.000 producidos, inferior al promedio mundial de 1,5 GJ, y la energía representa apenas el 4,2% de los costos agregados del sector, por debajo del promedio mundial del 5,7%.
Un punto de observación, según los autores, por otra parte, es la alta dependencia de los combustibles fósiles, especialmente del gasóleo, que representa el 73% de la energía directa consumida en el campo, un porcentaje superior a la media mundial del 70%.
“El agronegocio en Brasil tiene varias características que favorecen el uso de energía limpia en toda su cadena productiva: clima tropical, producción extensiva con menor irrigación, alta productividad por hectárea, más de una cosecha al año y tecnología y gestión adaptadas a las condiciones edafológicas y climáticas del país”, afirma Rodrigues.
«Sin embargo, esta ventaja coexiste con una vulnerabilidad: la dependencia del diésel. Esto hace que el sector sea sensible a shocks externos, como fluctuaciones en los precios del petróleo o crisis geopolíticas», explica el investigador.
El estudio se basó en datos proporcionados por el Balance Energético Nacional (BEN), principal instrumento oficial para el seguimiento de la evolución de la matriz energética brasileña.
Además, se utilizaron bases de datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) y de la Empresa de Investigación Energética (EPE), así como modelos globales como GTAP-Power (ampliación de la base de datos GTAP – Global Trade Analysis Project – con foco en electricidad).
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