Vacunas: la intervención que te hace olvidar las enfermedades

Es difícil encontrar una intervención médica con mayor impacto en la salud de las poblaciones que la vacunación. A diferencia de los medicamentos que actúan después de que la enfermedad ha aparecido, las vacunas pueden prevenir su aparición.
A lo largo de la historia, cada vez que se introduce una nueva vacuna en la población, casi siempre se produce una rápida reducción de la incidencia y de las graves consecuencias de la enfermedad que la vacuna pretende prevenir. De esta manera, enfermedades que antes eran comunes se han convertido en un recuerdo lejano que sólo encontramos en películas o libros que retratan épocas pasadas. ¿Quién recuerda las consecuencias de la polio? ¿De la difteria? ¿O incluso el sarampión? Se espera que otras enfermedades, objeto de campañas de vacunación más recientes, como el cáncer de cuello uterino (prevenible mediante la vacuna contra el virus del papiloma humano), sigan la misma tendencia.
El éxito de las vacunas contra la COVID-19, combinado con la amplia circulación del virus, ha protegido a la mayoría de la población contra las formas más graves de esta enfermedad. Hoy en día, el impacto del COVID-19 en 2020 parece un recuerdo lejano. En aquel momento, la enfermedad provocó el colapso de los sistemas sanitarios en lugares como el norte de Italia, Nueva York y Madrid. Incluso en Portugal, a principios de 2021, los hospitales se enfrentaron a grandes dificultades debido a un aumento repentino de casos, que provocó una alta mortalidad y colas de ambulancias frente a los servicios de emergencia. Este impacto fue particularmente severo en las sociedades con una mayor proporción de población de edad avanzada. La vacunación protegió contra las consecuencias más graves de la infección, permitiendo que el virus circulara “con mayor seguridad”.
Sin embargo, a medida que perdemos la memoria de la gravedad de estas infecciones —porque ya no tenemos contacto directo con ellas— hemos visto un aumento en la oposición a los beneficios de las vacunas. Este fenómeno es más notorio en los países donde la vacunación ha dejado de ser una discusión técnica y se ha convertido en blanco de la polarización política.
Las vacunas actuales son muy seguras. En los más de dos siglos transcurridos desde que se desarrolló la vacuna contra la viruela, su tecnología ha mejorado cada vez más. La seguridad de las vacunas ha sido objeto de un escrutinio cada vez mayor. Incluso efectos adversos muy raros han obligado a sustituir las vacunas por otras aún más seguras, como ocurrió con la vacuna contra la polio en 2006 en Portugal.
Miles de millones de personas han sido vacunadas en todo el mundo durante muchas décadas. Pocos fármacos se han utilizado a tan amplia escala. Esto nos permite comprender mejor las características de seguridad de las vacunas, incluidas las vacunas contra la COVID-19 (que, a pesar de haberse utilizado desde finales de 2020, muchos todavía las consideran recientes). Además, los efectos adversos raros detectados en grupos de población específicos (como los asociados con la vacuna de AstraZeneca en adultos más jóvenes) han impulsado cambios en las estrategias de vacunación para mejorar la seguridad. Estos cambios fueron, en algunos casos, criticados por expertos que consideraron que el riesgo era demasiado bajo para justificarlo.
La negativa de algunas personas a vacunar a sus hijos ha provocado el resurgimiento de brotes de enfermedades como el sarampión, como ocurre actualmente en Estados Unidos. Estas enfermedades, de las que tenemos poca memoria directa, son altamente contagiosas, pueden ser fatales y causar complicaciones neurológicas permanentes en algunos de los niños infectados.
Pocos medicamentos tienen una seguridad y unos beneficios tan comprobados como las vacunas. El Día Mundial de la Inmunización, que se celebra el 9 de junio, es una buena oportunidad para revivir la memoria colectiva sobre su impacto y reforzar el papel esencial que siguen desempeñando en la prevención de enfermedades.
observador