A Ventura le falta Sócrates

Teniendo en cuenta los votos de los emigrantes, se confirma que Chega es la segunda fuerza del sistema político portugués, una circunstancia que sólo sorprende a los más distraídos y al elitismo socialista que se mostró incapaz de percibir la intención transparente del electorado.
La ambición de André es alcanzar el poder que encarna el cargo de Primer Ministro, y cuenta con casi todas las condiciones para lograrlo. Es astuto, posee una enorme capacidad retórica y una capacidad inigualable para diagnosticar y percibir a las masas.
Sin embargo, resalta una brecha que no le permite, por ahora, dar el siguiente paso con confianza: la ausencia de un plan de país que tenga credibilidad.
Los votos de Chega se dividen en dos espectros: el voto ideológico, que engloba un país más conservador, contra la inmigración y en defensa de la familia tradicional, lo que se manifiesta en la oposición al matrimonio igualitario y en la lucha contra la ideología de género y la interrupción voluntaria del embarazo. Y el voto de protesta, emitido por la mayoría de las clases sociales más olvidadas por gobiernos anteriores, como las fuerzas de seguridad y los bomberos.
Es de sentido común coincidir con Ventura en la falta de atención a ciertas clases trabajadoras de nuestra sociedad. Sin embargo, el líder del ahora mayor partido de la oposición pierde su argumento y su capacidad de atraer nuevos votantes cuando afirma que cumplirá todo lo que promete con dinero procedente de la corrupción, como si se tratara de una ciencia exacta y simple con resultados comprobados.
Para atraer a un nuevo segmento del electorado, André necesita parecerse más a Sócrates. En cuanto a retórica, está prácticamente al mismo nivel, aunque el ex primer ministro la utilizó con diferente elegancia. Sin embargo, este último tenía algo que Ventura aún no ha podido presentarnos: una visión de país.
A pesar de todos los defectos que puedan atribuirse a la persona en cuestión, el sentido común nos obliga a reconocer que mientras ejerció como jefe de gobierno transformó positivamente el país y, lo que es más importante, llegó al pueblo portugués.
Además de su trabajo –al que, como transmontano, tengo mucho que agradecer–, José Sócrates impulsó varias medidas y programas que liberaron a una sociedad todavía atada al escudo y al siglo anterior, introduciéndola en una nueva era llena de modernización.
Lo anterior nos trajo, por ejemplo, una nueva realidad en la educación, al exigir que el nivel mínimo de escolaridad obligatoria sea el 12.º curso, con medidas implementadas en el mismo sector, como el programa de e-escuela y el reconocido programa Magalhães. El primero, con acceso a portátiles y banda ancha a precios reducidos para profesores y alumnos, facilitó la primera interacción de muchas familias con la tecnología digital.
En materia energética, fue gracias a Sócrates que la población en general conoció por primera vez las energías renovables y también gracias a él seguimos estando por encima de la media europea en cuanto a la transición verde.
En el espectro de los derechos individuales y el progresismo, impulsó la Ley nº 9/2010, que permitiría el matrimonio entre personas del mismo sexo, convirtiendo a Portugal en el octavo país del mundo en aprobarla.
En cuanto al atraso burocrático, trabajó activamente para reducirlo, habiendo legislado el concepto facilitador – ampliamente utilizado hoy (20 años después) – de servicio instantáneo e implementado la red de tiendas ciudadanas con el fin de hacer más electrónica la administración estatal y no sólo reducir los tiempos de espera, sino también proporcionar una mayor eficiencia en la relación entre los ciudadanos y el Estado.
En retrospectiva, es evidente que la visión del ex primer ministro para el país se adelantó a su tiempo, como lo demuestra la utilidad de las medidas ideadas hace unas dos décadas.
Este es nuestro talón de Aquiles del bien. La falta de visión para crear un país sostenible y próspero. Cuando pensamos en un hipotético gobierno de Ventura, ¿qué destaca? Una rutina diaria en la que andamos deportando inmigrantes y persiguiendo todo lo diferente, sin obtener nada rentable más allá de un subsidio que pueda asignarse a una u otra clase, si podemos considerarlo beneficioso.
observador