Estamos unidos

Un informe de la Organización Meteorológica Mundial publicado en octubre indica que 2024 registró la mayor concentración de dióxido de carbono en la atmósfera desde que comenzaron las mediciones en 1957. El nivel promedio mundial alcanzó las 423,9 partes por millón (ppm), tras un aumento récord de 3,5 ppm en comparación con 2023, más del triple de la variación anual registrada hace 68 años (0,8 ppm) y 1,1 ppm superior al índice de 2020.
El estudio de la OMM ensombrece la 30.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que comienza el lunes 10 en Belém. El objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C para finales de siglo, estipulado en el Acuerdo de París, ya se considera inalcanzable por la comunidad científica. Los fenómenos meteorológicos extremos, como el huracán Melissa, que devastó países del Caribe con vientos superiores a los 300 kilómetros por hora, son cada vez más frecuentes y letales: hasta el martes 4, se habían registrado 75 muertes en Haití y Jamaica.
Como anfitrión de la COP30 , Brasil llega a la reunión con buenos resultados en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y deforestación, pero su liderazgo en la agenda climática global se ve cuestionado debido a su enfoque en la expansión de sus reservas petroleras. Ante la ausencia de Estados Unidos, que no forma parte del Acuerdo de París, y el desinterés de otros grandes emisores como la Unión Europea, Rusia, China, India y Japón, el gobierno brasileño intenta coordinar acciones para la protección de los bosques y el mercado de carbono. Sin embargo, es improbable que la conferencia logre un consenso que permita impulsar sus tres temas centrales: la financiación de la adaptación al cambio climático, la contención de la deforestación y el abandono de los combustibles fósiles.
De los 300.000 millones de dólares prometidos en la COP anterior, solo se habían recaudado 26.000 millones para 2025, apenas el 8% del total.
Garantizar un flujo constante de recursos para que los países pobres implementen proyectos de adaptación al cambio climático es quizás el mayor desafío de la COP30. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), publicado el 28 de octubre, los compromisos asumidos por los países ricos en la COP29 —estimados en 300 mil millones de dólares anuales— siguen en gran medida sin concretarse. En 2025, el primer año tras el nuevo acuerdo, solo se habían recaudado 26 mil millones de dólares, aproximadamente el 8% del total previsto. El PNUMA señala que muchos países en desarrollo ya cuentan con planes definidos de adaptación y mitigación; el obstáculo radica en la escasez de recursos. Los sectores que más demandan inversión son infraestructura (85.7 mil millones de dólares), control de inundaciones fluviales (73.4 mil millones de dólares), agricultura (54.4 mil millones de dólares) y zonas costeras (45.4 mil millones de dólares).
Las alternativas se recogen en el documento «De Bakú a Belén» (B2B), elaborado por los gobiernos de Brasil y Azerbaiyán, país anfitrión de la COP29. El informe esboza una hoja de ruta para la financiación global con el objetivo de alcanzar los 1,3 billones de dólares anuales para 2035, cifra considerada ideal por la comunidad científica. Los puntos centrales del B2B se presentaron en la conferencia previa a la COP celebrada en Brasilia en octubre, causando una buena impresión entre 67 ministros de gobierno. El documento se publicó oficialmente el 5 de noviembre en una rueda de prensa ofrecida por el embajador André Corrêa do Lago, presidente de la COP30.
La octava carta de la presidencia de la COP30 a la comunidad internacional insta a los países a reflexionar sobre la adaptación al calentamiento global como «el siguiente paso en la evolución humana». El documento advierte que la conferencia pondrá a prueba la capacidad global para afrontar la crisis climática, considerada una «amenaza existencial». Corrêa do Lago subraya: «Nuestra capacidad para implementar las disposiciones de adaptación del Acuerdo de París mediante una cooperación internacional reforzada determinará si evolucionamos no solo para sobrevivir, sino para convertirnos en la mejor versión de la humanidad, basada en la dignidad, la justicia y la solidaridad».
El país ha logrado reducir significativamente sus emisiones mediante la represión de los deforestadores. – Imagen: Christiano Antonucci/GOVMT
Según Marcio Astrini, coordinador del Observatorio del Clima, «si los países no utilizan el tema de la financiación como pretexto para dilatar la conferencia y generar confusión, ya será suficiente». El ambientalista no cree que se logren avances significativos en este ámbito. «Espero que haya cierto entendimiento y que los países en desarrollo vean alguna esperanza, y que no conviertan la financiación en un campo de batalla», señala.
