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¿Por qué posponemos tareas y decisiones importantes?

¿Por qué posponemos tareas y decisiones importantes?

Postergar una tarea, un compromiso o una decisión importante no siempre es señal de desorganización o falta de motivación. A veces hay asuntos más urgentes, otras veces no hay tiempo para todo, y la procrastinación es inevitable; forma parte de la vida y la gestión laboral.

Pero existe otro tipo de procrastinación: la que ocurre cuando una tarea es prioritaria y tenemos tiempo para realizarla, pero decidimos posponerla voluntariamente, a menudo centrándonos en tareas secundarias o distracciones. Este comportamiento se llama procrastinación. Podría ser completar un informe de trabajo con una fecha límite próxima, estudiar para un examen que vence en dos días, responder a un correo electrónico importante que lleva una semana en la bandeja de entrada o tomar una decisión sobre algo que nos ha estado preocupando.

Algunos estudios demuestran que la procrastinación es muy común. Por ejemplo, un estudio realizado en Suecia entre estudiantes reveló que el 71 % de los participantes la consideraba un problema, y de estos, casi el 30 % había considerado buscar ayuda para afrontarla. Entre la población general, se estima que alrededor del 20 % son procrastinadores crónicos , es decir, personas que posponen sistemáticamente tareas importantes, a pesar de las consecuencias negativas.

Quienes procrastinan suelen buscar herramientas antiprocrastinación centradas en la planificación y la organización, la lucha contra las distracciones, la gestión de prioridades y las estrategias de productividad. Estas no suelen funcionar, por una sencilla razón: «La procrastinación no es un problema de gestión del tiempo, sino de regulación emocional», argumenta Fuschia Sirois , psicóloga social y de la salud, profesora e investigadora de la Universidad de Durham (Reino Unido). Ha publicado varios artículos sobre el tema, así como dos libros: uno técnico y otro para el público general .

El trabajo de la investigadora —y otros colegas— argumenta que la procrastinación no es pereza, ya que lo que realmente posponemos no es la tarea en sí, sino las emociones asociadas a ella. «La procrastinación es una forma de evasión, utilizada para lidiar con emociones desagradables. Cuando posponemos la tarea que nos causa emociones negativas e incómodas, sentimos un alivio inmediato. Logramos regular nuestras emociones, pero de forma muy breve e ineficaz», explica.

Esto sucede a menudo cuando “pensar en lo que tenemos que hacer nos pone nerviosos, estresados, frustrados, tememos fracasar o simplemente esperamos que sea aburrido”.

observador

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