Carlos Nobre, investigador de la USP (Universidad de São Paulo) y asesor del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, subraya la necesidad de dar continuidad a los debates iniciados en la COP29. «El Fondo Climático no puede quedarse en una mera promesa de 100, 200 o 300 mil millones de dólares anuales», afirma el climatólogo. Según él, se necesitarán 1,3 billones de dólares para adaptación y mitigación: «Unos 500 mil millones al año para aumentar la resiliencia ante fenómenos extremos y 800 mil millones para acelerar la transición energética y reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles».
Otro obstáculo se debe a la negligencia de muchos países, que aún no han presentado sus nuevos objetivos de reducción de emisiones, conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN). El informe de síntesis de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, publicado el 27 de octubre, destaca esta deficiencia: solo 64 de los 197 países signatarios han presentado sus CDN, que representan el 30 % de las emisiones globales. Este retraso dificulta las proyecciones esenciales para las negociaciones. «No es posible extraer conclusiones exhaustivas a nivel mundial a partir de un conjunto de datos tan limitado», advierte el documento.
Sin embargo, los ambientalistas critican la expansión de las fronteras petroleras en el margen ecuatorial. – Imagen: Agencia Petrobras
Entre los responsables del 70% de las emisiones no declaradas se encuentran grandes emisores como China, India, la Unión Europea y Japón, que no presentaron sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) a tiempo, pero prometieron anunciar nuevos objetivos en Belém. Según los datos actuales, solo sería posible lograr una reducción del 17% con respecto a 2019, muy por debajo del 57% exigido por el Acuerdo de París. «Es necesaria una aceleración sustancial», advierte la ONU.
Solo siete países del G20 han presentado sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), y las expectativas ahora recaen en la Unión Europea, India y China. El gobierno de Xi Jinping ha indicado su intención de anunciar una reducción del 7% al 10% en el consumo de combustible para 2035. Se espera que Europa adopte objetivos aún más ambiciosos. Esto daría un nuevo impulso a las negociaciones, debilitadas por el desinterés de Washington en el debate climático. Existe mayor incertidumbre con respecto a India, que se resiste a reducir el consumo de combustibles fósiles y en ocasiones imita la retórica negacionista de Donald Trump. «La presidencia de la COP30 debe garantizar que los países que aún no han presentado sus NDC lo hagan, y que las ya presentadas se mejoren, como en el caso de Rusia», advierte Astrini.
Los cuatro mayores emisores —China, Estados Unidos, India y la Unión Europea— aún deben presentar sus objetivos. «Esperemos que sean ambiciosos», afirma Carlos Nobre, del IPCC. Considera grave la ausencia del gobierno estadounidense en el debate, dado que el país es responsable de casi el 25 % de las emisiones desde 1850. «Ante un presidente negacionista, todos los demás países deben acelerar la búsqueda de soluciones», concluye. Nobre, sin embargo, se muestra optimista respecto a Europa, que se espera que anuncie reducciones de emisiones de entre el 67 % y el 73 % para 2035, con la posibilidad de alcanzar las cero emisiones netas para 2040. Brasil, el primer país en presentar su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), se ha comprometido a reducir sus emisiones entre un 59 % y un 67 % con respecto a los niveles de 2005 para 2035.
Publicado el 4 de noviembre, dos días antes de la Cumbre de Jefes de Estado previa a la COP30, el Informe sobre la Brecha de Emisiones (EGR) de 2025 presenta un panorama alarmante. Según el documento del PNUMA, al ritmo actual, el planeta podría calentarse hasta 2,8 °C para finales de siglo. El objetivo de 1,5 °C ya se ha superado y podría consolidarse en los próximos años, pero aún hay esperanza. «Si se revierte este aumento antes de alcanzar los 2 °C, es posible que la atmósfera se enfríe de nuevo y lleguemos al año 2100 dentro del límite de 1,5 °C. Pero esta reversión debe producirse rápidamente. De lo contrario, en el futuro tendremos que eliminar carbono de la atmósfera», advierte Anne Olhoff, coordinadora del informe.
Se superará el límite de 1,5 °C, pero aún existe la posibilidad de que se revierta la situación.
Los resultados recientes permiten a Brasil afrontar la COP30 en una posición sólida. El lunes 3, el Sistema de Estimación de Emisiones y Absorciones de Gases de Efecto Invernadero (SEEG), un proyecto de monitoreo independiente, reveló una disminución del 17 % en las emisiones nacionales entre 2023 y 2024, pasando de 2580 millones a 2150 millones de toneladas de CO₂. A pesar de la reducción, el volumen sigue siendo elevado, debido a la deforestación, la expansión de la frontera agrícola y el aumento de los incendios forestales, que el año pasado registraron 278 000 focos.
El progreso en la lucha contra la deforestación es otro valioso logro. Según Prodes, el sistema de monitoreo satelital del INPE, se registró una reducción del 11 % en la pérdida de bosques entre agosto de 2024 y julio de 2025. Durante este periodo, la Amazonía perdió 5796 kilómetros cuadrados de cobertura vegetal, en comparación con los 6288 kilómetros cuadrados del ciclo anterior. Esta superficie representa menos de la mitad de los 13 000 kilómetros cuadrados destruidos en 2021, durante el gobierno de Bolsonaro.
“Brasil llega a la COP30 con la autoridad de alguien que ha vuelto a situar la agenda climática en el centro del Estado. La disminución de la deforestación y las emisiones, el fortalecimiento del Fondo Amazonía y el Plan de Transformación Ecológica demuestran que el país ha recuperado su credibilidad y liderazgo a nivel internacional”, afirma el diputado federal Nilto Tatto (PT), vicepresidente del Comité de Medio Ambiente de la Cámara. El gran reto ahora, según él, es transformar este papel de liderazgo en un liderazgo efectivo. “Es necesario articular una alianza global para una financiación justa y para una transición energética que no reproduzca la lógica de la dependencia y la desigualdad”, concluye.
La directora ejecutiva de la COP30, Ana Toni, afirma que, tan solo mediante la reducción de la deforestación en los biomas de la Amazonía y el Cerrado durante los últimos tres años, Brasil ha evitado la emisión de más de 700 millones de toneladas de carbono. “Este resultado es consecuencia de la reanudación de políticas ambientales y climáticas sólidas. La COP30 refleja este proceso”. Toni subraya que esta agenda debe vincularse al debate económico: “La prosperidad no es incompatible con la lucha contra el cambio climático. Son dos dimensiones intrínsecamente conectadas”.
La inmensa fuerza del huracán Melissa sirve de advertencia. China ha retrasado la entrega de su NDC. Trump ni siquiera se molestó en fijar objetivos. – Imagen: iStockphoto, Andrew Caballero-Reynolds/AFP y Ricardo Makyn/AFP
Brasil, responsable del 47,3% de la deforestación tropical mundial, busca impulsar sus esfuerzos de protección. Su principal objetivo para la COP30 es el Fondo para la Protección de los Bosques Tropicales (FPBT), que pretende movilizar 125.000 millones de dólares —25.000 millones del sector público y 100.000 millones del sector privado— para proyectos de conservación, gestión y reforestación en 70 países. Propuesto por Lula en la COP28 de Dubái, su principal atractivo será la remuneración de los donantes. El martes 4, el gobierno brasileño confirmó una donación de 1.000 millones de reales, a la que siguió Indonesia. Se espera que Noruega y Alemania se sumen próximamente. «El FPBT será la iniciativa insignia de Brasil», afirma el ministro de Hacienda, Fernando Haddad.
Más allá del Fondo Forestal, la presidencia de la COP30 apuesta por el progreso en áreas como la transición energética y el mercado de carbono. Pedro Ivo Batista, coordinador del Foro Brasileño de ONG y Movimientos Sociales por el Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible (FBOMS), critica algunas de las alternativas propuestas. “Las soluciones de mercado son paliativas. Necesitamos fortalecer las políticas públicas mediante alianzas globales entre naciones e implementar el Acuerdo de París”, afirma, antes de señalar otra preocupación. “El gobierno brasileño, a pesar de los buenos resultados, se verá debilitado por la autorización de la exploración petrolera en la Margen Ecuatorial. El progreso en la lucha contra la deforestación funciona como una especie de compensación ante la posibilidad real de que no haya avances en el tema de los combustibles fósiles”.
Para las organizaciones de la sociedad civil, este tema será el talón de Aquiles de Brasil en la COP30. «Lo que la presidencia podría hacer es proponer un mandato para elaborar una propuesta de Ayuda Transitoria, un acuerdo tipo Dubái que defina fechas, financiación y responsables, para empezar a pensar en cómo abandonar los combustibles fósiles», afirma Astrini. Nilto Tatto añade que Brasil puede servir de puente entre los productores de petróleo y los defensores de la descarbonización, «defendiendo una transición energética justa que genere empleos verdes y respete la soberanía de los países en desarrollo».
El martes 4, el mismo día en que trasladó temporalmente la capital a Belém, Lula defendió la exploración y producción de Petrobras y dejó clara su postura: «No quiero ser un líder ambientalista. Quiero hacer lo que me dicen los expertos de mi gobierno, personas en quienes confío. Sería incoherente que, en un acto de irresponsabilidad, dijera en la COP30 que Brasil dejará de usar petróleo. No sobreviviríamos sin él, pero pocos países están tan cerca de esa situación como nosotros».
ACTIVO ESTRATÉGICOLa Caatinga, el bioma más eficiente en la captura de carbono, es un aliado esencial para lograr los objetivos climáticos.
Por Fabíola Mendonça
La protección del bosque seco podría generar hasta 48 mil millones de reales, según estimaciones de investigadores. – Imagen: iStockphoto
Ante la urgente necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la Caatinga, un bioma exclusivo de Brasil, emerge como una alternativa prometedora. Investigaciones del Observatorio de Carbono, Agua y Energía de la Caatinga, vinculado al Instituto Nacional de las Regiones Semiáridas (Insa), revelan que este bosque seco almacena aproximadamente 12 mil millones de toneladas de carbono y puede capturar casi 3 mil millones de toneladas al año. Con una vegetación resistente a la sequía y una alta capacidad de regeneración durante la temporada de lluvias, la Caatinga está entrando rápidamente en un ciclo de crecimiento acelerado, con el potencial de secuestrar CO₂ a niveles superiores a los de la Amazonía.
Por cada 100 toneladas de carbono absorbidas por el bioma de la Caatinga, hasta un 58 % permanece retenido en el suelo o la vegetación. En la Amazonía, si bien la absorción total es mayor debido a su vasta extensión, el porcentaje retenido varía entre el 2 % y el 12 %. Otro estudio de la Facultad de Ciencias Agrícolas y Veterinarias de la UNESP, publicado en Science of the Total Environment, muestra que entre 2015 y 2022, la Caatinga superó a la Amazonía y al Cerrado en secuestro de CO₂, compensando una parte significativa de las emisiones del país y consolidándose como un activo estratégico para alcanzar los objetivos climáticos.
Según Aldrin Martin Pérez-Marin, coordinador del Observatorio de la Caatinga y la Desertificación, el 72% del carbono retenido se almacena en el suelo, lo que equivale a unas 125 toneladas por hectárea. «La Caatinga no solo es un sumidero activo de carbono, sino también una enorme bóveda natural. Basta una gota de lluvia para que el bosque se regenere y continúe secuestrando carbono incluso en los escenarios más áridos», explica Pérez-Marin, quien también representa a Brasil en la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
Casi una cuarta parte del bioma de la Caatinga se encuentra en un estado crítico de degradación, y el 18% ya enfrenta la desertificación, especialmente en el norte de Bahía. Para revertir esta situación, se está llevando a cabo un proceso de recaatinga en el bosque, con el objetivo de recuperar las áreas deforestadas. «La recaatinga se trata de reflorecer, pero también de sanar el territorio, restaurar los lazos, el sentido de pertenencia y los sueños», afirma Pérez-Marín. Las áreas mejor conservadas, con mayor capacidad para secuestrar CO2, se concentran en comunidades tradicionales, como tierras indígenas, quilombos (asentamientos de esclavos fugitivos), pastizales y zonas de agricultura familiar.
El elevado potencial de secuestro de carbono del bioma de la Caatinga podría generar beneficios económicos y servir de modelo para otros bosques secos del mundo. Tan solo en las áreas protegidas, el bioma podría generar 48 mil millones de reales, estima Pérez-Marín. Aboga por la creación de un fondo regulado de carbono, con la participación de las comunidades locales, una propuesta que… Se presentará en la COP30. "La idea es lanzar el Programa Nacional de Crédito Social de Carbono para la Región Semiárida, que compensa a los agricultores familiares, las comunidades quilombolas, los pueblos indígenas y los colonos por la conservación del carbono en el suelo y la vegetación; una propuesta que combina la conservación ambiental y la justicia social."
“Valorar la Caatinga demuestra al mundo que Brasil puede liderar la lucha contra la emergencia climática no solo a través de la Amazonía, sino también a través del bosque seco más eficiente del planeta. La región semiárida puede convertirse en un símbolo mundial de resiliencia y soluciones climáticas”, concluye el investigador, añadiendo que los países BRICS están en condiciones de liderar el mercado mundial del carbono, ya que albergan los bosques secos más extensos del mundo.
Publicado en el número 1387 de CartaCapital , el 12 de noviembre de 2025.
Este texto aparece en la edición impresa de CartaCapital bajo el título 'Estamos acorralados'.
CartaCapital




